El que guarda silencio

... En este mundo, donde es otoño, donde las caras de los niños son rosadas,
donde las palabras de la agitación del alma solitaria son pesadas,
existe alguien...
Él observa, para que las hojas silenciosas vuelen,
y administra en el universo el gran rito del silencio.

Isabella "Bela" Ajátovna Ajmadúlina
Traducción: Natalia Litvinova



Invierno

"Este gesto del invierno hacía mí,
frío y aplicado.
Sí, hay algo en el invierno
de la medicina tierna.
De otro modo, cómo de repente,
de la oscuridad y el tormento,
la enfermedad confiada
le dirige sus manos.
Oh amable, seguí con tu brujería,
de nuevo rozará mi frente
el beso santo del anillo helado.
Y es cada vez más fuerte la tentación
de encontrar el engaño con la confianza,
mirarle los ojos a los perros,
abrazar los árboles,
perdonar como jugando,
y habiendo perdonado
perdonar todavía a alguien,
confundirse con el día invernal,
con su óvalo vacío,
ser siempre para él
su matiz pequeño.
Reducirse a no existir,
para implorar detrás de las paredes
no una sombra mía sino la luz,
por mí tapada." 

Bella Ajmadúlina
Traducción del ruso al español: Natalia Litvinova


La traición

Me traicionan. Me traicionaron. Y después
me olvidan. Yo misma soy culpable.
Y tengo que admitir con mi razón rendida
que me estoy volviendo loca, volviendo loca.
Y si están vendiendo las naranjas
y huele a naranjas todo el cesto,
entonces me parece que a mí me venden,
a mí me venden, no a las naranjas.
Cuando los padres echan al olvido
a sus propios hijos para distraerse,
pues me parece que a mí me traicionan,
a mí me traicionan no a sus hijos.
Y cuando a ninguna cosa le dan valor,
engañan, mienten, andan con los chismes,
pues me parece que a mí me traicionan,
me venden y me traicionan.

Bella Ajmadúlina


Quince muchachos

Quince muchachos, quizás más,
tal vez menos,
con la voz temerosa
me dijeron:
"Vamos al cine o al Museo de Bellas Artes".
Les respondí:
"No tengo tiempo".
Quince muchachos me dieron flores de invierno.
Quince muchachos con la voz fracturada
me dijeron:
"Nunca dejaré de amarte".
Y yo contesté:
"Ya veremos".

Ahora los quince viven en paz.
Las obligaciones cesaron:
flores, desesperación y cartas.
Las mujeres los aman,
algunas son más hermosas que yo
y otras no tanto.
Quince muchachos con exagerada libertad
y a veces con malicia,
me saludan en los encuentros,
saludan en mí su autonomía,
el sueño tranquilo y la alimentación sana...
Venís en vano, último muchacho,
pondré tus flores de invierno en el vaso
y sus grandes tallos se cubrirán
de burbujas plateadas...
Algún día dejarás de amarme,
y, venciéndote a vos mismo, hablarás conmigo
con desdén, como si me hubieras vencido,
y yo me iré por la calle, por la calle...

Bella Ajmadúlina


Un cuento sobre la lluvia

Desde la mañana la lluvia no me abandonaba,
-Oh, déjame- le decía yo groseramente.
Pero ella no cedía, fiel y triste,
me seguía como una pequeña hija.

La lluvia se pegó a mis espaldas, como un ala.
Yo la retaba
-Avergüénzate, mala!
Llorando te implora el quintero
-Vete a las legumbres y a las flores!
¿Qué quieres de mí?

El tiempo era pesado y seco.
La lluvia estaba conmigo, olvidando
al resto del mundo.
Los chicos bailaban en torno a mí,
como si fuera una máquina regadora.

Me ingenié para entrar en un café,
Me escondí en una mesa, detrás de un nicho.
La lluvia, cual un mendigo, se pegó a la ventana,
y quería llegar a mí a través del vidrio.
Salí otra vez, la mejilla fue castigada
con una bofetada húmeda,
pero en seguida, arrepentida,
la lluvia, triste y valerosa,
me lavó los labios con olor a cachorro.

Creo que mi apariencia era ridícula.
Me envolví el cuello con un pañuelo gris.
Y la lluvia me pellizcaba la oreja.
La sequía era tensa. Todo estaba seco.

Solo yo me empapé.

Bella Ajmadúlina





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