4

La gata me habla como un bebé.
Y me lame las manos
como un perro. 
Y monta guardia mientras duermo
como un planeta. 
Cuando escribo
se acomoda sobre los papeles.
Y me mira.
Sólo para que sepa 
que ella está. 

El peor momento es la mañana.
Ella lo sabe.
Cuando sé que no puedo dormir
más. 
Y confirmo que estoy mejor así
sola y despierta
pero recuerdo vagamente 
las trazas de algún hombre
y me entristezco. 

Pienso
si el amor apagado puede
servir para algo.
Si es como una ceniza
para mezclar con arcilla
o con agua
o con savia
y hacer una cataplasma
un ungüento
un bálsamo.

¿De qué puede servir
todo el amor apagado?
Lo pongo fuera de mí.
Pienso en alguna cosa
que con el paso del tiempo
consiga cada vez
una hoja más tibia
más azul
más lenta para surgir
más rápida de aplacar.
Una hoja
donde se haya escrito
la idea del amor 
alguna vez.
Una idea 
tal vez como una pera.
La pera guarda
la forma del amor.
Cuando se pone azul
ya no parece una pera.
Pero quizás
con el tiempo
uno se acostumbre.

De todas formas
me entristece
el papel, las cenizas,
las peras, el azul,
la idea, la costumbre.
Mi gata se da cuenta.
Me lame los dedos.
Me llama como un niño.
Me mira.
Sólo para que sepa. 

Carina Sedevich
Del poemario "Incombustible"


Del verano de Dios

1

El amor es redondo, tiene forma de aro:
por eso los novios se regalan anillos.
Y ponerse el anillo es penetrarse un poco.

Cuando a los 18 años me casé
la mañana de un viernes 25 de enero 
embarazada de seis meses 
yo llevaba un anillo y él también.

*

Eran anillos de oro.

Mi mamá fundió mi pulsera de bautismo
para hacerlos. Lloré toda la mañana 
y fue eso. 

Con la pulsera de oro fundió mi tiempo de nena.
Le puso una lápida a mi candidez,
me entregó. Para ella
ya no era su chiquita. 

La pulsera de oro que me dio mi madrina
hecha agua de lava
lavó mi pecado.

*

Mi primer marido y padre de mi hijo 
perdió su anillo de oro esa semana
en una pelea callejera. 

Era un huérfano de apenas veinte años
muerto de miedo
que no sabía mentir. 

2

El amor es redondo, tiene forma de útero.
Por eso los hombres nos regalan anillos.

El anillo se puede erigir en una prenda 
del sexo por amor 
y desamor. 

La madrugada del martes 25 de enero 
del verano de dios del año dos mil once 
encontré un anillo igual al mío
en aquel puestito de artesanos.

Era enorme y le quedaba exacto
en el dedo anular de la siniestra
a mi segundo marido
y casi padre
de los dos hijos que perdimos. 

En su mano de gringo 
se veía bonito.

Le pregunté si lo usaría y asintió. 

Lo mirábamos y estábamos seguros:
de ese año lo nuestro no pasaba. 

Los sauces que caían sobre el río.
Los insectos. Los chicos que corrían.
¿Las estrellas? ¿El viento?
No lo sé. De todas formas
yo le tomé la mano
y lo besé.  

Caminamos por la tierra
hasta la casa. 

3

El amor es redondo, tiene forma de ojo. 
Las mujeres nos ponemos anillos para vernos.
O para dejarnos ver por dentro.

Mi tercer marido suele apresurarse.
Me abrazó bajo los pinos de la casa vieja
en vísperas del pasado 25 de enero.

Dice creer en la inocencia de los signos
pero en verdad cree en los golpes secos. 

Quiso tirar al río nuestro anillo.
Dice que no lo honro de verdad.
Que no creo en él ni en sus diamantes. 

Pero el amor es redondo.

*

Ponerse un anillo es penetrarse un poco.
El anillo se puede erigir en una prenda 
del sexo por amor 
y desamor. 
Las mujeres nos ponemos anillos para vernos.
O para dejarnos ver por dentro.

*

Crujían las agujas de los pinos.
El pasto crecía. Los gatos esperaban.
¿El sol caía? ¿El calor 
insoportable?
No lo sé. 

Es que el amor es un aro, 
es un útero y un ojo.

Carina Sedevich












No hay comentarios: