A la brisa

Rompe en oriente sus prisiones Eolo,
Tiende sus alas, y con blando aliento
Bate en la concha del neptúneo carro
Lleno de Pompa.

Siguen su rumbo los tritones, siguen
Cándidas ninfas sus etéreos pasos
Liras templando de cristal sonoro
Dulces sirenas.

Bajo sus alas el campeón ibero
Llega a regiones peregrinas donde
Guarda su gloria y su memoria el ancho
Valle de Otumba.

Sobre tapices de esmeralda Ceres
Dulces placeres con Pomona parte
Cuando reparte la risueña brisa
Gratos aromas.

Puesto a la sombra del abeto, entonces
Oigo los mirtos y laureles santos
Cómo conversan con el aire, y cómo
Flora se anima.

La ave de Venus con amante pico
Llama al consorte de su nido ausente,
Dando al ambiente el parabién, y dando
Tiernos arrullos.

Todo se mueve con festivo enlace,
Driades y Faunos en sus verdes templos
Danzan los unos, y los otros tocan
Rudos silbatos.

Cuando tú soplas oh sagrada brisa,
Todo revive con tu aliento, y cuando
Vienes se alegra la fecunda en oro
Tórrida zona.

Manuel de Zequeira y Arango


Contra el amor

"Huye, Climene, deja los encantos
Del amor, que no son sino dolores;
Es una oculta sierpe entre las flores
Cuyos silbos parecen dulces cantos:

Es néctar que quema y da quebrantos,
Es Vesubio que esconde sus ardores,
Es delicia mezclada con rigores,
Es jardín que se riega con los llantos:

Es del entendimiento laberinto
De entrada fácil y salida estrecha,
Donde el más racional pierde su instinto:

Jamás mira su llama satisfecha,
Y en fingiendo que está su ardor extinto.
Es cuando más estrago hace su flecha."

Manuel de Zequeira y Arango



Contra la guerra

"De cóncavos metales disparada,
Sale la muerte envuelta en estampido
Y en torrentes de plomo repartido
Brota el Etna su llama aprisionada.

El espanto, el dolor, la ruina airada,
Al vencedor oprimen y al vencido,
Huye esquivo el reposo apetecido,
Sólo esgrime el valor sangrienta espada:

El hombre contra el hombre se enfurece,
Su propia destrucción forma su historia,
Y de sangre teñido comparece

En el sagrado templo de la gloria
Cese hombre tu furor, tu ambición cese,
Si el destruirte a ti mismo es tu victoria."

Manuel de Zequeira y Arango


El destino

Del grueso tronco del mejor madero,
Suele arbitrariamente el artesano,
Hacer que salga de su docta mano
El asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
Una porción del leño más villano,
Y forma con instinto soberano
El busto de una diosa o de un guerrero.

El destino también inicuamente
Al artífice imita en sus deslices,
Haciendo venturoso al delincuente;

Y aquellos que debieran ser felices
Por sus nobles virtudes, inclemente
Los deja miserables e infelices.

Manuel de Zequeira y Arango


La ilusión

Sic transit gloria huius mundi.

Soñé que la fortuna en lo eminente,
Del más brillante trono, me ofrecía
El imperio del orbe, y que ceñía
Con diadema inmortal mi augusta frente:

Soñé que hasta el ocaso desde oriente,
Mi formidable nombre discurría,
Y que del septentrión al mediodía,
Mi poder se adoraba humildemente;

De triunfantes despojos revestido,
Soñé que de mi carro rubicundo,
Tiraba César con Pompeyo uncido:

Despertóme el estruendo furibundo,
Solté la risa y dije en mi sentido,
Así pasan las glorias de este mundo.

Manuel de Zequeira y Arango


Los pesares de la ausencia
(Soneto)

De dos tiernas amantes tortolillas,  
cautivé con mis brazos una de ellas,  
y la otra repitiendo sus querellas,  
batió en mi seguimiento sus alillas; 

cansada se volvió a las florecillas  
donde antes disfrutaron horas bellas,  
y acusando en su canto a las estrellas  
no picaba la flor, ni las semillas.  
  
Apiadado de verla en tal tristura  
llevando su dolor de rama en rama,  
a la otra desaté la ligadura:   

Con que si de esta suerte, Nise, exclama  
la tortolilla a quien ausencia apura,  
¿qué hará sin verte el racional que te ama?

Manuel de Zequeira y Arango















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