Febrero

Febrero legaliza su inicio cada año
al profanar la espuma demorada en las orillas.
Un año y otro y más 
como un barco que zozobra entre los escollos 
y regresa con las redes desbordadas.

Ha llegado un febrero que se crece en las aristas 
ante el grisnaranja del ocaso apasionado, 
anaranjado occidental que alza su lienzo de ababoles 
y tras él, un irrepetible soplo malvaañil 
revolotea junto a los marítimos albatros.

Entre parabienes renace febrero, atlántico 
y plagado de ilusiones que nadando a la deriva
vuelven siempre a pedir su tributo 
con su balance al día
y sin llevarse el aliento de este espacio de vida
que ha caído hasta el fondo del pozo.

Será febrero, finalmente, el auxilio imperioso 
para la evocación del peregrinar de mis años,
el rayo redivivo para el encuentro oceánico
en el fondo agrietado de mi corazón marchito.

Marisa Peral


Lluvia tardía

Nos abordan las pretéritas caravanas de la memoria
con su aroma de aguacero.
Renuncian a su bagaje de nostalgia
en los andenes de una estación inexplorada.

Llega la lluvia tardía con el sabor inocente de la infancia,
fragancia de lavanda y pulgaradas de gardenias
y un visillo lánguido cubre la cerrazón del cielo.

Las brozas de los bosques escinden la acuarela
con la anchura de un adiós o un para siempre
que busca sus raíces en la luz en el horizonte.

Llega de lejos el olor de la tierra mojada,
nos arropa en la crujía de la ensoñación,
en la antesala oculta para becarios de náufragos,
condenados a ser perpetuos títeres de agua.

Pesan las lágrimas como miríadas de asteroides
en estas horas suscritas con extracto de hierbas
como las joyas sin brillo de la desolación,
usurpadas del cofre íntimo del alma estéril.

Propaga el aire las trovas de la huida
bajo los cobertizos de los suburbios anegados de lluvia
y una difusa voz ciega de alcohol y de abandono,
estampa el silencio en el vapor de los espejos.

Marisa Peral
















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