Cansancio

La ciudad, amigos, me clavó sus garras
Y así soy ahora
de turbia y extraña.
Tornáronse crueles
mis pupilas claras
Y amarga se hizo
mi boca rosada
que solo sabía
Compasiva y buena
de dulces palabras.
Ocultan mis manos
bajo el guante tibio 
de piel perfumada
las uñas agudas 
cual finos puñales
como una amenaza.
Y tras la sonrisa
-sonrisa brillante, perfecta, mundana 
bosteza el profundo
cansancio de mi alma.

Emilia Isabel Bertolé


Elegía de un sueño

"Construyo
con livianos colores imprecisos
un fino rostro de hombre, delicado y viril. 
Podría ser un marino
si mi mano trazara a sus espaldas
la gris arboladura de un navío.
Pero me duele aislarlo en la verde lejanía del mar 
y en su olvido.
Mejor un bosque, pienso, un bosque de altos árboles negros 
en un crepúsculo sombrío
para que se destaque como laminado
su voluntarioso perfil esquivo.
Lo nombraría así, el Cazador nómade, 
o el Soñador a quien ha detenido 
inmóvil un instante la afelpada 
soledad del camino.
Pero le temo a la sigilosa sombra del bosque 
y a su desvarío.
Y una ciudad que levante sus muros 
deslumbrantes y lisos?
No quiero encarcelar su altiva sien desnuda
en un geométrico laberinto.
Ni en la luz sosegada de una alcoba
desdibujarle todos los caminos.
Vencida, ya no dibuja mi mano;
sólo palpan mis dedos, perdidos,
el fino rostro de hombre que ha quedado por siempre 
desnudo de paisaje y de destino.
En tanto ya la lenta marea violeta de la tarde cubre mi pecho estremecido."

Emilia Isabel Bertolé


"Mis manos, ciertas veces
dan la rara impresión de cosa muerta
Palidez más extraña no vi nunca
marfil antiguo
polvorienta cera
y en el dorso delgado y transparente
el turquesa apagado de las venas."

Emilia Isabel Bertolé




Versos a la noche imposible

Más allá
de este cielo de chimeneas
está la noche,
pienso inmóvil y tensa.
No la noche sofisticada,
de la ciudad ebria;
turbia del aliento de los hombres y de sus huellas;
sino la alta, pura,
profunda noche verdadera.

La siento aquí, en mi pecho sofocado, 
como una presencia.

En el latido de mi sien,
en la ruta violeta de mis venas,
su soplo antiguo crece,
desesperada sed en mi boca que tiembla.

Con qué dolor oigo cómo me nombra el viento 
más allá de las paredes que me cercan!

Con qué amargo delirio le echo llave a la puerta!

Emilia Isabel Bertolé












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