"Acabo de llegar de los Picos de Europa; me faltaban por explorar los cuatro pueblos de aquellas montañas (...) En Bulnes hay una vieya que sabe romances; no los pude recojer por que era la hora de regresar cuando topé con ella; vuelvo allá en Junio y los recojeré. En Are­nas encontré una gran recitadora, María Fernández Díaz; me dijo que sabía un cestu de ro­mances; no tuvo tiempo para recitarme más que los adjuntos, pero como yo he de volver allá, haré que vuelque el cestu. Y con esto creo que está explorada toda la provincia; es más creo que no habrá provincia en España más explorada que ésta, ¿será así?"

Aurelio de Llano Roza de Ampudia



"Acabo de regresar del Occidente astur. Estuve por allá cerca de un mes. Recorrí desde los Oscos, siguiendo la cuenca del Navia y la del Ibias para salir por la montaña de Rañadoiru a Cangas de Tineo. Por aquellos montes, me alimenté con nabos y pan de centeno. Hice el re­corrido a pie; hubo día que anduve 10 horas de camino; vine deshecho. Pero tengo cosas in­teresantísimas."

Aurelio de Llano Roza de Ampudia



"Me divierto en grande; voy de pueblo en pueblo como los probes, no llevo conmigo ni si­quiera un palo; solamente llevo por equipaje dos lapiceros y los cuadernos. El otro día me co­gió una gran nube en una cabaña y tuve miedo; me resguardé del agua en la cobicha de un castaño."

Aurelio de Llano Roza de Ampudia


"Y cuentan que cierta noche una mujer que vivía en la Tejera, oyó el sonido de una campanilla; se asomó a la ventana y vio que por la Calzada arriba caminaban en dirección al pueblo dos filas de personas con velas encendidas. Creyendo que se trataba de viaticar a algún vecino, cogió una vela y acercándose a un individuo de la comitiva se la dio para que se la encendiera, y después siguió detrás de la gente hasta la casa de un enfermo. Una vez terminada la ceremonia, la mujer regresó a su domicilio y la comitiva siguió en dirección al convento de Santiago. A la noche siguiente, la buena mujer oyó otra vez la campanilla, fue a coger la vela que había guardado en el «estoyu» del arca, y se encontró con un hueso. Salió a la calle, dirigióse al que la noche anterior le había encendido la vela, y le dijo: ¡Fantasma de la Güestia, toma este hueso y dame mi vela! ¡Maldito sea quien tanto te enseñó! —dijo el de la comitiva—, y entregó la vela a la mujer.
Y es que la vela aliviaba las penas de aquella alma; por eso se había quedado con ella."

Aurelio de Llano y Roza de Ampudia
Tomada del libro Seres y lugares en los que usted no cree de Jesús Callejo y Carlos Canales, página 111




No hay comentarios: