"Curioso y parlanchín, sí que lo es. Vive dentro del agua de las lavanderías y tiñe su cuerpo de un color azul intensísimo. No tiene propiamente forma definida y adopta, más o menos, la de quien tiene delante, generalmente de las mujeres que lavan y acarrean cubos de agua. Cuando no tiene a quien imitar se contrae en una masa blanca y multiforme con crestas ondulantes, de la cual sobresalen dos ojitos maliciosos y vivos, espiando constantemente la superficie del agua."

Joan Perucho Gutiérrez
Descripción idealizada y personalísima de un gnomo en su Jaula para pequeños y felices animales
Tomada del libro Gnomos de Jesús Callejo, página 31


"El castell de Pratdip era una reduïda construcció en part romànica i en part gòtica. De difícil accés, situat en el punt més alt del poble, dominava un extens territori. Abandonat des del segle XVI, les seves torres i muralles encara donaven, mig derruïdes, una estranya impressió de força i de poder. En l'actualitat, la naturalesa havia fet usurpació del domini del castell, i rares arbustacions creixien entre les pedres centenàries; nius d'esparvers i altres ocells de presa sorgien a la mirada atenta i sentimental del viatger, entre merlets escantonats i claus de volta esfondrades. Una malenconia immensa es desprenia d'aquelles naus silencioses, abandonades a la devastació lenta, però inexorable, del temps. A la nit, sota la llum de la lluna, el castell tenia un aspecte fantàstic.
El pare Villanueva se sentia, en gran manera, preocupat pel castell. Amb prou feines, si sortia de la biblioteca dels Urpí, cercant dades del passat històric de la vila i dels seus antics senyors, els habitants del castell. Tenia la convicció que, en bona part, trobaria una explicació complementària a les investigacions científiques del nostre protagonista. Amb l'auxili de la paleografia desxifrava torbadors documents i dreçava complicadíssims arbres genealògics. A vegades, li semblava descobrir una llum fosforescent, entre la documentació ratada, i es llançava àvid, a la percança d'una pista, podríem dir-ne, diabòlica.
Montpalau, mentrestant, havia preparat el parany, on havia de caure el vampir, amb una perfecta precisió. Cap detall no hi fou oblidat, deixat a l'atzar. La cambra d'Agnès fou, en certa manera, enxiquida, car necessitant Montpalau un espai per a moure's amb els seus ajudants, dividí la peça en dues per mitjà d'unes llargues cortines que queien des del sostre. Col.locaren el llit de la donzella contra aquestes cortines, de cara al balcó obert, i així guanyaren l'espai necessari en forma de recambra oculta. En ella, naturalment, vetllarien Montpalau i els ajudants. Aquests foren dividits en dos grups: Novau i Amadeu, que junt amb Montpalau, romandrien a la recambra; el batlle, Magí Peuderrata; el carter i el sereno i quatre homes més, coneixedors del país, que amb fanals encesos estarien a l'aguait en el portal fermat del casal, a punt per a sortir en persecució del vampir."

Joan Perucho
Les històries naturals



EL COLINTRO Y LA VENUS DE LAS PIELES
         
   Es animal muy raro, procedente de las islas Chafarinas, cuya piel despide un perfume, sutil y evanescente, que provoca en las relaciones amorosas esta actitud absurda que ha venido en llamarse «masoquismo». Lo descubrió el escritor Leopoldo Sacher-Masoch1 —y, de ahí, su nombre— quien, basándose en ciertas costumbres nupciales de los peces, escribió un ensayo sobre el tema y, con la ayuda de las pieles de Colintro, demostró su tesis. Estas pieles las había comprado muy caras en la tiendecita de Samuel Baruch, comerciante judío de la rue de Seine, en París. Se las regaló con mil arrumacos a la bella Wanda, su mujer, una mañana de otoño y, por la tarde, al entrar en el salón, la halló con los brazos cruzados sobre el pecho, las cejas fruncidas, vestida con un traje de seda blanco deslumbrador y con una kazabaika de seda escarlata, guarnecida de rico y soberbio cuello de pieles del Colintro regalado. Sobre sus cabellos empolvados, como de nieve, descansaba una diadema de diamantes.
   —¡Wanda!—. Avanzó hacia ella en ademán de abrazarla. Ella retrocedió un paso, midiéndole con la vista de arriba a abajo.
   — ¡Esclavo!
   —¡Mi dueña!— Se arrodilló y besó la orla de su vestido.
   —Está bien.
   —¡Cuán bella eres!
   —¡Te gusto?— Se aproximó al espejo y se contempló con altanera satisfacción.
   —¡Voy a volverme loco!
   Hizo un gesto de desdén y le contempló burlona a través de sus párpados entornados.
   —Dame el látigo.
   Miró a su alrededor.
   —¡No, continúa de rodillas!— Fue a la chimenea, tomó el látigo y, mirándole mientras reía, lo hizo silbar en el aire. Después se levantó muy despacio las mangas de la kazabaika.
   Él murmuraba:
   — ¡Admirable mujer!
   — ¡Cállate, esclavo! — Su mirada adquirió un aire sombrío, hasta salvaje, y le descargó un latigazo. 
   —¿Te he hecho daño?
   —No —contestó—, y si lo hicieras, los dolores serían un placer para mí. Castígame otra vez, si gustas.
   Le embargaba una extraña embriaguez.
   —¡Castígame —prosiguió—, castígame, sin piedad!
   Wanda blandió el látigo y le flageló dos veces. Acto seguido le dio un puntapié.
   —¿Es bastante?
   —No.
   —¿De veras, no?
   —Flagélame, te lo ruego; es un placer para mí.
   Esta dramática situación que, más tarde, Sacher-Masoch reflejó, palabra por palabra, en su novela La Venus de las pieles, fue ciertamente real y verídica como lo demuestra el libro de memorias Confession de ma vie (Mercure de France, 1907), escrita por Aurora Angélica Laura Rumelin, también conocida por la señora Wanda von Sacher-Masoch, o sea, la esposa del novelista. Si hemos de hacer caso a tales memorias, Wanda era la auténtica «Venus de las pieles» y, según el biógrafo Schlichtegroll en Sacher-Masoch und Masochismus (Dresde, 1901), una interesada aventurera que, conociendo las propiedades de las pieles de Colintro, arruinó, engañó y destrozó mortalmente a su esposo. Éste, que se hizo llamar Severino en la novela, le dedicó, sumido en la pura idiotez, este célebre poema:
         
                  Posa el pie sobre tu esclavo,
                  mitológica mujer, diabólicamente encantadora:
                  tiende tu cuerpo de mármol
                  entre los mirtos y agaves.
         
   Sabemos estos apasionantes pormenores por C. Bernaldo de Quirós, autor del recientemente reeditado El bandolerismo, que en 1934 tradujo La Venus de las pieles y le puso un prólogo. Se preguntaba Quirós si Sacher-Masoch no fue en realidad un algolágnico pasivista. Lo que sí parece cierto es que fue un «homme á femmes» con bastante imaginación y con muchas pieles de Colintro. Éstas acabaron por ponerle al otro lado del espejo del marqués de Sade y le plantaron en el cerebro la flor obsesionante que tomó su nombre. Tenía una faz mística y funeraria, y mantuvo una copiosa correspondencia. Su papel de cartas ostentó como membrete una figura femenina, ataviada con traje de boyardo ruso, cubiertos los hombros con larga capa de pieles y blandiendo un látigo. Las pieles eran, naturalmente, las perfumadas y extrañas del Colintro.


1 Hay un precedente en Guillermo Bowies: «La hembra del Colintro, desembarazada de las violentas caricias del macho, pasa lo restante de su vida, ocupada en construir una casa o nido en la tierra para poner en él unos cuarenta huevos, que es lo que regularmente pone, y defenderlos de las injurias del tiempo y, aun si fuera posible, de la azada y del arado.» (Introducción a la Historia natural y a la Geografía física de España, por Guillermo Bowies. Madrid, 1775.)

Juan Perucho
Bestiario fantástico, Cupsa, Madrid, 1977


"El oficio de juez no me ha gustado nunca. Tienes siempre la impresión de que te están enredando. Unas veces lo adivinas y otras no. Y piensas, ¿qué culpa tiene de ser así? Nunca lo sabes. Cuando dictas una sentencia condenatoria, piensas: ¿estás seguro?, ¿y si me equivoco? Lo único que da tranquilidad es saber que hay otra instancia."

Joan Perucho Gutiérrez



Primera lletra escrita al capvespre

Petites prades sota un cel intacte i rutilant
solcat per globus de colors, paraules d'or massís,
sospirs de fronda exhausta, imatges de gent difunta
que es perderen per sempre en aquest aire immòbil.
No, no ha estat així tota la vida, perquè, llavors,
freqüentment distant i molt discreta, la dama
de color de turquesa feia ganxet, arrecerada,
i Lluís, el meu cosí, vestit de mariner, corria
darrera la bicicleta del meu somni, i queia molt sovint.
Això era vers l'any mil nou-cents trenta, l'aroma
de les coses era una altra, i una taronja tenia
el gust de sol. Sé perfectament el que equival a un home.
Però recordo el passeig que anava al misteriós país,
les malalties, la joia, el tresor amagat, la ploma groga,
els plors, l'aire innocent del meu fabulós, ignot,
remot, i per sempre perdut, país de les meravelles.

Joan Perucho Gutiérrez




"Un hijo mío falleció a los quince días de haber nacido, y tuve que bautizarlo yo mismo, con mis manos, porque no había capellanes. Hay hechos en la vida que te marcan para siempre y frente a los que no cabe hacer nada."

Joan Perucho Gutiérrez








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