"¡Desgraciado de mí si he nacido para ver la aflicción de mi pueblo, y la prosternación de la Ciudad Santa, y para permanecer en paz, que ella sea entregada en las manos de sus enemigos!" .Vosotros, pues, mis hermanos queridos, armaos del celo de Dios; que cada uno de vosotros ciña su cintura con una poderosa espada. Armaos, y sed hijos del Todopoderoso. Vale más morir en la guerra, que ver las desgracias de nuestra raza y de los lugares santos. Si alguno tiene el celo de la ley de Dios, que se una a nosotros; vamos a socorrer a nuestros hermanos. "Rompamos sus ataduras, y rechacemos lejos de nosotros su yugo". Marchad, y el Señor estará con vosotros. Volved contra los enemigos de la fe y de Cristo esas armas que injustamente habéis ensangrentado con la muerte de vuestros hermanos...”

Urbano II

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