El camino de los cisnes

Crespas olas adheridas a las crines
de los ásperos corceles de los vientos;
alumbradas por rojizos resplandores
cuando en yunque de montañas su martillo bate el trueno.
Crespas olas que las nubes oscurecen
con sus cuerpos desgarrados y sangrientos,
que se esfuman lentamente en los crepúsculos.
Turbios ojos de la noche, circundados de misterio.
Crespas olas que cobijan los amores
de los monstruos espantables en su seno,
cuando entona la gran voz de las borrascas
su salvaje epitalamio como un himno gigantesco.
Crespas olas que se arrojan a las playas
coronadas por enormes ventisqueros,
donde turban con sollozos convulsivos
el silencio indiferente de la noche de los hielos.
Crespas olas que la quilla despedaza
bajo el rayo de los ojos del guerrero,
que ilumina las entrañas palpitantes
del Camino de los Cisnes para el Rey del Mar abierto.

Ricardo Jaimes Freyre


El canto del mal

Canta Lok * en la oscura región desolada,
y hay vapores de sangre en el canto de Lok.
El Pastor apacienta su enorme rebaño de hielo,
que obedece, —gigantes que tiemblan—, la voz del Pastor.
Canta Lok a los vientos helados que pasan,
y hay vapores de sangre en el canto de Lok.

Densa bruma se cierne. Las olas se rompen
en las rocas abruptas, con sordo fragor.
En su dorso sombrío se mece la barca salvaje
del guerrero de rojos cabellos, huraño y feroz.
Canta Lok a las olas rugientes que pasan,
y hay vapores de sangre en el canto de Lok.

Cuando el himno del hierro se eleva al espacio
y a sus ecos responde siniestro clamor,
y en el foso, sagrado y profundo, la víctima busca,
con sus rígidos brazos tendidos, la sombra de Dios,
canta Lok a la pálida Muerte que pasa
y hay vapores de sangre en el canto de Lok.

* El que encabeza la lucha contra los Ases -dirigidos por Odín- en el Ragnarök. (N. de R.)

Ricardo Jaimes Freyre


El Walhalla

Vibra el himno rojo. Chocan los escudos y las lanzas
con largo fragor siniestro.
De las heridas sangrientas por la abierta boca brotan
ríos purpúreos.
Hay besos y risas.
Y un cráneo lleno
de hidromiel, en donde apagan,
abrasados por la fiebre, su sed los guerreros muertos.

Ricardo Jaimes Freyre



Envuelta en sangre y polvo la jabalina

Envuelta en sangre y polvo la jabalina,
en el tronco clavada de añosa encina,
a los vientos que pasan cede y se inclina
envuelta en sangre y polvo la jabalina.
Los elfos de la oscura selva vecina
buscan la venerable, sagrada encina.
Y juegan. Y a su peso cede y se inclina
envuelta en sangre y polvo la jabalina.
Con murmullos y gritos y carcajadas
llena la alegre tropa las enramadas,
y hay rumores de flores y hojas holladas,
y murmullos y gritos y carcajadas.
Se ocultan en los árboles sombras calladas,
en un rayo de luna pasan las hadas:
llena la alegre tropa las enramadas
y hay rumores de flores y hojas holladas.
En las aguas tranquilas de la laguna,
más que en el vasto cielo, brilla la luna;
allí duermen los albos cisnes de Iduna,
en la margen tranquila de la laguna.
Cesa ya la fantástica ronda importuna,
su lumbre melancólica vierte la luna;
y los elfos se acercan a la laguna
y a los albos, dormidos cisnes de Iduna.
Se agrupan silenciosos en el sendero,
lanza la jabalina brazo certero;
de los dormidos cisnes hiere al primero
y los elfos lo espían desde el sendero.
Para oír al divino canto postrero
blandieron el venablo del caballero,
y escuchan, agrupados en el sendero,
el moribundo, alado canto postrero.

Ricardo Jaimes Freyre


La muerte del héroe *

Aún se estremece y se yergue y amenaza con su espada
cubre el pecho destrozado su rojo y mellado escudo
hunde en la sombra infinita su mirada
y en sus labios expirantes cesa el canto heroico y rudo.

Los dos Cuervos** silenciosos ven de lejos su agonía
y al guerrero las sombras alas tienden
y la noche de sus alas, a los ojos del guerrero, resplandece como el día
y hacia el pálido horizonte reposado vuelo emprenden.

* El poema alude al Ragnarök, destino, ocaso de los dioses. (N. de R.)
** Los que, en la mitología germánica, acompañan al dios Odín. (N. de R.)

Ricardo Jaimes Freyre





Las Voces Tristes

Por las blancas estepas
se desliza el trineo;
los lejanos aullidos de los lobos
se unen al jadeante resoplar de los perros.

Nieva.
Parece que el espacio se envolviera en un velo,
tachonado de lirios
por las olas del cierzo.

El infinito blanco...
sobre el vasto desierto
flota una vaga sensación de angustia,
de supremo abandono, de profundo y sombrío desaliento.

Un pino solitario
dibújase a lo lejos,
en un fondo de brumas y de nieve,
como un largo esqueleto.

Entre los dos sudarios
de la tierra y el cielo
avanza en el Naciente
el helado crepúsculo de invierno... 

Ricardo Jaimes Freyre



Lo fugaz

"La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros mutilados
y confundidas con el lodo negro
negras, aún más que el lodo, se tornaron,

pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano."

Ricardo Jaimes Freyre


Peregrina paloma imaginaria

"Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria
peregrine paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria..."

Ricardo Jaimes Freyre


Siempre

¡Tú no sabes cuánto sufro! ¡Tú que has puesto mis tinieblas 
en mi noche, y amargura más profunda en mi dolor! 
Tú has dejado, como el hierro que se deja en una herida, 
en mi oído la caricia dolorosa de tu voz. 

Palpitante como un beso; voluptuosa como un beso; 
voz que halaga y que se queja; voz de ensueño y de dolor. 
Como sigue el ritmo oculto de los astros el océano‚ 
mi ser todo sigue el ritmo misterioso de tu voz. 

¡Oh, me llamas y me hieres! Voy a ti como un sonámbulo 
con los brazos extendidos en la sombra y el dolor... 
¡Tú no sabes cuánto sufro! Cómo aumenta mi martirio, 
temblorosa y desolada, la caricia de tu voz. 

¡Oh, el olvido! El fondo obscuro de la noche del olvido 
donde guardan los cipreses el sepulcro del Dolor. 
Yo he buscado el fondo obscuro de la noche del olvido, 
y la noche se poblaba con los ecos de tu voz...

Ricardo Jaimes Freyre


Sombra

"¡Oh!, ¡Cuán fría está tu mano! ¿Ríes? ¿Por qué ríes? 
Chocan tus dientes. Hay algo extraño en tus ojos. Tus miradas 
hieren como dagas. Me hace daño tu risa,
me aterra el frío de tu mano descarnada: 

¡Déjame huir! Ya la noche dolorosa nos rodeó 
con el pavor de sus sombras... Hay un abismo a mis plantas. 
Hay un clamor en el fondo del abismo. Las tinieblas 
se aglomeran en los flancos hendidos de las montañas. 

¡Oh, esta mano no es la tuya! ¿Por qué el frío de esta mano 
penetra ya hasta mis huesos? ¿Por qué brilla una guadaña 
sobre mi frente...? ¿No escuchas ese vago son que llega 
suave y tenue, como el eco de una música lejana? 
¡Oh, cuán triste es ese ritmo que suspira en mis oídos
y conduce hasta mis ojos la amargura de mis lágrimas! 
¡Oh, cuán triste es ese ritmo! Déjame llorar. ¡Oh, déjame 
arrodillarme! Mis labios sabrán quizá una plegaria. 

Tengo frío. Tengo miedo. Esas sombras que se mueven 
son espectros que en el borde del abismo se entrelazan... 
No me arrastres... Tengo miedo... Tengo miedo del abismo. 
Déjame huir... Ya la carne de mis huesos se separa... 

¡Oh, ese espectro que a mí viene con los brazos extendidos 
y que absorbe con sus ojos mis pupilas abrasadas! 
Ya mis manos están yertas, ya están secas mis pupilas 
y el gemido del abismo, frío y lúgubre me llama. 

Vamos ya. ¿Ves como empuja desprendidos eslabones 
hacia el fondo de la cima la cadena de fantasmas? 
Vamos ya. Llévame‚. Siento que el latido de mis venas 
se acompasa con el ritmo de la música lejana; 
con el ritmo dulce y triste, que se mece en las tinieblas 
y armoniza con mis pesos la caricia de sus alas, 
como esquife
columpiando
de las ondas.
Suavemente... Lentamente,
por el blando
fugitivas
movimiento
que se extinguen
en la playa.
va ondulando en la penumbra,
en su danza tenebrosa la cadena de fantasmas... 
Vamos ya para las entrañas de la noche y el espanto... 
¡Oh, el amor! ¡Oh, la alegría! ¡Oh, la dicha! 
¡Oh, la esperanza!"

Ricardo Jaimes Freyre











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