En tus ojos

En tus ojos
El cielo pasea,
Ligero,
Como sobre un llano.

Y porque es así,
Cada vez que te veo,
Sin saberlo,
Estoy trayendo el cielo conmigo.

En tus ojos
Los mares se desencadenan.
Desenvueltos,
Como las sirenas.

Y porque es así,
Cada vez que te veo,
Sin saberlo,
Estoy trayendo los mares conmigo.

En tus ojos
El mundo pasea,
Abstracto 
En esta tierra concreta.

Y porque es así,
Cada vez que te veo,
Sin saberlo,
Estoy trayendo el mundo conmigo.

María Augustina Hâncu


Fría la carne de la revelación

Lo vi por primera vez   
a decenas de metros de distancia,
entre centenares de miradas estudiantiles.

Perdida, precipitaba mi paso, corría, 
tras de mí me tomaban los ojos de fuego.

Los granos de arena sobra la playa mediterránea  
metían clavos en mis talones, entre los zapatos, 
y no podía mirar atrás 
por las llamas que me absorbían la espalda, el pecho…

Pasos a  mi lado, los ojos desconocidos 
carcomían hasta la sangre mi piel.

Mis dedos rojos buscaban algo en el bolso,
le tendí el Elogio de la fuga de Henri Laborit
así como le hubiera tendido al tigre 
escapado de la jaula un pedazo de carne 
para que no me siguiera.

Me había respondido por un registro en su bolso,
mi mirada se había corrido sobre el filo de un libro,
entré al agua para encontrar mi equilibrio
me ha sostenido en sus brazos para que no me caiga,
después de ofrecerme de su bolso
el Elogio de la fuga de Henri Laborit.

María Augustina Hâncu



Las cosas no vividas son un embudo con lo bajo arriba

Los poemas no escritos- 
sombras de las cosas no vividas, extensas 
sobre el cuerpo algas disformes,
se deslizan en mí saliendo a la superficie- 
un embudo que funciona con lo bajo arriba 
ventanas abiertas al aire del mar 
con vista hacia callejones sin salida.

María Augustina Hâncu


Querer

querer hasta que no creas en nadie
hasta que tocando el agua
te golpees con piedras
hasta que aún dentro de muchos años 
vacíos por la separación, 
una sola mirada expulse
trozos de alma de nosotros 

María Augustina Hâncu



Retratos de familia

En cada momento tengo que afrontar la provocación
Partículas no funcionales sobre el cuerpo sin verle
Manchas blancas en la superficie sombras definitivamente fijadas
Los miembros de la familia desaparecidos sin huella hace generaciones 

Cómo se habrían movido mis manos ahora  
Si hubiera regresado de Siberia el tío Jacob  
Cómo hubieran reflejado mis ojos el cielo 
si la tía Marta no hubiera enterrado a sus hijos 
en el polo norte, a todos, uno después de otro 

las sombras brotan sobre el cuerpo, me hacen vertical,  
en el parque durante la comida en todo lugar  
me miran en los ojos, hacen señales con la mano, 
piden con insistencia su derecho a la vida 

no tendrás la paz en ningún lugar me dice el ángel  
quítate de las sombras, la vida es un agua fluyente                      
   
tela blanca extendida sobre el mundo  
entra en el agua quítate de ellas    

No estás seria porque miras las sombras piensa en cosas serias,
sé como todo el mundo, el éxito es la columna de la sociedad 
pero desde los años 40 el mundo y las sociedades son otras
y yo estoy viviendo con trozos de vidrio en el corazón, los unos pueden los otros no 

yo me callo porque el rocío es un nuevo punto de partida 
y las peñas milenarias de Orheiul-Vechi 
abrigan sombras fijadas que anuncian sus regresos
generaciones antes 

el bisabuelo Nikita ha sobrevivido porque al salir
tomó algunos puñados de tierra de las peñas 
acariciaba el sol de su país en el campo de concentración 
en una esquina de los bolsillos de sus pantalones desgastados 
como unos hilos eléctricos que lo tenían conectado con la vida 

No puedo respirar íntegramente las manchas blancas tintinean sobre el cuerpo 
Estoy rota hilo con hilo en mi interior como rota fue mi tierra 
Entro en el agua las sombras-rizomas detrás de mí 
extiendo largamente las alas sobre el mundo 
Lo cubren telas blancas agujereadas por balas kalashnikov 

María Augustina Hâncu

















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