"Aquí está el verdadero propósito de nuestra práctica, liberarnos del dominio empírico de nuestros propios pensamientos, pasiones y deseos, liberar el espíritu por las cosas del Espíritu."

Basil Pennington


"Creemos en el poder de la oración. Dios y Cristo nos han dicho que nuestra oración es efectiva. "Pedid y se os dará." Dios, que constantemente hace avanzar a esta creación en su amor creativo, se ve afectado por lo que le pedimos y buscamos de él. La oración es importante debido a la profunda solidaridad entre la familia humana y todo el cosmos. Crear una paz más profunda en nosotros mismos crea un nivel de paz para toda la familia humana. Al renunciar a la violencia en nuestras propias actitudes, sentimientos y espíritu, y buscar la paz, podemos convertirnos en un instrumento de paz. Somos solo uno entre miles de millones y eso puede parecer poco, pero a veces tenemos que contentarnos con hacer lo poco que podamos. Siempre hay acción política. Tenemos que discernir, en cada caso, la acción política apropiada que debemos tomar. Ciertamente, deberíamos intentar mover a nuestro propio gobierno hacia una actitud menos violenta. Es extremadamente difícil, cuando ocurre la situación, decir lo que podemos hacer de inmediato, aparte de la oración, para tratar de traer paz. Podemos hacer todo lo posible para brindar alivio a las personas que sufren. Este tipo de sufrimiento nos pone en contacto fuerte y doloroso con nuestras limitaciones."

Basil Pennington




"El momento real, el momento de la recepción, es transformador en el sentido de que Dios está presente para nosotros, nos habla, reforma nuestras mentes y nuestros corazones, y nos lleva a Su comprensión. Para permanecer tanto como sea posible en ese nivel, y solo hay muchas cosas que podemos hacer, tomamos una palabra particular que Él nos ha dado en esa sesión de Lectio y la llevamos con nosotros. Volvemos a él tanto como podamos a lo largo del día. Esa palabra lo hace presente con nosotros, pero también nos invita a su manera de ver las cosas."

Basil Pennington


"En primer lugar, es importante distinguir entre dolor y sufrimiento. Como los budistas dejan muy claro, el sufrimiento proviene de querer algo y luego no tenerlo o sentir que no puedes tenerlo. El dolor causa sufrimiento porque pensamos que no deberíamos tenerlo. Pensamos que debemos estar libres de dolor, que debemos estar llenos de placer. El sufrimiento es cuando algo va en contra de lo que queremos. Es por eso que algunas escuelas budistas dicen que la manera de deshacerse del sufrimiento es deshacerse del deseo. Los cristianos creemos que estamos hechos para Dios. San Augusto dice: "Nuestros corazones no descansarán hasta que descansen en ti, Señor". Siempre habrá deseo, pero la felicidad puede encontrarse al saber que tenemos lo que queremos o que estamos en el camino de conseguirlo. Podemos querer participar en una cierta cantidad de sufrimiento y dolor, y encontrar una alegría profunda, porque tenemos lo que queremos. Por ejemplo, cuando un niño pequeño sufre terriblemente, la madre y el padre quieren estar con ese niño. A pesar de que les hará sufrir, quieren estar con su hijo en ese sufrimiento."

M. Basil Pennington


"Es extremadamente importante tener esperanza. La evolución de la conciencia humana se ha prolongado durante cientos de miles de años y es un movimiento poderoso. Las energías creativas divinas, que son amor puro, están en la base de este movimiento. La humanidad, en su curso evolutivo, ha pasado por períodos terribles, pero ha seguido y sigue. Estamos en un nivel bastante alto de conciencia humana en el período racional en el que vivimos. Cada vez más personas se dan cuenta de que tenemos que pasar a un nivel más integrado. Uno de los enormes desafíos que tenemos por delante es la plena igualdad de hombres y mujeres y la plena integración de las dimensiones masculinas y femeninas de nuestro ser. Esto hará una enorme diferencia en la forma en que vive y funciona la familia humana. Con suerte, seremos mucho más pacíficos. Esa integración es una unión como una familia humana, una comunidad humana. Estamos más capacitados y encontramos la mayor seguridad posible y la mayor felicidad en la comunidad cuando nos abrazamos como hermanos y hermanas, como hijos del Padre.

Cada uno de nosotros necesita vivir la esperanza, dándose cuenta de que estamos en este maravilloso curso en evolución. Incluso si hay sufrimiento y lucha en el transcurso de la misma, el grano de trigo que cae en el suelo sale con cien granos..."



La oración centrante pretende capacitarnos no sólo para orar como cristianos, sino para orar como Cristo. Somos Cristo en virtud de nuestro bautismo: «Vivo, más no yo, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20).

Y se nos ha dado el Espíritu de Cristo como nuestro espíritu: «No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu Santo que se ha derramado en nuestros corazones clama «Abba Padre» (Gal 4,6).

En la oración centrante abandonamos nuestros propios pensamientos y sentimientos y unimos nuestros corazones y voluntades a las de Cristo. Dejamos a su Espíritu, que ahora es también nuestro espíritu, orar en nosotros. Cristo está más íntimamente presente en nuestra oración que nosotros mismos. Ninguna oración podría ser más cristiana.

Eso me suena un poco panteísta. Yo soy yo: una pobre criatura pecadora, y Cristo es Dios.

Nuestro Señor dijo: «Solo Dios es bueno» (Mc 10,18). Todo lo que es, es bueno; ciertamente, todo lo que es, es Dios. Dioses: «Yo soy el que soy» (Ex 3,14) Dios es todo bondad, todo belleza, todo ser. Todo y todos los que tienen bondad, belleza y ser, lo tienen sólo en cuanto que son una participación de Dios. Esto es profundamente misterioso.

Cuando nos ponemos en contacto con el fondo de nuestro ser, de algún modo experimentamos esta unidad con Dios, que es. Sabemos que de algún modo permanecemos separados de Dios, pero es difícil, si no imposible, mantener esto en medio de la experiencia.

Los Padres y místicos de la Iglesia han hablado constantemente de llegar a la unión con Dios: una unión divina, una unión transformadora, una unión de espíritu. Sin la ayuda de la revelación histórica, nuestros hermanos de otras religiones en su lucha por transmitir su experiencia han usado expresiones que son o suenan partidistas. Algunos escritores cristianos —hombres como Tauler y Suso— han sido acusados de lo mismo.

Luchamos por expresar lo inexplicable. Ciertamente somos distintos de Dios. Somos pobres pecadores, y sin embargo somos uno con Dios, compartiendo su ser y bondad porque él es todo cuanto es. Nosotros, por el bautismo, hemos sido llevados a un compartir más pleno y a una unidad con él en Cristo.

Todo es verdad y no podemos negarlo; es difícil explicarlo. Cuando hablamos, necesariamente nos referimos unas veces a un aspecto de esta realidad total y otras a otro. No podemos decirlo todo al mismo tiempo, pero podemos referirnos al contexto de la totalidad del misterio.

¿No queda fuera la cruz?

Si alguien piensa que la oración centrante deja fuera la cruz, sólo tiene que practicar esta oración fielmente durante un período de tiempo. Es fácil, es sencilla; pero también es implacable en sus exigencias.

Su primera gran exigencia es pedir nuestro tiempo dos veces al día: una verdadera ascética en medio de nuestras ajetreadas vidas. ¡Hay tantas otras cosas que podríamos estar haciendo por Dios!

Nuestro deseo apasionado de hacer, de realizar cosas, de asegurarnos de nuestro valor por nuestros logros, por la dependencia de los demás en nosotros, todo tiene que estar lo suficientemente disciplinado como para permitirnos estar libres para abandonarlo todo en pleno apogeo del día y sentarnos tranquilamente con el Señor durante veinte minutos; permitirnos retirarnos lo suficientemente temprano como para levantarnos temprano para darle al Señor su tiempo antes de lanzarnos a las actividades diarias.

Hay que practicar ese ascetismo tan realista de sacar los pies de la cama cuando el despertador rudamente anuncia que es la hora de levantarse y rezar.

Una vez que logremos este prerrequisito necesario para sentarnos con el Señor, dentro de la práctica misma de la oración hay una exigencia de morir a nosotros mismos. La misma sencillez de la oración la encontramos difícil. Nos gustan las cosas complicadas, duras, que exigen cierta genialidad, para que en .su logro nos podamos dar palmaditas en la espalda por nuestro gran éxito. Nos encanta complicar las cosas para podernos felicitar por nuestra habilidad en descifrarlas. Pero en esta oración donde todo lo que hacemos es abandonarnos y dejar a Dios hacer, no hay demasiado espació para la autofelicitación.

Si la oración centrante es sencilla y en ese sentido fácil, es en su misma sencillez bastante dura. Para ser fieles a la oración; debemos abandonarlo todo: nuestros bellos pensamientos —y a veces no tan bellos, pero atractivos— nuestros sentimientos, nuestras imaginaciones, esas maravillosas inspiraciones que nos llegan; las soluciones que saltan a las preguntas y problemas con que hemos estado lidiando, la idea perfecta, el texto, la frase o el programa, todo, y sobre todo, a nosotros mismos.
Siempre que algo de nosotros mismos captura nuestra atención, hemos de abandonarlo y volver, por medio de nuestra palabra de oración, al Dios presente: centrando toda nuestra atención en él.

Hay un morir a uno mismo muy real aquí: una verdadera mortificación, un «hacerse el muerto».

Cuando alguien se opone a nosotros, se pelea e incluso nos maldice, por lo menos afirma con su acción que existimos. Pero cuando alguien simplemente nos ignora, nos reduce a la no-entidad, no existimos. En la oración centran te el ser, con todos sus actos, es ignorado. Cada vez que consigue distraer nuestra atención, simplemente debemos abandonarnos y volvernos enteramente al Señor.

No hay excepciones ¿Sencillo? Sí ¿Exigente? Mucho. Los que teman que la oración centrante sea demasiado fácil y que deje fuera la cruz y pase por alto la mortificación, el olvido propio y la ascética, que traten de practicarla fielmente.

Pero no seguimos a nuestro Maestro a la montaña haciendo tiempo para la oración centrante, y nos dejamos crucificar con él en su cruz salvadora para quedarnos ahí. El Calvario no es el centro de Jerusalén.

De hecho, la colina de la Calavera está arrinconada. El centro es la tumba vacía. Nuestro objeto en la oración y en la vida es vivir más plenamente en esa vida glorificada que es verdaderamente nuestra. Hemos sido bautizados en la muerte y la vida del Señor. Hemos nacido del agua.

La vida resucitada es nuestra ya. Esto es en lo que pone énfasis la oración centrante. La muerte, el morir a uno mismo, el hacerse el muerto —mortificación— está ahí, pero queremos ir más allá con Cristo y entrar en la experiencia viva de nuestra vida resucitada en él que se ha sentado a la derecha del Padre y misericordiosamente derrama sus dones sobre su pueblo.

Basil Pennington
Oración centrante




"La virtud de la humildad significa la aceptación de la realidad. Si no estamos en la realidad, entonces no podemos estar en las cosas del espíritu. La realidad es que Dios es bueno, que todo lo ama y que su creación es buena. Lo que sigue inmediatamente a la percepción de la realidad es la belleza y la bondad, y lo que sigue es el amor. Amamos esta inmensa belleza y amamos sobre todo al autor de esta bondad y belleza, Dios mismo. Estas son cosas del espíritu. Es asombroso cuando comenzamos a reflejar que Dios, la fuente de toda bondad, toda verdad, toda belleza, toda vida, todo amor, entró, en Su enorme amor, en nuestra lucha por la evolución de la realidad humana y aceptó nuestro sufrimiento. El sufrimiento también es cosa del espíritu, por esa razón."

Basil Pennington


"Mi entendimiento fluye de la expresión católica de la fe cristiana, de saber que Jesús es Dios encarnado. Dios se hizo hombre para poder llevarnos a la plenitud de la vida divina. Jesús es el Hijo del Padre, y tienen en ellos inmenso amor, se abrazan en Espíritu Santo. Experimento a Dios como un Padre inmensamente amoroso. Soy muy compasivo y compasivo con las mujeres y otras personas que tienen un problema con el nombre de mi padre, pero ha estado ahí durante más de sesenta años. Además, fui bendecido con un padre muy especial, por lo que me facilita usarlo. Miro a Jesús en el evangelio para que me ayude a entender a este Padre tremendamente amoroso. Como monje de la tradición cisteriana, fui alimentado por San Bernardo de Clairveau, quien pasó los últimos dieciocho años de su vida comentando el Cantar de los Cantares, la hermosa canción de amor en la Biblia hebrea. Su Dios es mucho el amante, y he crecido para entrar en esa experiencia con Dios como una madre inmensa, un amor que abarca todo y una energía creativa. Entrar totalmente y estar completamente abrazado por el amor divino tiene toda la riqueza de la mejor experiencia y comprensión que podemos tener sobre el amor personal y, sin embargo, es mucho más. Tratar de hablar sobre mi concepto de Dios es complejo y difícil porque es muy rico y, sin embargo, en la experiencia es absolutamente simple, es simplemente una comunión en un amor totalmente satisfactorio. Un amor que abarca todo y una energía creativa. Entrar totalmente y estar completamente abrazado por el amor divino tiene toda la riqueza de la mejor experiencia y comprensión que podemos tener sobre el amor personal y, sin embargo, es mucho más. Tratar de hablar sobre mi concepto de Dios es complejo y difícil porque es muy rico y, sin embargo, en la experiencia es absolutamente simple, es simplemente una comunión en un amor totalmente satisfactorio. Un amor que abarca todo y una energía creativa. Entrar totalmente y estar completamente abrazado por el amor divino tiene toda la riqueza de la mejor experiencia y comprensión que podemos tener sobre el amor personal y, sin embargo, es mucho más. Tratar de hablar sobre mi concepto de Dios es complejo y difícil porque es muy rico y, sin embargo, en la experiencia es absolutamente simple, es simplemente una comunión en un amor totalmente satisfactorio."

Basil Pennington


















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