"Después, empezó a supurar angustia a cada paso que daba. La amargura se retiró y ocupó su lugar un sentimiento de una intensidad que no había conocido hasta entonces. Ahora, sus pisadas avanzaban más decididas por la acera, entre el gentío del mediodía. Entonces, mientras empujaba las puertas de doble batiente y se acercaba al atestado y ruidoso mostrador de una taberna, le pareció que ya nada volvía a importarle. Desde allí, mantuvo fija la vista en aquella hermosa trampa rebosante del cebo de las jarras de cerveza que le conducirían hasta la mejor e inimitable especie de olvido que existía."

Alan Sillitoe
Tío Ernest




"Hay que aprender a buscar por uno mismo lo que es bueno y justo."

Alan Sillitoe


La decisión de Lucifer

Lucifer se durmió durante el viaje hacia el sur,
(pero solo un poco)
porque por la mañana tenía que decidir
si, habiendo cruzado el río,
y dicho adiós a la luna,
cuando ningún perro ladraba ya
ni se veía humo saliendo de ninguna tienda
ni se escuchaba voz alguna,
debía tomar la izquierda
o la derecha del camino.

Era mejor no parar
ni pensar en el calor
sino atacar sin pensarlo hacia izquierda o derecha.
O eso, o abordamos el camino del medio
Un páramo de granito verde
donde uno vivió entretanto
y aprendió mucho más
que tras el agotamiento de una decisión apresurada,
o la ruina absoluta de la decisión correcta.

Alan Sillitoe


"Los problemas de los hombres simples son los problemas de los dioses."

Alan Sillitoe



"Más tarde, cuando al club se le acabó el dinero y el astuto encargado cerró el grifo para los que no pudieran pagarse sus consumiciones, Arthur dejó ocho medias coronas sobre la mesa con intención de apoquinar lo suyo.
Era la noche del sábado, la mejor, la más juerguista y la más divertida de la semana. Uno de los cincuenta y dos días de fiesta en la Gran Rueda del año que tan lento gira; un preámbulo enardecido para un Sabbath de postración. Las pasiones contenidas explotaban cuando llegaba la noche del sábado, y el efecto de la dura y monótona faena de una semana en la fábrica se eliminaba del organismo en un estallido de cordialidad y buena disposición. Tu lema era «emborráchate y disfruta», y con tus mañosos brazos rodeabas cinturas femeninas, sintiendo cómo la cerveza bajaba benéficamente hasta el elástico receptáculo de tu estómago.
Brenda y otras dos mujeres que se habían sentado con Arthur vieron cómo este echaba hacia atrás su silla y se levantaba con estrépito; sus velados ojos grises le otorgaban el aspecto de un druida alto y enjuto que estuviera a punto de emprender una danza frenética. Pero, en lugar de eso, musitó algo que ellas, demasiado abstraídas o puede que demasiado borrachas, no pudieron entender, y caminó vacilante hacia el primer escalón. Muchos observaron cómo se sujetaba a la barandilla. Luego giró la cabeza y echó una lenta mirada alrededor del salón abarrotado, como si no supiese muy bien qué pie mover primero para que su cuerpo comenzase el descenso, ni siquiera por qué quería bajar las escaleras en ese preciso instante."

Alan Sillitoe
Sábado por la noche y domingo por la mañana




"Maud apartó la vista del espejo y vio la sorprendente adquisición de su padre en el tramo de grava frente a la puerta de entrada de la parroquia. De inmediato cerró el libro y olvidó el número de la página que leía de The Old Wives' Tale ante la visión de algo que no adquiriría vida sin la intervención de manos humanas que lo movieran, esa extraña armazón entre cuatro ruedas que la atraía como si todas sus partes metálicas estuvieran imantadas. Tras varias vueltas lentas en torno a la máquina prístina, se arrodilló para echarles un vistazo a los mecanismos internos, acarició los elegantes asientos de cuero, abrió la caja de herramientas, metió los dedos en el tanque de combustible, probó las puertas de cierre perfecto, deslizó una mano por los recios guardafangos y sintió un deseo loco de besar el timón. Los efluvios de aceite y combustible la excitaban, toda esa adorable bestia armonizaba con su corazón y sus percepciones futuras del mundo. Una mano afectuosa en el hombro fue señal de la gratitud paterna por su aprobación."

Alan Sillitoe
El carro del sol




"No soy un lunático de la izquierda. Creo en la democracia. Pienso que el pueblo da lo mejor que tiene -su trabajo- y ha de recibir por tanto lo mejor. Estoy en contra de los que piensan que para lograr eso hay que masacrar a la burguesía; al contrario, estoy seguro de que el cambio social puede lograrse sin que se produzca un baño de sangre."

Alan Sillitoe



"Supongo que esto os hará reír por lo bajinis, que yo diga que el director es un estúpido hijoputa, cuando apenas sé escribir y él al revés, lee y escribe y suma como un puñetero catedrático. Pero lo que digo es la pura verdad. Él es un estúpido y yo no lo soy; porque yo soy capaz de ver dentro del alma de la gente de su clase, y él no ve una mierda en los de la mía. Ambos somos astutos, eso lo admito, pero yo lo soy más. Y al final acabaré ganando aunque me muera en el talego a los ochenta y dos tacos, porque le sacaré más diversión y chispa a mi vida que él a la suya. Lo juro. Se habrá leído miles de libros de cabo a rabo, me imagino, y por lo que sé, incluso habrá escrito unos cuantos él solito, pero estoy segurísimo, tan seguro como que estoy aquí sentado, de que lo que estoy garabateando yo ahora vale mil veces más que lo que él llegará a garabatear nunca. Me da igual lo que digan, pero esa es la pura verdad y nadie puede negarla. Cuando habla conmigo y yo le miro a su jeta de militroncho sé que estoy vivo y que él hace tiempo que está muerto."

Alan Sillitoe
Del relato: ""La soledad del corredor de fondo", pp 29-30



"Tuve la mejor formación posible para un escritor: mi padre no tenía libros, dejé la escuela a los 14 años y desde entonces me puse a leer. Quería escapar. Toda gran novela, El Quijote por ejemplo, supone la creación de un mundo y, por tanto, un escape. El único además en el que el espectador participa. Aparte de la literatura, todo lo demás nos lo dan hecho."

Alan Sillitoe









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