Cold play

La vida abre la piedra y la ilumina,
colores prodigiosos,
en su interior contienen las estrellas, el fuego,
agua que no cesa de atravesar las fuentes.

La vida es palabra que despierta el goce,
esta oscuridad,
los aledaños de la gran pena,
un domingo con los pies besando la espuma
que regresa veloz a su inmóvil orilla.

A veces compartida se multiplica
y entonces cabe el mineral, la sed,
el silencio que conquista la roca
o tus ojos en la ventana de mis piernas,
los dientes, la elipsis, el altar,
el llanto de una niña,
su esperanza.

María García Zambrano


La belleza

I

Cuanto sé de la belleza me ha sido entregado
en el latido aún caliente            de los metales.

Sé de la víscera, la llaman hígado,
y de los jugos que sonámbula    segrega
para el miedo.
Conozco el susurro de cama articulada
con su onírica                 materialidad de nido
o el goteo despertando al vigía
en su amanecida
                            estrepitosa.

(He sentido el frío amoratado
la dulzura de los azúcares medidos en la sangre
y el babero con el nombre que la anciana
conjura
como ofrenda).

También sé que al levantar de piernas le sigue
el temblor óseo
y en la palma de su mano
respira
la línea que redime.

II

Cuanto sé de la belleza se aloja
en la palabra Árbol
la rama de una latitud crecida    en la columna
la raíz
o símbolo
de la supervivencia.

De la belleza reconozco el grito
sobre la genealogía antigua
de los tullidos.
Y aprendo extramuros:
la soledad no es un idioma que habiten las aves.

III

Cuanto puedo decir de la belleza me lo enseñó su canto
de él regresa la Mirla
de él aprendemos que     el arcano se equivoca.

(He visto que de los dedos de la madre nace
un hilo de compasión para tejer
sudarios.
Que la boca mastica mentiras piadosas
para derretir la nieve
que los sabios construyen palacios
inaccesibles).

IV

De la belleza he aprendido
a renacer en la blancura

y a soñar:

vengan caballos 
atraviesen su pecho
y silencien
la máquina servil 
que confunde
el no latido
con la ausencia de la métrica.

María García Zambrano


Pequeña alucinación

I

En lo pequeño te buscaba,
escorpión de la orilla.
Has sabido morder
mi labio
mis zapatos
hasta llenarme de eco.
En lo diminuto recogía
montoncitos de té
para tanta desgana.
Te miraba las manos
no llegabas a más
se extendían para hacerte crecer en la sombra
pero era ínfima la huella en la nieve
diminuta la cavidad
tu boca:
oscura alberca donde el juego.

II

– Abre la ventana al árbol.
Pero sin árbol.
Arranqué cortezas de una mesa
y ardió la casa.
– Abre la ventana.
Pero no había espacio para abrir.
En el centro el musgo eléctrico nos envolvía el sexo
de pequeñas alicias que beben agua sucia del baño
y no pueden vomitar.

III

Todavía riego flores de papel en el sótano
y me escondo haciendo ruido,
para que no vengas.
Espanto las moscas del espejo,
y en lo pequeño sigo buscando.

Ya no recuerdo el agujero que hice en la pared
con mis uñas postizas.

María García Zambrano







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