“Florece, sin pensar que con tus rosas
has de dar al minuto un nuevo encanto.
Canta, sin esperar que con tu canto
se clarifique el alma de las cosas.
Teje bajo tus horas silenciosas
tu red de fina luz y negro espanto.
Ensáyate en la risa y en el llanto
y sueña con fantasmas y con diosas…
Qué importa el claroscuro de la senda?
La comba inmensa o la apretada venda?
El puro incienso o el costado abierto?
Todo, todo es fugaz y sin sentido,
y encendido de gloria o adolorido
has de llegar un día al mismo puerto…!”

Ricardo Martell Caminos


Tres elegías a mi padre

Elegía III

Padre! Señor humilde!
Hombre cabal, sin mácula, sencillo.
Hoy se por qué la tierra se te daba
con infinito, conyugal cariño.
Por qué todas las voces de la aurora
te llamaban amigo
y por qué el tiempo
estaba siempre fiel a tus designios.
Fue porque tú jamás pediste al tiempo
un solo instante mínimo
para pensar en algo que no fuera
el hoy y el mañana de tu hijo…”

Ricardo Martell Caminos


Tu voz

"¡Tu voz!
Voz de campana
con húmedo badajo de geranios.
¡Voz que arrodilla el alma!

Voz que viene y no llega.
Que llega y no se va...
Que no se sabe si entristece
o nos hace reír y cantar.

Tu voz siembra de rosas los senderos
por donde el corazón corre a buscarte.
Voz que sacude ramos de recuerdos
a orillas del alba.

Ayer y hoy: ¡tu voz!
Mañana:
¡Sólo tu voz ha de marcar la senda
para volver a tu presencia clara!"

Ricardo Martell Caminos










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