"Ahora que llueve, que irrumpen las voces de la noche, el vientre de la noche, la inspiración azul.
Que todo se derrumba al fondo de sí mismo, los héroes huyen, el silencio brama, lo cerrado es abierto, la parte el todo, lo ambiguo ambiguo.
Que me pierdo en ciudades que aún no he sido, azorada de lo que existe sin ninguna razón, sin reclamar un sentido, y es vasto y múltiple y vacío como un poema que le habla a Dios.
Que estas líneas al filo de mi cuerpo consuman por fin lo inexistente y su alegría, este elusivo interregno que soy, ese jardín ilegible donde la dama deshonesta escribe en su rincón de sombras.
Y todo sucede tan lento, el temor y la tensión, ese futuro perdido como una pena, el deseo que hace tanto es una enfermedad, todo ocurre como si lo hubiera traído un visitante, una parte de mí más grande que yo, la que tiene un sueño incumplido pero la idea se le escapa, como una promesa.
Y está bien así, todo debe aprender a perder, a volver al reino de lo desconocido incluso el amor más durable, el que se ignora a sí mismo.
Ahora que los cantos no importan, o importan en la medida en que fracasan (pues la belleza se revela sólo en aquello que se quiebra), que me he quedado sola, sola en la casa ciega, yo, la novia sensual de la penumbra, y alguien susurra a mi oído el arte de limpiar el jardín."

María Negroni
Carta a Sèvres



El espejo del alma

Como el alma que canta por sí misma
en su limpia casa de cristal

Hermann Broch


"Tuve que viajar a Nevada para verte. Una gran planicie rodeaba la casa donde me esperabas con una túnica blanca, más alta que de costumbre.
Presentí que la casa existía en la memoria, cosa que confirmaste atravesando con tu brazo el hielo que suplantaba ahora a las paredes. Acostumbrada a esconderme en las palabras, quise darte una carta. Esa carta hablaba de las diferencias del río: lo que fue, lo que es, lo que será. Pero vos eras el río y la imagen del río, visto desde la altura (quiero decir, la furia misma). Me miraste, morada de ternura, bajo el color inconstante de la niebla. Terminé por tratar de pinchar la carta a tu plumaje pero te negaste, afable, como quien aprecia el esfuerzo de simular lo imposible. El pico tembló ligeramente. Me dejaste a merced de la felicidad, contemplándote, ahora que eras un enorme pájaro blanco."

María Negroni


Fata Morgana

"Venecia completamente hundida. Sólo se ven los duomos, estatuas sobre
los duomos, el cobre de algún campanil. En la tarde, el agua tiene el
color de los espejos falsos. Melancolía en gris, duelo a la deriva. Pasa
un zapato de charol negro, enorme, de taco altísimo. Féretros envueltos
en terciopelo rojo se mecen en el agua, como góndolas. Pienso; Estoy
a salvo. El cementerio es esta isla amurallada. No hay nadie más que yo,
e hileras de camisas con corbata (siempre en tono gris), manos que
salen de la tierra, si uno levanta una de esas manos, aparece una mujer
en vestido de otra época, al instante se desvanece, su expresión no es
infeliz.. (Siguen los ataúdes, siguen los espejos bajo la tarde en vilo.)
Una bufanda azul se agita sobre una cruz, una fecha improbable sobre
un muro. Entonces aparece el ángel con una pluma en la mano y dice:
—Ahora, cierra los ojos y vuelve a perder el sitio de tu extravío."

María Negroni



La ciudad nómade

"Como si de tanto ser abril, abril se esfumara.
Y yo, esa mujer cansada, sin saber 
qué hacer con tanta huida, 
dónde esconder las armas del exilio y la astucia. 
Al entrar, primero a un corredor 
y luego a un patio cuadrado y generoso, 
alcanzo a ver al hombre que tal vez me enseñe a amar. 
Por un beso, 
recogería ese umbral, 
ese cielo más hondo donde sueñan sus labios, 
abrazaría mis lágrimas futuras, 
esta penosa vida que me avanza.
Pero no me detengo,
el patio hierve: unos jóvenes corren, 
un auto frena en seco,
rugen ametralladoras, la noche clandestina,
hay un algo de nupcias con fantasmas, 
de cita cantada.
De pronto, dice una voz a mi lado:
—Córrete para atrás que ahí viene la ciudad.
Veo que la ciudad se acerca
y pasa por delante como si fuera un río.
Una novia clara.
Transcurre, de izquierda a derecha, 
lentamente, 
con su perfil de almenas y de lumbre. 
Alborozada, me pregunto por dónde he de cruzarla."

María Negroni



Los cementerios de París


el mismo mapa siempre
la misma guerra
a los suburbios del poema
donde el dolor se alitera
sin alcanzar su exilio

o tal vez un deseo
de hallar un punto fijo
para la migración
y la conciencia

y después líneas
pájaros absueltos
                 de su mañana muerta

esa música
entre la nada y la cabeza

María Negroni
Del poemario "Cantar la nada"



"Y así perdura lo que no tuvimos
mas que en el acto de perderlo todo
rendija abierta al filo de las cosas
que no repara en costos de la empresa
yo me voy te vas vos nos hemos ido
qué importa la impresión de haber fallado
la despedida es parte del encuentro
el poema lo sabe antes que nadie."

María Negroni










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