"Se da una fuerte paradoja (…). Las partes del mundo que más se parecen hoy a Europa, en términos de población y cultura, distan mucho de Europa —de hecho se encuentran separadas de ella por vastos océanos— y aunque su clima es similar al europeo, su flora y su fauna son muy diferentes de las del viejo continente. Las regiones que hoy en día exportan mayor cantidad de productos alimentarios de origen europeo —cereales y carne— que cualquier otro territorio del mundo, no tenían quinientos años atrás, ni rastro de trigo, centeno, bovinos, cerdos, ovejas o cabras. La resolución de esta paradoja es tan fácil de plantear como difícilmente explicable. Norteamérica, la Sudamérica meridional, Australia y Nueva Zelanda están muy lejos de Europa pero gozan de climas similares al suyo, y la flora y fauna europeas, incluyendo los seres humanos, pueden sobrevivir en estas regiones si la competencia no es demasiado dura. En general, la competencia ha sido bastante blanda. En la pampa, los caballos y bovinos ibéricos hicieron retroceder al guanaco y al ñandú en Norteamérica, las lenguas indoeuropeas han arrollado a las algonquinas, muscógeas (o Kreek) y otras lenguas amerindias: en las antípodas, el diente de león y el gato doméstico del viejo mundo han ganado terreno frente a «la hierba de los canguros» y a los kiwis. ¿Porqué? Tal vez los europeos hayan triunfado debido a la superioridad de su armamento, en organización y en fanatismo, pero ¿porqué diantres nunca se pone el sol en el imperio del «diente de león»? Tal vez el éxito del imperialismo europeo haya tenido un componente biológico, un factor ecológico."

Alfred W. Crosby
Tomada del libro Seres y lugares en los que usted no cree de Jesús Callejo y Carlos Canales, página 243

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