¿Adónde?

Finalmente data en el abrazo
una tonelada de papel sin nombre
y tus pies corren blandos ejercicios
de mañanas tan viejas
de tan nuevas mañanas que ya son el fin del mundo
en el infierno desde el árbol no sembrado en el acoso.
Inmensos viscerales siguen
no recuerdan el camino
lo que queda
en la mirada que no se ha vuelto loca
mi mirada tu mirada nuestra;
siguen siguen siguen
despilfarro de impulsarse a secas,
cruzan los puentes, los parques
las veredas, los edificios, pasan
cada día la costumbre, las campanas.

Sobreviven la carrera, el papel
las letras asustadas desde allí
el ojo el rayo el fuego
que te toca que me toca
prorrogan atraviesan
mesas estantes cuadros
ocurra el sol la lluvia de destino fracturado,
esa pisada sin mediar desvelo esa pisada,
la que no medita barrancos;
tu barranco, mi barranco, nuestro…
ronda el cierre, evade los semáforos
lo escrito por mí, lo escrito por ti
por nosotros que no sabemos
adónde.

María Eugenia Caseiro



Leftovers

Nos trazamos diferentes;
él con su camisa fría,
yo con mi vestido incierto,
escribiendo a la deriva
nuestros nombres.

Nos arrancamos los ojos
nos dividimos los parques
nos destrozamos las fuentes.

Yo con el rastro perdido
a la puerta de sus dedos mendigaba;
el hueso de su corbata muerta
el sudor sobrante de su tiempo
el diente de sus ojos clavado en mi corteza
la alquimia de su boca arrancando mis botones,

y un refugio a la intemperie
donde a contraluz los astros
me mintiesen.

María Eugenia Caseiro


Me iré en el primer tren rompiendo el día

Me iré en el primer tren rompiendo el día
hasta el amor sin fin de la distancia.
Nadie quiere ser nube o torbellino
polea sin razones moviendo ruedas pesadas

Al cajón desempolvado van los que se quedan por un año
los otros vestidos con el hambre de la muerte
que dios tranquilamente los resigne
a saber que no regresan al calor de las heridas
entre los versos que respiran vagamente
desde las primeras liturgias de la sangre.

Revisaba infolios en el viento perdidos
no pude avanzar pradera adentro
con el registro dormido bajo el brazo
recoger los insectos del paisaje
arrebatar de ira en los silencios
mientras el cuerpo encallaba en carne viva
el ataúd de la verdad equivocada.

No obstante avanzar es la primicia
hasta del asesino que acaba sin misterio
bebiendo el agua de la sed hasta la prisa.

Me iré de todas formas
tranquila en la partida.

María Eugenia Caseiro


Me niego

He estado a punto
de emblanquecer como los ángeles
cuando el labio con que soplo el talco de los días
borraba la esfera del reloj
cuerpo de pájaros que aún me late.

He estado a punto de salir volando
en el ala lenta de las hojas
que espera una mano sin nombre
llenando crucigramas en la inercia,
sin profanar la mansedumbre
retenida en la blandura de la espalda.

Un rumor de secretos detrás de cada puerta
me lleva por las calles
sobre pies de plegarias
con zapatos de viento conmovido
apagando los pequeños incendios de la tarde…

pero yo me niego
me niego a ser un ángel.

María Eugenia Caseiro


Metamorfosis

Era un no se sabe cuándo
esperar la señal
o el puñado de arena
que le abriera las branquias.

Parió articulaciones;
del torso con aletas
brotaron escamas espinosas
y un brillo inalterable de sudores
le espesaron el eje y las espuelas.

Su grito rompió
aquel fino intermedio
en que la araña terminó de hilarlo.

Fuera del esternón
es apenas un timbre perverso
que imita la risa.

María Eugenia Caseiro


No soy yo

Porque el mar se ha quedado
putrefacto en otra orilla,
yo inconforme,
con mis párpados ceñidos al calor y al verde claro
de una isla,
de un fulgor,
estas plumas que han crecido en mí
ya no me bastan.

Lloran también en mí
todas las castas
-y la ciudad de papeles recortadospara
ser lo que no quiero
en el destierro de mi misma
en esta calma de mis pies
que acampan en el nido
de otro mar que no me busca.

No soy yo la que miraba
en el cielo, desmembrado
el impudor, la costumbre
no soy yo
la que nadaba dormida, ciertamente
toda el agua
sin errar un solo pie
o un solo brazo en el silencio
que me amaba
hasta saber de memoria mis latidos
yo sus polvos y sus marcas
en el ruido
con las cuerdas de estos dedos que bordaban
los manteles sin saber de despedidas
ni nostalgias.

Esa voz que ahora me suple
y su sombra indefinida en la dureza de un adiós
luego me canta.
Ha llamado inútilmente,
en secreto a los fantasmas
de la piel que la olvidaron.

Y la máscara,
que a veces me sonríe con una risa empolvada
con una mueca de niña
con unos ojos lejanos
clavados en la playa que fue suya,
en la calma,
que busca los precipicios
para gritar en silencio
con el eco desdoblando
la caricia deseada;
de una ola,
de una huella,
en las agrias baldosas de estos pies
que ayer buscaban
su justo lugar entre las cosas
y hoy desean conciliarse
con sus antiguas pisadas.

María Eugenia Caseiro










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