Tras superar con éxito todas las tareas, Arturo fue nombrado catedrático el 7 de marzo de 1933.

Como mandaba la tradición, Arturo celebró su nombramiento con un banquete al que asistieron más de doscientas personas de la comunidad universitaria y pidió al alcalde de Pedro Bernardo que presidiera el evento, en representación de su tierra natal. De esta manera, un jornalero del Valle del Tiétar estuvo durante unas horas al frente de las mejores mentes de la Edad de Plata de la ciencia española. Al finalizar el banquete, el encargado del restaurante se acercó al flamante catedrático:

—Don Arturo, ahora cuando se vayan, recogeremos todas las flores que decoran las mesas. Si nos da una dirección, mandaremos un mozo para que se las entregue a quien usted quiera.

Arturo le contestó ensimismado:

—La verdad es que no tengo a nadie a quien regalarle las flores.

Y pidió que las enviaran a la tumba de su hermana Purita, que estaba enterrada en Madrid.

Arturo Duperier Vallesa 

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