La luna

¡Salve, oh luna!: ‘Princesa enamorada’,
de la noche de sombras mensajera.
¡Cuántas veces, la aurora nacarada
te sorprende en mitad de tu carrera!

¡Eres un alma mística y doliente
que, al bogar por los ámbitos inciertos,
cobijas con tu clámide fulgente
las tumbas olvidadas de los muertos!

¡Tienes caprichos de mujer. Por eso
es voluble tu luz y tu figura,
así como ella, del placer del beso
nos sumerge en amarga desventura!

...¡Pero tú, vuelves a surgir!: radiantes
brotan tus rayos del vecino monte,
y, de nuevo, miramos anhelantes
tu belleza rielando el horizonte.

Mas, la mujer que, traicioneramente
nos dio a beber de fementida calma,
ésa, queda sumida eternamente
en la insondable oscuridad del alma.

¡Eres novia ideal para el poeta,
que te mira cual musa inspiradora;
pues, también lleva su existencia inquieta,
y es su alma doliente y soñadora!

(El), con los resplandores de su verso,
nacidos de su alma en lo profundo,
va inundando de luz el universo,
y pasa inadvertido por el mundo.

¡Vas cruzando el espacio, lentamente,
con majestad de reina enamorada,
y un lucero, cual paje reverente,
va siguiendo tu huella iluminada!

...Así, el poeta, con el regio manto
de la armonía que en su ser fulgura,
tiene, en la compañía de su canto,
una estrella de mágica hermosura.

¡Con nostalgia de cielo yo te miro,
del infinito, navegando en pos,
y mi alma se eleva en un suspiro,
hasta la excelsa majestad de Dios!

Rafael Naranjo Balcázar


Tal vez mañana

Tal vez mañana... un día...
-feliz epifanía-
de nuevo nuestras vidas 
se crucen otra vez.
Habrá cesado entonces 
la angustia que oprimía,
y el fruto que sembramos 
tendrá su madurez.

Tal vez mañana... un día...
tu boca con la mía
mil cosas contenidas dirán en su mudez.
Y brillará la estrella que no se percibía,
cuando la negra noche 
tendió su lobreguez.

Tal vez mañana... un día...
el cielo nos sonría.
Tal vez no esté lejano el bello amanecer.
Si hoy tan solo vemos 
la intensidad sombría,
que sea nuestra guía la luz de nuestra fe.

Tal vez mañana... un día...
mujer del alma mía, 
amada a quien adoro con todo mi querer,
tal vez mañana pueda radiante de alegría,
la alfombra de mi vida 
tender a vuestros pies.

Rafael Naranjo Balcázar




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