Angustia

"A veces soy tan lejos, lejos de todo ésto.
A nada me acomodo, en nada me recuesto:
Las palmas, los coquíes son sonido, paisaje...
Yo siempre estoy ausente, yo siempre estoy de viaje.
En vano es que mi alma se incendie con afanes
y se prenda a los ojos potentes flamboyanes,
ni que por los caminos se me fugue el anhelo...
para topar de pronto la montaña y el cielo.
...Y el andrajo de pajas del pobre caserío,
y el andrajo de gente y el escuálido río,
y los pueblos cuadrados con la iglesia en el centro
y el cementerio junto: Estanques muertos dentro
del perenne bullir y saltar de las olas,
perenne ante mi alma impaciente y a solas.
Por doquiera que voy, por doquiera que vaya,
en el vaho soporoso de mestizo y quincalla...
La misma semimuerta vida del pueblo atado
por el mar implacable, de costado a costado...
...(Y el hombre de la esquina, ojitorvo y moreno,
que no mira a mis ojos y que mira a mi seno,
que masculla entre dientes una frase lasciva
cuando paso a su lado desdeñosa y altiva...)

¡Y a veces soy tan de ellos y ellos tan míos!
¡Las palmas, los coquíes, el monte, los bohíos...!
¡El escuálido río, que es como mis hazañas,
cintajo de rumores encerrado en montañas!
¡Y mi amor en tinieblas sollozando escondido,
como un triste y oculto coquí despavorido!
¡Y el mar, perenne mar, que me exalta y me abate,
que es como el corazón, en un late que late
perdido en el vacío, y oído, tan oído,
que ya no sé qué lleva ni sé lo que ha traído...!
...(Y el hombre de la esquina, ojitorvo y moreno...
¡Ah qué sienes viriles exaltará mi seno,
que no torne cenizas la llamarada esquiva
que enciendiera mi cuerpo su mirada lasciva...!"

Mercedes Negrón Muñoz mejor conocida como Clara Lair



Carta a Ada Elena
(fragmento)

"Ada Elena, esta noche vi al hombre que tú amas.
Tú estás allá perdida en la ciudad inmensa.
Entre los rascacielos va tu figura tensa
de silencio y amor; como una esfinge en llamas.

Esta noche lo he visto. Sus altos hombros recios
se inclinaban un poco; sus ojos altaneros
miraban tiernamente los seres pasajeros...
Tiernos sus ojos, hechos de todos los desprecios.

Y yo pensé un instante que acaso estaba triste...
Porqué el hueco en su hombro por tan corto tuviste;
porque fuera tan parca sobre ti su mirada,
un leve regocijo tocó mi alma angustiada.
Cuando de pronto, oh amiga, de sus labios que oíste
tanto y tan poco... ¡brotó alegre una gran carcajada!

Ada Elena, no sueñes, no esperes, no imagines.
Mira el amor, si pasa, cual zumbador sin tiento.
No seques, por claustrada, la flor de tus jardines.
No tases –oro puro- lo que se lanza al viento.

El amor es fugaz y es frágil y es pequeño.
Girasol del instinto, no mide si cambió
en mitad de la ruta de un sueño, hacia otro sueño...
El hombre que tú amas lo acata: tú y yo no.

Ada Elena: en las calles hay cien mil hombres ávidos.
Resplandecen las luces. El vino en oros pálidos,
O en rubíes encendidos, pinta de bello la vida.

“El amor es fugaz y es frágil y es pequeño”.
Ríe, bulle, enloquece... y cuando llegue el sueño,
Duerme con el olvido de la bestia rendida!

Clara Lair



Frivolidad
               
Y así dije al amado"Marcharemos unidos.
Será tu nombre el eco de todos los sonidos.

Me trazará el camino la huella de tus pasos.
Me abrirá el horizonte la curva de tus brazos.

Le gritaré a la vida: ¡rompe, destroza, daña!
Yo tengo mi refugio: ¡su pecho es la montaña!

Le gritaré a la vida: ¡hunde, flota al azar!
Yo tengo mi oleaje: ¡sus ojos son el mar!

Y lo seguí al afán y a la ilusión del puerto.
Y lo seguí al vacío y al tedio del desierto.

Lo seguí sola y siempre, horas malas y buenas,
en la luz, en las sombras, en flores, en cadenas...

Y lo creí tan fuerte que le fui mansa y suave...
¡Él, el roble potente y yo, la pobre ave!

Y lo creí tan bravo que le fui fiel, sencilla...
¡Él, el mar tumultuoso y yo la quieta orilla!

¡Ay, uní lo infundible, y estreché lo disperso,
y quise hacer del cieno un lago limpio y terso...!

Mis ojos hechos llanto, mis labios hechos trizas...
¡Y su voz implacable pidiendo más sonrisas!

Mi cuerpo en el cilicio sangrando su querella...
Y su voz implacable diciendo: ¡sé más bella!

Mi alma en el infierno aullando su condena...
y su voz implacable diciendo: ¡sé más buena!

¡Carne fácil y blanda a todos los arrimos!
¡Carne blanda y traidora con uñas en los mimos!

Para todas los mismos rápidos arrebatos
Lúbrico cual los perros...falso como los gatos...

Y ahora digo al amante: óyeme, pasajero,
no me preguntes nunca hasta cuándo te quiero.

Si una noche de luna o una copa de vino
nos reúne en la misma revuelta del camino...

No me digas de sueños ni de sombras macabras
háblame solamente palabras, y palabras...

Júrame por la arena que acoge todo paso,
y lo graba o lo borra al azar, al acaso...

Júrame por la espuma que chispea y que brilla,
y que dura un instante de una orilla o otra orilla...

¡Ah, gato sin escrúpulos que a otras faldas se enreda
cuando ya todo es dado, cuando ya nada queda!

No me brindes los mimos de tus uñas, que ahora
sólo quiere collares de esta gata de Angora...!

Tú frívolo, yo frívola...Soy tu igual, camarada.
¡No has de quitarme todo para dejarme nada! 

Clara Lair


Lullaby mayor
               
Duerme mi niño grande, duerme, mi niño fuerte:
que el juego del amor rinde como la muerte.

Alas le dé a tu sueño el éter de quimeras
que ha dejado en tu rostro tan dolientes ojeras.
Clama le dé a tu sueño el mar de los sentidos
que ha dejado tus brazos tan largos y tendidos.

Duerme, mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:
que el juego del amor rinde como la muerte...

(¡Allá afuera es la luna y el marullo del mar
en la fragua del trópico brillando por quemar!
¡Allá afuera es la esencia-veneno del jardín,
y los pérfidos astros
avivando, encendiendo azabache, alabastros
en carne negra y blanca: la caldera sin fin
del trópico
trasmutando los cuerpos al corto cielo erótico!)

Duerme mi niño grande; duerme, mi niño fuerte:
que el juego del amor rinde como la muerte.

(¡Allá afuera es el negro camino de miasmas
y mi sombra acechando tu sombra entre fantasmas!
¡Duerme callado y ágil, vigílame la puerta!
¡Que se va si despierta!)

Me quedaré a tu lado quieta, casta e inerme,
mientras tu alma sueña, mientras tu cuerpo duerme.

Quizá ningún empeño
de mi cuerpo y alma
te dé lo que ese sueño...

Quizá la vida fuerte 
es nada ante la calma
que te dará la muerte...

(¡Marullo del mar, cállate; sepúltate coquí!
¡Qué así, dormido o muerto, quién lo aleja de mí!)

Duerme mi niño fuerte; duerme mi niño grande:
el sueño de la vida con la muerte se expande...

(¡Porqué no amará a otra, que ni a mí misma amará!
¡Qué la tierra por siempre sus brazos se desquiciará!

¡Ay si no despertara!) 

Clara Lair


Perdón

Yo nunca me reí cuando tú te reías
ni lloraste a mi llanto: tú no me comprendías
¡Era tan poco lo que tú pedías
a la vida! Un pan, un techo, una mujer cualquiera;
cualquiera que pasara, la primera…
¿Y yo…? Yo no era nada de lo que tú querías,
Y te perdí sin lágrimas, sin frases y sin nada…
Sin sólo una mirada…
Tú no me comprendías… ¿qué te asombra?
Y seguiste lo mismo tras la mujer cualquiera
cualquiera que pasara, la primera…
¿Y yo…? Yo sólo sigo tras mi propia sombra;

¡Qué risa rara vierte a nuestra historia!
¡Qué rey, qué príncipe tiene en mi memoria
tu sitio de silencio y de fracaso…!
El eco duro de tu frase tosca;
tu brusca mano, hosca
al brillo de mi alma enredado a tu brazo…
¡Era tan poco lo que tú pedías a la vida y te diera!
Un pan, un techo, una mujer cualquiera…
¿Y yo? …Yo lo he tenido todo, de la gloria a la herida…
Y te fuiste inmutable lo mismo que viniste.
¿Y yo…? ¡Yo no estoy triste!
Yo estoy plena y vacía de nada, como la vida.

Clara Lair


Quién sostiene las luces que cruzan en la sombra…

1

¡Quién sostiene las luces que cruzan en la sombra
de esta mi densa soledad tan rara!
¡Cuando el florón más tenue de la alfombra
se cambia en el contorno de tu cara!
Cruje una puerta… suenan unos pasos.
¡Es el viento, es la nada, es lo invisible!
¡Tú estás lejos de mí, fijo de brazos
ante mi grito ahogado a lo imposible!
Marca el reloj la hora en que no vienes…
No has de venir jamás, amado mío.
Entre tú y yo está el hierro de mil trenes,
Miles de piedras…y un atroz vacío.

2

¡Cuántas veces la luna enternecida
me anunció tu llegada levemente!
Silbaban los coquíes tu bienvenida,
Y aplaudían las olas elocuentes…
¡Cuántas veces las palmas de la orilla
dieron sus ramas para tu homenaje…
y el lucero mayor, el que más brilla,
apuntaló la ruta de tu viaje!
Nunca llegaste… Sola en mí, cautiva
de la palmas, el mar y los luceros…
Nunca aprontó, retando los veleros,
el barco en que llegabas, y me iba.

3

¡Islita en que he nacido, Puerto Rico!
¡Pobre tierra cedida y entregada!
Leve paisaje…brisa de abanico…
Día calcinador, noche extasiada.
¿Tierra ansiosa de qué? ¡Nadie lo sabe!
Tierra sin rumbo, sin nivel, sin meta…
Eres igual a mí, fija e inquieta;
eres igual a mí, estanque y ave.
No queriéndolo ser, soy a tu modo:
sueño de lucha, despertar de entrega…
Y en mi siembre y mi flor como en mi siega,
dejas tu inútil pequeñez en todo.

Clara Lair









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