Algunas maneras de ensayar el adiós

1
Cada latido,
pendular, descalzo, regresa al universo.

2
Somos lo que no vemos.
Somos lo que ignoramos. La sombra es la única constancia
del aún estar después de haber huído.

4
Amo
el temblor radiante de mi propia intemperie.

5
La desnudez
fue siempre mi guarida secreta.

6
Costó tanto
inventarse, cavarse, mutilarse,
antes de regresar al fondo del espejo.

10
Lo importante es la sed.
Ser un mismo desierto.

13
Fascina
Este límite
Donde el haber vivido se desprende
como la piel de una serpiente.

18
Sí,
las heridas son el mejor manuscrito.

32
Envejecer es esto,
recordar vagamente la piel de los amantes.

37
Sólo creo
en los ángeles heridos,
en su examen de luz en los infiernos.

38
La duda es un extraño paraíso
donde Dios puede al fin dejar de ser eterno.

42
Amo secretamente el casos que me ama.

44
Es difícil morir.
Más difícil aún saber si estamos vivos.

Ana Emilia Lahitte


Atrapados

Sólo tengo de vos
una fotografía con pómulos rasantes
tu pelo de llanura sobre los hombros tensos
y sin brazos
-no he podido inventarlos todavía-
y tu extraña manera
de acompañarme a solas 
de este lado del mar.

Vivías en París
(lo especifica el dorso de la fotografía)
ignoro si habrás muerto.
Importa
el desamparo de tu mirada inmensa
que me atraviesa
y sigue camino a mis espaldas
sin dejarme jamás.

Mirás hacia el vacío.
Un abrazo
sin tiempo que se abraza a sí mismo.
Mirás
como buscando la huella de un albatros.
Algo que implora
un límite para poder llegar.

///

Ni siquiera conozco tu sombra.
Sin embargo
regreso sin descanso
y me tiendo a tu lado en tu voz
en tu sed
en el tacto insaciable 
con que rastreo a ciegas tus rasgos
con mis dedos.
Y te llevo a mi piel.
Y siento que tus muslos 
aprietan con el celo de lo deshabitado.

Gozamos
el secreto pacto
de lejanías 
que anuda nuestros cuerpos
en una memorable batalla despojada
de heridas y arrogancias.

Una trama ilesa
bellamente perversa insiste en atraparnos.
Y estamos atrapados
aquí
en el Sur más sur.
En esta factoría de la imaginación oculta
en el reverso
de los acantilados.

Ana Emilia Lahitte



Desiertos

Los hombres azules
frontera de las altas dunas.

No hablan de la sed
con quien la desconoce.

Como alimento
intercambian silencios de arena.

Parecen separarnos horizontes
eternos.

Ignoran
que con ellos convive otra sed.
Exhausta
Sin oasis.

La de nuestros desiertos.

Ana Emilia Lahitte




El cuerpo

A Jorge García Sabal y Alfredo Veiravé

Asumo
en huesos frágiles
el esplendor del ser y su destierro
mi médula salvaje
mi ambigüedad
tajeada por las uñas de Dios.

1

El cuerpo.

Sólo somos
su huésped transitorio.

Su más desheredado habitante
mortal.

2

Desde
el alba del hueso
la carne
es un latido anterior a sí misma.

3

La carne
sólo piensa cuando el pulso vacila
y en su lugar se instalan
los enigmas.

4

Cuando la carne aúlla
o se desangra
el hombre resplandece en su verdad
de sed
de lumbre y brama.

5

Entre la carne altiva
y sus jirones
un cielo sumergido todavía
sin playas.

6

La carne.

Su batalla
entre la seducción y el desengaño.

De lo humano
hereda la imprudencia y el goce
de exponer su intemperie desnuda
ante los astros.

Como único escudo
la piel.

Ese milagro.

7

Mis pieles sucesivas
obsesivas
fueron aniquilándome
devastándome
al parecer en apariencia
y rescatarme luego
en carne viva.

8

Nuestros pequeños universos
huyen
como huyó todo lo que sombra tuvo
y fue
bajo la piel.

9

Llevo
en carne abierta
los trofeos
de la resurrección y el desarraigo.

Y en los cuerpos ajenos
el gran riesgo
de amarlos.

10

Amo
esta carnadura
que sigue contemplándome
debajo de mis párpados.
Amo
esta muerte viva
clandestina
que siempre se me muere antes de tiempo
y siempre resucita.

11

Quizá
tras evadirme de las venas
y el tiempo
sueñe volver a ser junto a mi sombra
el reverso del fuego.

12

El fuego.
Siempre el fuego.

Nadie
podrá jamás avasallar
su llama
sin apagar el mundo.

13

La carne
es una amante
que hasta el fin se desnuda.

En ella
hasta el dolor se asemeja
al deseo.

14

Los instantes
son ya evanescencia.

Si nos desintegramos
es para asir mejor la madera
infinita.

15

Agotado el combate
la soledad nos nace como una herrumbre
estéril abierta impredecible
en su aire de piedra.

16

Como zona de riesgo
elijo el espejismo de mi primera
eternidad.

Ana Emilia Lahitte


Liberación

Las manos.
Sometida extremadura
de la avidez y de la servidumbre.


Si pudiera
las dejaría partir
desarraigadas
sabiamente inexpertas
como el tacto feliz de los amantes

buscándose en la oscuridad.

Ana Emilia Lahitte


Tigres

Dicen
que el territorio de las hembras
es menor.

Pero el olor a hembra atraviesa el verano
y el celo
es territorio prometido
para tigres
y albatros.

Ana Emilia Lahitte











No hay comentarios: