Abuelo

Los abuelos no pertenecen
al mundo del olvido

Mi abuelo Olegario
con su cabello blanco
está distante en la memoria

Disciplinado en cosas sencillas
hacía ejercicios simples diariamente

Comía avena en la mañana
escuchaba Martín Valiente a mediodía
iba a la carpintería

“Vente mi niña para que te llueva madera”

Y allí
debajo de la mesa de lijar
y su inmensa fresadora
que asombraba los ojos infantiles
hacía bucles de aserrín

El abuelo perdura en el tiempo
y en el corazón

Los cuentos de los abuelos
-sus trabajos maduran
cuando crecemos

Me pregunto la extraña razón
de tener un noble abuelo
con cabellos blanquísimos
y delgada elegancia

Risa pulcra al son de los niños

Ternura como aroma
que se esconde
bajos las piedras después de la noche

Colocaba discos de acetato
en el viejo tocadiscos
y en el círculo trazado por la aguja
escuchaba atentamente las canciones
que describían su vida y sus sueños
En la cama de madera
fabricada por sus manos
lo escuchaba relatar
historias de compositores
muertos de amor o de exilio 

Me miro en el espejo de la peinadora
aún me pongo labiales carmín
-aunque ya no son los de mi abuela-

Lo miro observando en el espejo
la pequeña niña morena que fui

Olores de infancia
permanecen en la memoria

Figuras largas blancas
se van desfigurando
en la ventana del cuarto
iluminado de abuelos
en la casa de San José de Ávila

La madera nunca pierde su olor

La lija siempre llueve madera
aunque ya no cae en la cabeza

La música eterna de boleros tangos danzones
gira por la infinita luz del día

Un juego de beisbol
una pelota Spalding con la firma de Aparicio
rueda aún
por algún rincón de la casa vieja
-hoy reconstruida en otros rumbos-

Veo a mi abuelo
descansando debajo de un samán
más anciano que él mismo

Olegario Chicote
ponía las manos en la sierra
y su cuarto de trabajo
era habitado por formones 


Clavos pequeños 
que penetraban las tallas
con ayuda de un martillo
que parecía de juguete


El abuelo
tenía corazón y manos
llenas de mariposas
o caramelos

Ingrid Chicote
Del poemario "La ruta de los ancestros"



Animal de galería

Resuelven los colores
mostrarse ante la gris temperancia
de las risas que vuelan
entre los blancos esmaltados de las galerías

Turbulentas ideas
pasan raudas en el disfraz de una tarde
que pasa con anemia la acera del frente

Malas palabras se escuchan clarito por todas partes

Algunas son garras de tigre
otras son mordiscos de sirena
mientras que el cíclope sigue observando desde su ceguera

Los cuadros de lo mismo
resplandecen en la tarde de la pared
que circula cual vena suturada

Alguna herida hace sangrar los oídos

Las pieles comienzan a desteñirse de viejo
y los olores resultan obsesivos
al café de media tarde

Miro las gráficas que me insultan
cuando sé de antemano
que toda guerra es personal
y con esta visión de pérdida
me dejo echar las cartas
hasta que aparezca la rueda de la muerte

Se van acabando los espasmos bronquiales
las mediaslunas de sangre
las tachuelas en los pies
las agujas en la mitad de la arteria

Todo yace cuan espantoso es
en esta galería de muerte
donde el animal de siempre
deja sus sellos
ante tanta vasija rota
en medio de la cacería

Ingrid Chicote


Reciprocidad

Antes de que el hombre reglara su convivencia, desarrolló la episteme en cada uno de los sistemas de cultura, sobre todo guiándose por sus creencias superiores para poder establecer diferencias entre lo adecuado de un comportamiento individual que, a su vez, tendría implicaciones dentro de lo social, desarrollando un sistema de normas y valores que dieron paso a los conceptos de moralidad, ética y derecho.

Este es origen de los primeros libros sagrados como el I Ching, la Biblia cristiana, el Corán y cantos vedas, dando paso a la teleología o ciencia que trata de explicar el universo en términos finales o causas finales, proponiendo que el mismo tiene una intención o un propósito.
Aristóteles explicaba, desde su filosofía, que un fenómeno o proceso debe buscarse no sólo en el propósito inmediato o en su origen, sino también en la causa final, dándole explicación a la razón o el porqué el mismo se da o fue creado.

En el estudio del conocimiento humano o episteme se congregan gran cantidad de conceptos, y entre ellos los griegos abordaron la axiología o la teoría del valor. Y esto, es decir VALOR, no tiene que ver con la matemática solamente.

La axiología analiza los principios que permiten considerar que algo es o no valioso y consideran fundamentos para tal juicio. La investigación de una teoría de valores ha encontrado aplicación a la ética y a la estética porque ambos conceptos contienen una relevancia importantísima en la convivencia humana.

El hombre es capaz de discernir y de hacer juicios de valor tan válidos como los demás juicios de la razón basados en la amor, respeto, bondad, probidad, austeridad, rectitud, honradez, honor, justicia, integridad, pulcritud, virtud, delicadez, conciencia, decencia, decoro, dignidad, entereza, buena fe, fuero de conciencia, honestidad, pureza.

Para ello cabe citar la frase de Voltaire que expresa que “Sinceridad no es decir todo lo que se piensa, sino no decir o hacer nunca lo contrario a lo que se piensa” y es allí cuando encontramos razonamientos a ciertos valores universales como el de libertad o dignidad, explicados por Skinner, quien expresa que todos los conceptos éticos, o básicamente, estos conceptos, se contraponen a la cotidianidad individual, a las historias de vida y a las correlaciones que entrelazan la convivencia humana, explicando que cada uno de estos conceptos es relativo a la convivencia social.
Todos estamos correlacionados, todos estamos involucrados en el sistema de poder que nos hace movernos socialmente en diferentes formas y que la libertad como tal no existe: todos somos interdependientes. Convivimos con los otros y la dignidad que tenemos es evitar traicionar lo que pensamos, mas no existe una dignidad o una libertad individual. Todas están supeditadas a la coexistencia en la que nos hallamos inmersos.

La gran tradición de la ética humanista nos ha legado los fundamentos de sistemas de valor basados en la autonomía y en la razón del hombre. Estos sistemas se construyeron bajo la premisa de que para saber lo que es bueno o malo para el hombre debe conocerse la naturaleza del mismo y sus correlaciones con los demás humanos con los cuales hace vida colectiva.

Dice una frase del I Ching que la naturaleza del hombre “es originalmente buena”. Por lo tanto podemos deducir que es el conjunto de condiciones, valores, normas y estilos de vida lo que hace que el mismo elija la dirección de tal o cual naturaleza.

La ética humanista se basa en el conocimiento de la naturaleza humana y la ética axiológica desarrolla la teoría de los valores, los cuales se aplican a todos los principios y a la estética moral.

Es decir, al desarrollo armonioso y coherente del ser humano consigo mismo y con los demás, aplicando primeramente el respeto como norma importantísima hacia sí mismo y hacia los otros. Respeto es lo que contiene la frase anteriormente citada de Voltaire.

Respeto y amor son los valores más elevados de la convivencia humana y los que, lamentablemente a veces comprendemos bajo nuestros intereses personales. Nietzsche decía que “...es imposible comprender al hombre y a sus perturbaciones emocionales y mentales sin comprender la naturaleza de los conflictos de valor y de los conflictos morales”. Es decir su modo de convivencia y la cultura en la que el mismo desenvuelve.

En este sentido el progreso de la psicología “tiene que ver” en el retorno a la gran tradición de la ética humanista, que contempló al hombre en su integridad física y espiritual, creyendo que el fin del hombre es ser él mismo y que la condición para alcanzar esa meta es que el hombre sea para sí mismo.

Valdría la pena preguntarse si el hombre, siendo para sí mismo, no contempla una relación egoísta y de dominación con el resto de los demás humanos. En este sentido, podríamos decir que el hombre, siendo para sí mismo, debería conservar un valor de acción de reciprocidad con los demás positivamente. Quien vive para sí mismo solamente, intentando aplicar esa condición, que es hasta primitiva y de sobrevivencia, debería considerar que ante todo es un ser social, que vive en la interrelación con los otros, no sólo desde el punto de vista humano, sino también económica, política y culturalmente. Todos nos relacionamos y de alguna manera codependemos dentro de la convivencia.

Dice Nietzsche en Así habló Zaratustra, considerando el amor que “El uno va hacia el prójimo porque se busca a sí mismo y el otro porque quiere perderse en sí mismo”. Pero podemos repensar que el amor, como principio del valor, es un fenómeno de abundancia y proporciona al individuo la fuerza para dar lo mejor de sí a los demás, constituyéndose en una afirmación de productividad espiritual y creativa.

“Amar a otra persona es solamente una virtud si emana de esta fuerza interna, pero es un vicio si es la expresión de la incapacidad básica de ser uno mismo” (Nietzsche). He allí cuando hay que aplicar los valores éticos. El amor, como fuerza primaria de la vida, la reproducción y la existencia, no puede convertirse en una excusa para la esclavitud, sino en la potencia, el motor que mueve lo mejor de nosotros mismos hacia los demás.

Y en este sentido ha habido infinidad de personajes que nos han dejado mensajes muy claros sobre la naturaleza del amor. Y es que el mismo es necesario para relacionarse con los demás, para mantener el entusiasmo con la vida, para tener el estímulo suficiente para continuar con la tarea cotidiana de vivir.

No se puede mantener bajo la esclavitud porque pierde su esencia y, en cuanto al amor de enamoramiento, ese es el más confuso porque nos hace abordar todas las pasiones, emociones y acciones, muchas veces egoístas e irrespetuosas hacia el objeto “amado”.

Para poder establecer una ética humanista o axiológica clara, hay que revisar muy bien este concepto, porque el objeto del amor no es el egoísmo, es la posibilidad de dar lo mejor de nosotros cada día. Dice la Biblia, por ejemplo: “Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la esperanza y el amor, pero la más importante de las tres es el amor”.

Finalmente habría que reflexionar sobre la frase de Fromm contenida en El arte de amar cuando, en el capítulo 3, se refiere a “los objetos amorosos”: “El amor no es esencialmente una relación a una persona específica, es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el resto del mundo, no con un ‘objeto’ amoroso”. Es decir, una relación de reciprocidad con todo lo que nos rodea.

Ingrid Chicote


Reinas y vampiros

Pienso en los inventarios
y recuerdo el olor de los petates
     de las golondrinas en año nuevo
       de los analgésicos recién comprados

Me miro con todos los lentes que necesito
y me envuelvo de trabajo

Las palabras me tejen caminos
vestidos de sombras
ganancias de sabios
aparejos de zarcillos
troqueles de infamia

Mi memoria se hace eco
de algunos eventos ilusorios
donde las utopías navegan en la cesta de Moisés
y para ser encontradas por los funcionarios

Camino a tientas
dentro de la ignominiosa tarde de las infamias
tolerando el paisaje alado de la tormenta

Me pregunto dónde atajar el diluvio
en qué lugar colgar el paraguas
en cuál de las paredes caídas las vetustas ninfas
vendrán a posarse entre nosotros
para hacer justicia entre
los caídos
los olvidados
los siempre aislados
por razones de presupuesto y amistades falsas

Canto bajito hacia los paisajes más fríos
asumiendo relatos de viejas ruedas
que jamás dejaran de mover al mundo

Círculos concéntricos unos
mientras que se vienen hacia sí mismos
implotando en las nimiedades de los controles

Mis mortificaciones han ido adaptándose a la realidad
que se quiebra como un lápiz sollozante

Acepto que las luchas son cuesta arriba
y en este equipo de marejadas
las traiciones y los espantos
suelen salir a medianoche
con máscaras de belleza
que guardan dentro de sí
los miles de rostros
donde la muerte reposa
cubierta de lino y algodones negros
en sillas de reinas y vampiros

 Ingrid Chicote


Tierra baldía

Abro los ojos
y las mismas dudas de siempre se encuentran
pegadas en el techo que me mira
a pesar de las capas de pintura
de la resonante mañana
de la embestida de los olores a comida recién hecha
en las casas vecinas

Las dudas se van metiendo en mi cabeza
sin dejar espacio

Las palabras hacen un juego de intemperie
y buscan asirse hacia lo más adentro de la garganta

Se tragan sus propios flujos
torrenciales que van impregnando los intersticios
en las paredes que recubren los órganos
en el corazón abecedario
en el cerebro de hilvanaciones

Congelo poco a poco la voz
y ella me va endureciendo por dentro
fríamente
totalmente
inquietamente

Busca moverse pero ya no puede
expresar hacia afuera
tanto desgano

Las palabras se van enquistando
para parecerse a un recurso habitable
como un árbol que nace
en medio de la tierra baldía

Ingrid Chicote








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