Chapaquita

Dulce chapaquita de mi tierra verde
con una pollera de rosas silvestres.

Con manta de cielo, con trenzas de río,
con un primoroso sombrero florido.

Con todo el aroma del mes de diciembre...
Dulce chapaquita de mi tierra verde.

Tú luces zarcillos de agua cristalina
y rubios collares de uva campesina.

Tienes la sonrisa de los choclos tiernos
y los ojos verdes de los verdes huertos.

Y eres más graciosa que una gitanilla
dulce chapaquita de la tierra mía.

Óscar Alfaro


El pájaro revolucionario

Ordena el cerdo granjero:
«¡Fusilen a todo pájaro!»
Y suelta por los trigales
su policía de gatos.

Al poco rato le traen
un pajarillo aterrado,
que aún tiene dentro del pico,
un grano que no ha tragado.

«¡Vas a morir, por ratero!»
«¡Si soy un pájaro honrado,
de profesión carpintero,
que vivo de mi trabajo!»

«¿Y por qué robas mi trigo?»
«¡Lo cobro por mi salario,
que Vd. se negó pagarme,
y aún me debe muchos granos!,
y lo mismo está debiendo,
a los sapos hortelanos,
a mi compadre el hornero,
y al minero escarabajo,
a las abejas obreras,
y a todos los que ha estafado.

»¡Vd. hizo su riqueza,
robando a los proletarios!»
«¡Qué peligro!, ¡Un socialista!
¡A fusilarlo en el acto!»
«Preparen, apunten..., ¡fuego!»
«¡Demonios, si hasta los pájaros
en la América Latina,
se hacen revolucionarios!»

Óscar Alfaro


La alegre cosecha

La montaña de manta verde
es una chola sentada,

con su pollera extendida
sobre los valles que cantan.

Por los pliegues de su ropa
suben las niñas al alba.
Sus cuerpecillos, a ratos,
entre las hierbas naufragan.

Y tan solo sus sombreros
- caminan sobre la paja.
Sus pisadas van dejando
la senda garabateada
mientras sus trenzas azotan
el aire de la mañana.

La rueca cae bailando
desde sus manos rosadas.
-Trompo prendido a la cuerda,
juguete de nuestra raza-.
¿A dónde se van en fila
las muchachitas serranas?

Van al papal de la finca,
donde el sendero se acaba.

Y la montaña de fiesta.
es una chola muy guapa,
que lleva a todas las niñas,
cargadas sobre la espalda.

Óscar Alfaro


Mariposa

Señorita
mariposa,
abanico que se agita
junto al rostro de una rosa.

Es un alegre pañuelo,
con el cual baila un enano
picaruelo
algún baile americano.

Es también una bandera
diminuta,
en la ruta
del viento de primavera.

Y se posa
en el libro de un chicuelo.
¡Qué ilustración más hermosa
que le ha caído del cielo!

Óscar Alfaro


Pequeña odisea de dos hormigas

Dos hormiguitas cruzan a nado
las aguas puras de un arroyuelo.
¡Cómo bracean desesperadas!
pero el camino queda muy lejos.

— ¡Basta! ¡No puedo seguir a flote!
Tengo calambres en todo el cuerpo,
dice llorando la más pequeña,
y se le quedan los miembros tiesos.

¡Ay que naufraga la pobrecilla,
mientras derrama perlas de viento!
mas, ¡oh prodigio!, baja un pato,
como llovido del mismo cielo.

Se mete al agua y al rato sale
con dos garrudos lunares negros.
¡Cómo se abrazan las hormiguitas,
con todo el gozo de estar viviendo!

Mas, como el pato de nuevo enfila
hacia la sierpe del arroyuelo,
ellas le quitan dos plumas blancas
y en paracaídas bajan al suelo.

Óscar Alfaro


Pequeña voz helada

Estás llorando madre,
todos lloramos.

Nos echan de  casa,
¿dónde nos vamos?

Las aves y las fieras
tienen morada.
¿Por qué nosotros nunca
tenemos nada?

Los animales llevan
plumas y pelos.
¿Por qué sufren, desnudos
tus pequeñuelos?

Yo he visto a los pichones
   morir de frío,
         cuando en noches de invierno,
      caen del nido...

        ¡Mira mi cuerpecillo,
       cómo tirita!...
     ¿No iremos a morirnos,
    verdad mamita?

Óscar Alfaro


Ronda de Paz

Contra la muerte y la guerra,  
blancas rondas de escolares  
envuelven como collares
el globo azul de la tierra.

Son los chiquillos felices  
que ignoran las distinciones  
de razas y religiones  
de credos y de países. 


Desprecian el fanatismo 
de los hombres inhumanos  
que matan a sus hermanos  
en nombre del patriotismo.

Un coro de corazones  
empapa todos los vientos  
de risas y de canciones  
de luces y sentimientos.

Y con un amor profundo,  
los niños universales  
en cadenas musicales 
unen los pueblos del mundo.

Óscar Alfaro


Tengo una sed infinita

Tengo una sed infinita.
Mocita, cuando me miras,
te juro que yo quisiera
beberme de un solo sorbo
tus ojitos de uva negra.

¡Ay! mi gentil gitanilla,
bella y dulce, blanda y buena;
derrámate al alma mía
como una lluvia de estrellas.

Tengo una sed infinita
de niñas verdes y frescas,
quiero un río de ternuras
para anegar mi tristeza.

Gitanilla, la mas linda
de las mozas tarijeñas,
voy a tomarte un trago
en esta tarde morena,

por que me han dicho que tu eres
aquella copa soberbia,
donde el Señor ha vertido
toda el alma de esta tierra.

Y he de llevarte a mis labios,
vaso azul de mi bohemia
para morir embriagado
por la dulzura suprema.

Óscar Alfaro








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