Brindis

"Las flechas, rotas, y el jardín, seguro.
El humo nada entre los aires vagos.
¡Traedme el vino, y dejaré que caiga
sobre el tapete la verdad inerme!
Ya tengo más de un muerto en el almario,
más de un cadáver bajo el alfombrado
–de hierbas y de flores– triste suelo.

Mi memoria, que os llama inútilmente,
anda vagando por los cementerios
vestida de fantasma. Mi memoria,
brindando con la muerte."

María Paz Díez Taboada



Coleccionista

     Hay quien rebusca por los vertederos
cartones, zapatillas y paraguas,
quien recoge del suelo colillas y botones
y quienes se abalanzan
sobre la plata sucia del pescado
y los tomates que en la acera sangran.

     Hay quien se sienta junto a los visillos
que tamizan la luz de la ventana
y sobre la camilla abre, risueño,
aquel álbum de sellos de su infancia.
Existe la avidez de los que encierran
en una misteriosa negra caja
monedas herrumbrosas y vencidas.
Y los que ordenan, con mirada cándida,
los ceniceros sobre las repisas
y en las mesitas bajas.

     Hay quienes coleccionan billetes de autobús,
los envoltorios del azúcar blanca,
posavasos manchados de cerveza,
las ya inservibles llaves de la casa,
carteritas y cajas de cerillas,
y las postales. Voces de nostalgia.

     Yo colecciono nieblas,
olvidos y fantasmas
dentro de los floreros, en los libros
de amarillentas páginas,
detrás de los paisajes del pasillo,
dormidos entre fotos como sábanas,
en el armario junto a la colonia
y en los estantes de la ropa blanca.

     Olvidos archivados por orden de dolor,
enmadejadas nieblas y fantasmas
que taponan las grietas y rendijas
por donde afloran viejos afanes de venganza;
que tapizan rincones donde alienta el rencor;
que se deslizan ante las ventanas
para evitar el eco y que no atruene
el grito de mi rabia.

Paz Díez Taboada

Entre sombras

"Entre dos luces anda mi perfil desvelado,
desde el atardecer hasta alcanzar el alba.
De noche va mi senda, por la noche camino
una andadura torpe, braceando entre sombras.
Retratando confusos volúmenes o masas
que se despliegan, ágiles, burlando mi objetivo,
recorro las cornisas y aleros, adoptando
la postura del riesgo, mientras la ciudad duerme.
Cuando la luz avanza y se fijan los límites,
cuando el sol despereza los músculos dormidos,
yo corro las cortinas de la niebla y me embozo
con las estolas agrias de la melancolía."

Paz Díez Taboada


Invitación al viaje

      Acompáñame, ven. Por el camino
encontraremos perros y cristales,
semáforos en rojo y cerradas las verjas
de los jardines secos donde la arena ahoga
los linderos bordados de flores humilladas.

     Pero no importa. Ven. Encontraremos
rostros adustos, dientes como garras,
violentos gestos y feroces gritos...
Con manotazos bruscos tratarán de alcanzarnos.

     Pero, juntos, tú y yo seguiremos la ruta,
sonrosada y alegre, que no marcan los mapas
sobre el gris del asfalto. A cada instante
nos propondrá el deseo un alto vuelo.

     Acompáñame, ven. Te invito a un largo viaje
contra el viento, sin coche ni maletas.
Dejaremos atrás placeres preceptivos
y a tanto triunfador con las cartas marcadas.

     Buscaremos el norte. Buscaremos un alto
bosque frondoso y el rumor marino.
Y, cercana la hora del silencio,
cuando el sol se derrama como un ámbar
y encierra en su cristal rocas y espumas,
brindaremos, alegres, con la mirada absorta
ante la inmensidad del mar y del olvido."

Paz Díez Taboada


Nocturno

"Era muy tarde ya desde el comienzo
y la luz se enfriaba tras la lluvia.
Era muy tarde cuando la sonrisa
luchaba con la sombra.
Siempre fue tarde. Siempre fue la lluvia.
Fue oscuro el día y vacilante el paso.
Pero en la noche trazan las estrellas
mágicas convergencias.
Y los caminos, rectos."

Paz Díez Taboada


Pobreza

"En una sola mano cupo mi pobre ajuar
cuando partí una tarde de la ciudad de piedra.
En esta tierra seca, ajena y hostigante,
se ha ido engrosando el parco patrimonio.
Ahora ya cuento por docenas sábanas
-para enjugar el llanto- y vasos en que bebo
el odio a tragos y el dolor a sorbos.
Se cubren las paredes de cuadros y se apilan,
apagando los ecos, los libros resignados...
Pero, en cuatro mil tomos, no hay ninguno
que diga en dónde hallar la paz perdida."

Paz Díez Taboada




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