Calígula

Es la hora que más odias, 
cuando la tarde cae
como si se desplomara del tejado.
Lobregueces rastreras 
corren bajo tus pies y sientes
que eso que pasa enfriándote la cara
no es el viento.
Comienzas a oír voces
que nadie más oye. 
Crees ver centuriones de niebla entre la niebla,
manos que flotan, 
lenguas arrancadas, y disolverse en la noche 
la tediosa muralla que te aísla.
Tu sombra acobardada te precede
por los polvorientos salones del palacio. 
Y llegas a tu lecho 
en los hostiles dormitorios
sabiendo que allí sólo te aguardan
sueños enemigos. 
Sueños con dientes sin fatiga, 
puntuales, pertinaces 
como la oscura rata que noche a noche
roe en las tablas del piso.

Óscar Cerruto

Cantar

Mi patria tiene montañas,
no mar.

Olas de trigo y trigales,
no mar.

Espuma azul los pinares,
no mar.

Cielos de esmalte fundido,
no mar.

Y el coro ronco del viento
sin mar.

Óscar Cerruto


El amor

Como un vino de guerra la tarde
se nos brinda
y en lo alto canta la alondra.
¿para qué más?la alondra en lo alto
y aquí abajo dos copas
colmadas por un vino de guerra.
a qué inquirir sin causa
los números del cielo
si tu piel desafía
su imperio de amapolas
si en la azulada sombra
lecho de amor
tu labio solicita
el sello que devora.
acerbo el aire pasa
sobre tu vientre sientes
su alado fuego y es mi mano
la que pulsa la dicha
y hace cantar el oro del verano.

Óscar Cerruto


El miedo

                                        I

No es el sonido de mi sangre
o el ala de un insecto
ni siquiera
la luz
       acercándose
oscilante como una mano
en la indefensa
sombra.
Lento rebota un grito
en las piedras de la calle
- y oyes el sueño de una hoja. 

La calma
      corroída
repite su amenaza. 
El ojo (indecible)
del silencio. 

Un muro es la noche
y transparece. 

                                        II

Sabía que mi muerte eran puñales
y era una sola bala
y no temía. 
Más temía l
a noche de los otros 
sin pisadas. 
Y ahora muero oyendo 
clarear el viento entre los árboles 
correr el ruido a sus asuntos. 
Miro mi mano 
no la veo 
cierro y sólo estrujo 
frío recuerdos oxidados. 
¿Es la muerte esta jugada? 
¿O estoy muerto 
ya muerto 
caminando por la muerte? 
Ninguna voz 
ninguna luz. 
El estridor apenas 
de la sangre que también me abandona. 
¿Y si no era ésa la bala que 
desde que soy 
ya me correspondía 
ni ésta mi muerte? 
No sé si grito 
no sé si alguien escucha el grito 
no sé si doy vuelta la cara. 
Mis lágrimas golpean 
la vasta vasta soledad 
sin puerta.

Óscar Cerruto


El pozo verbal

Nada se sabe
pero las palabras
se conjuran
hostiles
chillan y se acuchillan
saltan en el aire
lo infestan
movilizan llamaradas
como ráfaga de toros
como tizones vivos
que caldean
la pedana del escándalo.

Una sola palabra
la no pronunciada
porque en ella está
inscrita 
la dispersión de lo que amas.

Las palabras te ensalzan
te festejan
te miman
te enjoyan
te besan las manos
luego te muerden.

Las palabras te encumbran
te glorifican
te esmaltan con azúcares
te visten de luz
te visten de flores
luego te escupen.

Las palabras te calzan de oro
te coronan con laureles
te reverencian
te abruman de lisonjas
luego te lapidan.

Las palabras te santifican
te cantan alabanzas
te levantan en el aire
¡qué alto vas!
luego te entierran.

Óscar Cerruto



“Hay una zona de la conciencia que se toca con el sueño, o con mundos parecidos al sueño. Creía estar pisando esa zona, esa linde a la que los vapores azules del alcohol nos aproximan. Y con la misma dificultad del ebrio o del delirante, su espíritu luchaba por discernir la realidad.”

Óscar Cerruto
Cerco de penumbras



“La noche de la pampa galopaba ya por el cielo. En el viento de la tarde que corre como retrasado, con los últimos pájaros; en los gritos breves de estos mismos pájaros; en la melodía apagada de una música que no se sabe dónde nace; en el zumbido entrecortado de los insectos; en las luces tenues que se encienden en el cielo y sobre las distancias, se la veía venir. Se percibía su olor nocturno de potro.”

Óscar Cerruto


"Mauricio lo admiraba. Creía ver en él al hombre que ha sabido elegir su destino sin equivocaciones, y que una vez puesto en el camino de su vocación la abraza con una pasión que no es frecuente en todos los hombres y que, por ello mismo, les presta un fuego espontáneo y seguro en el que es fácil distinguir la fuerza de la personalidad. Contra lo que sucedía con los demás soldados, Mauricio no temía acercarse a esa alma al parecer dura y unilateral, pero que vista de cerca es frondosa como un bosque y como él, llena de una intensa, latiente vida. El comandante Gallegos había distinguido a su vez en este muchacho un tanto arisco y soñador, a un ejemplar poco común de hombre imperioso e inquieto. Lo había tratado procurando vencer su desconfianza y había gustado asomarse a esa alma nueva en la que tantos caminos se cruzaban y en la que, sin embargo, se movía un impaciente, acucioso temblor de expresión.
La alocución del comandante fue breve. Dijo lo que quería decir, pero de un modo claro y persuasivo. Se celebraba aquel día el aniversario de un fasto histórico. Se refirió al hecho destacando su significación, no relatando su anécdota. Reveló su esencia y de qué modo gravitaba en el proceso de la nacionalidad; y no buscó pulsar las cuerdas demasiado fáciles de la sensiblería patriótica.
Por primera vez desde su concentración en Oronuevo la tropa tendría salida con libertad de quedar durante la noche fuera del cuartel. El comandante concluyó pidiendo a sus soldados mantener en sus diversiones una línea rigurosa de circunspección y decoro. Así lo exigía el estado de guerra."

Óscar Cerruto
Aluvión de fuego




Poética

No eres sólo el fulgor que sin mesura
estalla, ni su estrépito previsto.
Ni las apelaciones de la esfinge,
o la avidez o la otra idolatría.

Lúcida sí, flagrante certidumbre, 
región de transparencia en la que inmerso
está el tiempo, zumbando, lo que somos,
la boca memorable del augurio.

En un trono de hueso y santidades, 
abiertas las heridas, y la flecha 
de las perpetuas causas en las sienes. 

Eres es palabra no gastada,
amor, una mitad, como la aurora,
en sombra. Una mitad implicaciones.

Óscar Cerruto












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