En primera persona

Nunca el puente del relato será pretérito.
El espacio sombrío que salva el hombre
encierra todos los conflictos, todos los vértigos.

Lo que hemos elegido ser
y aquello que alejamos
del umbral del sueño,
por falta de convicción o cobardía.

Esa duda que muerde, apremia y vivifica…

El movimiento unívoco
nunca logrado
en la coral de las evasivas,

la marcha conjunta hacia el fin,
que es necesariamente solitario,
claro de sigilo…

Los falsos espejos
de nuestros más íntimos deseos...
¿Quién los desvela?

¿Quién persigue la esencia de algo
sólo engendrado en sus lindes?

Los futuros desiertos, extinguidos
por la prematura elección
(tal vez siempre la elección sea inmadura,
tal vez el peor trance sea tener que elegir).
La vida exige una respuesta,
te arrincona entre uno u otro cielo,
en el plenilunio de la posibilidad.

Ser… ¿Ser quién?
¿Tu propio asesino?
¿La criatura circunspecta
que se deja morir?
¿Los postigos cerrados de un sueño?

La literatura no agota estos ni otros misterios,
abre el inmenso interrogante,
multiplica la constante indagación,
nada ceja de hollar,
todo lo que en ella toma cuerpo y se adivina

es una misión vivida
en el singular cosmos
de la primera persona.

Luisa Pastor



La habitación de Emily

hay algo más tranquilo aún
que el sueño
en esta habitación de dentro
Emily Dickinson


hoy he decidido quedarme en casa
es confortable mi estrecha habitación

desde la ventana que da al jardín
veo el árbol centenario
de tronco recio    imposible de abrazar
los niños del vecindario
jugaban a hacer la prueba
abrían mucho los brazos
y resoplaban de impotencia
en pleno ejercicio de la diversión

yo no      prefería observar
imaginarme siendo parte del juego
desde lejos    como una criatura más
de esa algarabía    “no puedo”
decían entre risas
y volaban en griterío hacia otra aventura
yo no      yo me quedaba      siempre me quedaba
en silencio     con mi canastilla de hierbabuena
en el regazo
me daba pena esa soledad inmensa
en que dejaban al árbol
luego entraba en la casa blanca
subía con cuidado los peldaños de la escalera
tratando de hacerlos chirriar
como en un cuento de terror
y de nuevo me hallaba
echada sobre el escritorio

desde fuera muchos se habían acostumbrado ya
a mi silueta insinuada tras el cristal      estática
con mis cuadernos    mis libros     mis papeles

“debe de ser la habitación de la chica rara
esa que no juega    que no habla
dicen que se pasa el día leyendo    sola
hay que estar chalada”

pero eso yo no lo oía    únicamente lo adivinaba
quizá nadie me prestara siquiera
la más mínima atención
y haya sido toda yo transparente
una huella de indolencia
cuya pista    jamás     nadie     en absoluto    siguió

yo    en cambio
reparaba en todo
los indicios estaban en cualquier parte
los recuerdos en cada detalle

un cielo más azul de lo normal
un crespón en la puerta
un pájaro caído
una página arrancada
un geranio marchito
se me representaban como habitual interlocutor

entonces me apretaba fuertemente las manos

y le preguntaba a mi corazón
cómo era capaz de soportarlo

ahí sentada    con mi lámpara de noche
encendida a plena luz del día
sobrevolando la inmensa copa del árbol viejo y desnudo
me sorprendía yo
al llegar a mi habitación
esperando paciente la celebración de la hora de plomo,
el milagro de una pequeña obra irreparable

“dejad que piense     sí    estoy segura
de que eso era todo”

E. D.

Luisa Pastor



Presagio

Oír cómo el cielo
se desprende, leve, en el mar,
y ser en ti vigía de la noche.
Deseo.
Existo.
Aquí y ahora.

Me sueño
péndulo de tu roce,
balandro de tu respiración,
acompasada y cierta,
como el viaje de las olas.

Llaman las gotas de lluvia
a mi cristal.
Yo,          
por si acaso conocen
el fin de mis dichas,
te abrazo.

Luisa Pastor


"Reivindico una poesía más femenina sin poner al hombre en mal lugar."

Luisa Pastor


Te invoco

"Indelebles
son las marcas
que dejaron en mi piel
aquellos prístinos encuentros,
hoy tan lejanos.
Y esta noche
rielan una vez más
tus ojos, a oscuras.
Ahí están:
fulgúreos, etéreos, dominantes,
ahítos en mi delirio.
Sales y entras:
como tu casa es mi alma,
sin ti deshabitada.
Todas sus ventanas quedaron abiertas,
permitiendo el escape
de una apenas perceptible melodía...
¡Ah, sí! Una de esas canciones italianas
que no dan tregua a los enamorados."

Luisa Pastor





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