De las mujeres desnudas

I

llevamos los cabellos extremadamente largos
y los cuerpos desnudos
los pies descalzos heridos por la arena
nos llevan al mar
imperturbable
nunca nos ven los rostros
sólo imaginan el agua, también, en nuestros ojos
los cabellos al viento, banderas desatadas
cuando ya no hay nada
entre la espuma y la carne
quedarán los poemas
los poemas atroces de las amantes de Hamlet.


II

cuantas piedras para este muro inmenso
para este camino, para la casa
la casa que abriremos a las mujeres desnudas
que llegarán del mar procurando el árbol
y la fuente
guardamos el calor y guardamos la fuente
el naranjo sostiene sus frutos dorados
es nuestro deber para un tiempo sin dioses
que nunca ha sido el nuestro
como señal llevamos el sexo descubierto
los pechos y el cabello al viento que nos hiere
y esperamos pacientes
su paso de agua a nuestra casa abierta

Marta Dacosta


EN LA PIEL de ciruela que me cubre
crecí desde el jardín de mi infancia.
La casa se cerró, yo mudé el viento.
Aún soy carne madura de ciruela
y soy agua y almíbar en agrura.

. . . . . .

SOMOS DE luz, de viento, de miseria,
breves caminos en el trecho del día,
piedras de sal olvidadas en calles
silenciadas y lentas.
Las horas no son. Los pasos no llegan
y los sueños sumados sólo ven una luna,
llevamos en las manos las flores del pasado
que no duran el instante que las cruza.
Somos de luz, de viento, de miseria

breves caminos de sal en calles yermas.

Marta Dacosta


Hoxe estou en silencio xogando co pasado,
mentres vexo chegar andando a miña avó,
que aínda é tan pequena como eu a recordo
e segue alí no vello paseo Afonso XII.
Eran cen escaleiras as que nos separaban,
o mundo da cidade vencido de ruídos
e a praciña de pedra en que aínda hai un pozo
ou a casa pequena da indomable Manuela.
Recupero a memoria de Pepa silenciada
pola peste da gripe cando empezaba o século,
e o misterio da vida en garrafas de barro
e algodón por Gonzalo, que naceu a destempo.
Recupero a friaxe e o sal do mar na noite
e a chalana afogada na outra beira da ría,
á miña nai tirando carbón desde a bufarda
ou atada a unha silla de falar castellano.
E eu sinto que son hoxe tantas que entón me foron,
Saladina, Manueliña, Rosa ou tamén Pepa,
e a mesma Teresa que nos fala incansable
mentres o tempo vai rodando pola tarde.

Marta Dacosta


Huesos de mujer,
huesos que encogieron en la humedad del invierno,
de todos los inviernos
que inundaron el siglo.
Huesos de mujer,
huesos o cristal que no resiste los días
y se clava en la carne
recordando el dolor de cada parto,
de cada océano de sangre
que el cuerpo vomitó.
Huesos de mujer
que se deshacen con el invierno de las mil lluvias
y vuelven a la tierra que pisamos,
a la eternidad del silencio y a la verdad,
a la detención del sufrimiento.

Marta Dacosta










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