"Desde mi punto de vista, la modernidad no ha fracasado de modo completo. Hay aspectos de la misma que habrá que evitar, como por ejemplo la deriva nihilista. Pero hay muchos otros que han de ser salvados y conservados, como sostiene el filósofo alemán Jürgen Habermas. Con todo, ya no somos modernos. Por ejemplo, no compartimos con los modernos la obsesión por la certeza. Hoy día nos toca más bien gestionar la incertidumbre. Otro ejemplo: la modernidad buscó por encima de todo la autonomía. Pero la autonomía moderna llevada al exceso se ha vuelto patológica en algunos campos. Nuestra tarea ahora consiste en compensar estos excesos. Hoy hablamos de interdisciplinariedad, de inteligencia emocional, de solidaridad frente al individualismo exacerbado, de compatibilidad entre la familia y el trabajo, de integridad del sujeto frente a la modularidad esquizoide, de integración supranacional frente a la autarquía de las naciones… En cada uno de estos puntos hemos reconocido un exceso de autonomía y queremos compensarlo. Es una tarea postmoderna. En resumen, tenemos que construir una postmodernidad sensata, con muchos mimbres modernos, otros pre-modernos y otros estrictamente actuales. Tengo la convicción de que la tradición aristotélica nos resultará de gran ayuda en esta tarea, pues siempre ha sido una tradición integradora."

Alfredo Marcos


“El Proyecto Genoma Humano dejó un sabor agridulce. La secuenciación del genoma humano fue un éxito, pero no cubrió ni de lejos las desmedidas expectativas con las que se impulsó el programa, ni en el terreno médico ni en el filosófico. Algunos pensaron que pondría en nuestras manos la panacea médica y el secreto de la naturaleza humana, pero no fue así. Lo que sí nos mostró el proyecto, una enseñanza muy valiosa por cierto, es que no todo está en los genes. De este toque de humildad resultó una pléyade de ciencias y también el impulso necesario para estudiar el cerebro humano. Pero no repitamos errores. Por mucho que aprendamos sobre el cerebro, no esperemos que nos brinde la curación inmediata de todos nuestros males médicos y sociales, ni mucho menos las claves últimas de la existencia humana. De hecho, es esta maniobra de apuestas a expectativas infladas lo que constituye un verdadero riesgo para la neurociencia.”

Alfredo Marcos
En su artículo “Neurociencia: evitar el desengaño”
Tomada del libro El nuevo cerebro humano de Carlos Luis Delgado García, página 18



"En la elección de teorías influyen los factores llamados internos, como por ejemplo la coherencia o la precisión predictiva. Preferimos una teoría coherente a una que no lo sea, es obvio, preferimos las teorías que predicen mejor. Pero también influyen factores llamados externos, valoraciones estéticas, por ejemplo, sobre la elegancia o simplicidad, factores sociales o emocionales o intuitivos. Esto no hace que la ciencia sea irracional. Nos obliga, más bien, a revisar nuestra idea de racionalidad. Necesitamos una idea de racionalidad integradora. Nuestra razón funciona como integración de todos estos factores. En griego razón se dice logos. Es una palabra relacionada con ligar, unir, integrar. Somos racionales cuando todos esos factores, internos y externos, se integran y equilibran en armonía. La razón humana como una buena salsa, cuando todo está equilibrado funciona bien. Los cocineros dicen que han logrado que la salsa ligue. En filosofía de la ciencia hemos cocinado mal la razón durante mucho tiempo. Le hemos puesto solo ingredientes lógicos y empíricos. Le faltaba la sal y el picante. Ahora sabemos hay que poner también emociones, intereses, intuiciones, tradiciones, valores estéticos, morales… El mole mexicano es una salsa excelente, ¡y los indígenas la hacen con más de treinta ingredientes! Eso sí, para ligarlos bien se requiere mucha sabiduría y trabajo."

Alfredo Marcos


"Es importante saber en qué medida la ciencia es una empresa racional, tanto desde el punto de vista teórico como práctico. Y es importante saber en qué medida nos aproxima a la realidad. Son las dos cuestiones clave."

Alfredo Marcos



"La ciencia requiere una actitud de honradez y de humildad intelectual, de reconocimiento de los propios límites. Las pseudociencias carecen de todo esto. Hay un papiro del antiguo Egipto en el que los médicos reconocen que no pueden hacer nada frente a una fractura de vértebras. Es un papiro sobre traumatología, de gran cientificidad. En cambio, los vendedores de crecepelo, por la misma época, presentaban sus pócimas como infalibles."

Alfredo Marcos


"La ciencia y la religión, como el arte o el derecho, son altas expresiones del espíritu humano. Como ha dicho recientemente el prestigioso biólogo de la Universidad de California Francisco Ayala, no tienen por qué entrar en conflicto. Ambas son ventanas a través de las cuales miramos el mundo. Ofrecen visiones diferentes del mismo mundo, visiones que pueden ser complementarias. La realidad es muy rica, sería absurdo prescindir de cualquiera de las ventanas que nos permiten asomarnos a ella. En algunos momentos de la historia, como dice Duhem, un cierto sustrato religioso ha facilitado el desarrollo de la ciencia. Pero hay que reconocer que las relaciones entre ciencia y religión son y han sido complejas. No se puede simplificar. La idea simplona y estereotípica de que son fuerzas opuestas es falsa. Es parte de una historiografía positivista por suerte ya superada. La religión es un fenómeno histórico y contemporáneo, está enraizada en la naturaleza humana y hemos de hacerla compatible tanto con la filosofía como con la ciencia. De hecho, la religiosidad, en esta etapa postmoderna de la historia, está en crecimiento en todo el mundo, salvo en Europa, que es a este respecto una extraña excepción (es tentador poner este fenómeno en paralelo con el crecimiento económico, que se está dando en todo el mundo, menos en Europa). Ahora bien, como decía, las relaciones entre ciencia, filosofía, religión, arte, derecho… no son, no serán nunca sencillas, siempre oscilarán entre la colaboración y la tensión. Es obvio que históricamente ha habido de todo, momentos de mayor colaboración y otros de mayor tensión. Y muchas veces las tensiones entre ciencia y religión se han producido –y cito de nuevo a Ayala– más por conflictos políticos que puramente epistémicos. En resumen, desde la filosofía el mensaje debería ser claro: hemos de trabajar por la compatibilidad y colaboración entre las distintas expresiones del espíritu humano; y hemos de evitar la mutua hostilidad y el empobrecimiento que supondría la eliminación de alguna de ellas."

Alfredo Marcos



"Thomas Kuhn y Karl Popper fueron los filósofos de la ciencia más importantes del pasado siglo. No se puede hacer filosofía de la ciencia sin tenerlos en cuenta. Y si se hace, resultará necesariamente anacrónica y parcial. Hay una vieja obsesión, que viene ya de la antigüedad, por buscar métodos científicos que aporten certeza. Tanto Kuhn como Popper, cada uno a su modo, se dieron cuenta de que la ciencia no puede aspirar a la certeza plena. A partir de ahí la filosofía de la ciencia cambia drásticamente. Se puede decir que después de Kuhn y de Popper la filosofía de la ciencia se acerca más a la propia ciencia, a esa actitud de humildad intelectual y de reconocimiento de límites que es propia de la ciencia. Por eso, a mí, la obra de Bunge me parece de un valor muy estimable, en cierto modo incluso titánica, pero también algo anacrónica."

Alfredo Marcos













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