El delfín y el muchacho de Poroselene

"Los corintios, y con ellos los lesbios, celebran el amor a la música de los delfines, y los habitantes de Íos, su condición afectuosa. Los lesbios cuentan la historia de Arión de Metimna, pero los habitantes de Íos cuentan lo concerniente al hermoso muchacho de la isla, a su diversión natatoria y al delfín. Un individuo de Bizancio llamado Leémidas cuenta que, mientras navegaba costeando la Eólide, vio con sus propios ojos, en la ciudad llamada Poroselene, un delfín domesticado que vivía en la playa y que se comportaba con los naturales como si fueran amigos personales. Y refiere que una pareja de ancianos alimentaba a este hijo adoptivo ofreciéndole los más apetitosos bocados. Además, el hijo de los ancianos era criado juntamente con el delfín y el matrimonio cuidaba de ambos, y, en cierta manera, a causa de la convivencia el muchacho y el cetáceo poco a poco llegaron a amarse el uno al otro sin darse cuenta y, como se repite vulgarmente, «una mutua y augustísima corriente amorosa creció” entre ellos. Resultó, pues, que el delfín amaba ya a Poroselene como a su patria y cogió tanto apego al puerto como a su propio hogar y, lo que es más, devolvía a los que habían cuidado de él el pago del alimento que le habían procurado.
Y he aquí cómo lo hacía. Cuando se hizo grande y ya no necesitaba coger el alimento de la mano, sino que podía atreverse a alejarse nadando y a rodear y perseguir a las presas del mar, capturaba unas para alimentarse, pero otras se las llevaba a sus amigos, y estos estaban enterados de ello y se complacían en esperar la parte que les traía. Esta era una ganancia. La otra, la siguiente: los padres adoptivos pusieron al delfín como al muchacho un nombre y este, con la confianza que otorga la común crianza, colocado de pie sobre un promontorio, lo llamaba por su nombre y al llamarlo empleaba tiernas palabras. El delfín, ya estuviera entablando una porfía con un navío provisto de remos, o buceando y saltando con desprecio de todos los demás peces, que, en bandadas, merodeaban por el lugar, o estuviera cazando porque se lo pedía el apetito, salía a la superficie con toda rapidez como un navío que avanza levantando grandes olas y, acercándose a su amado, jugueteaba y se zambullía con él. Unas veces nadaba a su vera, otras veces parecía como si el delfín quisiera desafiar e incluso animar a su amado a competir con él. Y lo que es más admirable, a veces renunciaba a ser el primero en la competición y se quedaba rezagado como si sintiera placer en resultar derrotado. Todos estos sucesos fueron divulgados clamorosamente, y a todos los que arribaban a la isla les parecía este el espectáculo más estupendo de cuantos podía ofrecer la ciudad. Y para los viejos y el muchacho todo esto constituía una fuente de ingresos."

Claudio Eliano o Eliano 


"Tan sólo una mente de grandes alcances, que haya atesorado grandes conocimientos, podría exponer con exactitud las cualidades de cada uno y la forma en que los seres vivos despiertan una curiosidad inagotable en el hombre."

Claudio Eliano


"Teopompo refiere un encuentro entre Midas, rey de los frigios, y Sileno […]. Entre los muchos temas de los que hablaron, estaba este relato que Sileno hizo a Midas. «Europa, Asia y África son islas, rodeadas por el Océano: solo hay una tierra que se pueda llamar continente, y es Merópide, que se encuentra fuera de nuestro mundo. Su tamaño es enorme. Todos los animales son de gran mole, y también los hombres son el doble de altos, y también la duración de su vida es el doble de la nuestra. Hay grandes y numerosas ciudades, con costumbres peculiares, y con leyes profundamente distintas de las que rigen entre nosotros.» Sileno seguía diciendo que dos ciudades eran más grandes que las demás, y muy distintas una de otra: su nombre es Machimos y Eusebes. «Los habitantes de Eusebes viven en paz y disfrutan de grandes riquezas y recogen los frutos de la tierra sin hacer uso del arado ni de bueyes. Gozan siempre de buena salud y pasan el tiempo en alegría y en placeres. Su justicia es superior a cualquier discusión: también por eso a los dioses les place visitarlos. Los habitantes de Machimos, en cambio, son muy belicosos, están siempre en guerra y tienden a someter las poblaciones fronterizas, por lo que su ciudad ahora domina muchos pueblos distintos. No son menos de dos millones […]. A menudo mueren en la guerra, atacados por piedras o por maderas: el hierro no puede herirlos. Poseen oro y plata en gran abundancia, tanto que el oro entre ellos tiene escaso valor, como entre nosotros el hierro. Una vez decidieron pasar por nuestras islas: atravesado el Océano, con miles y miles de hombres llegaron hasta los hiperbóreos. Pero al saber que estos eran considerados el pueblo más feliz entre nosotros, consideradas sus míseras condiciones de vida, creyeron inútil seguir adelante.»."

Eliano
Tomada del libro Atlántida de Roberto Pinotti, página 332









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