Alicante

Sepades, señor Bretón,
que de Poniente a Levante,
es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Mientras que a vos embozado
por las mañanas de enero,
a la orilla del brasero
os da un dolor de costado,
yo me voy desabrochado
desde el Muelle al Malecón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Sólo en pasas, por estrenas,
gastáis vos un Potosí,
mientras abundan aquí
racimos como azucenas,
y venden por dos seisenas
el Porrat de San Antón;
que es si disputa Alicante
la millor terra del món.

Vos ponderáis la dulzura
de las hijas de la villa:
buen provecho su mantilla
os haga y su empopadura;
que si yo busco ternura,
le clavo el diente al turrón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Su donaire no descreo,
mas niego su primacía;
y aún os juro por Talía
que si vierais lo que veo
desde este sitio en que leo,
que mudarais de opinión:
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Ni es mucho, ni yo lo dudo,
que la gente cortesana
tenga la lengua liviana
y el entendimiento agudo;
pero aquí aun el sordomudo
despunta por socarrón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Mientras vos sudáis lo tinto
empotrado en la luneta,
yo al compás de la retreta
bajo el verde terebinto
estoy oyendo el requinto,
¡sin ver tanto farolón!
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

¡Vos en remojo y no es cuento,
en una sartén de estaño,
mientras tengo el mar por baño
y por toldo el firmamento,
y aún a veces represento
la fábula de Acteón!...
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

¡Bailes! ¡Vaya noramala!
¿Qué es el ver en una hora
al son de dulzaina mora
juntarse tanta zagala,
y tornar un barrio sala
y danzar en procesión?
Que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Espectáculo gentil
vuestro circo representa,
y es su diversión cruenta
digna de plebe servil;
aquí de plaza y toril,
hace cualquier callejón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

¿Llega el pez vivito aún
a Madrid desde Bilbao?
Denme arroz con bacalao
y ancha torta con atún,
y del aloque común
añadan medio porrón;
¡y nieguen que es Alicante
la millor terra del món!

¿No veis en el breve espacio
que el mar cierra y las montañas,
en vez de humildes cabañas
tanto soberbio palacio?
¿Y de perlas y topacio
las uvas de promisión?
Pues negad que es Alicante
la millor terra del món.

Junto al nopal de Occidente
se alza la palma lozana,
y en la estación más temprana
ni aun el almendro imprudente
de dar su flor se arrepiente
al soplo del Aquilón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Nunca el mar a esta ribera
niega su plácida brisa,
ni su apacible sonrisa
esconde la primavera;
un naufragio pareciera
fabulosa tradición;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Mas como en fin la marea
dentro del puerto importuna,
aún recuerdo la tribuna
y la pública Asamblea;
pero disipa esta idea
un trago de fondillón;
que es sin disputa Alicante
la millor terra del món.

Hoy que, mísero trofeo
de robustos aquilones,
miro tornarse en baldones
los ensueños del deseo,
hallo aquí en nuestro Liceo
fraternal consolación.
¡Salud, salud, Alicante,
mi puerto de salvación!

¡Salud! si arreciado zumba
el vendaval enemigo,
tú me darás un abrigo
junto a la paterna tumba;
y al menos cuando sucumba
en la común disensión,
reposarán mis cenizas
donde está mi corazón.

Y sabed, en fin, Bretón,
que hasta el postrimer instante
será para mí Alicante
la millor terra del món.

Mariano de las Mercedes Roca de Togores y Carrasco, primer marqués de Molins y primer vizconde de Rocamora


Mi destino

Campo estéril, mortífera laguna
me vio nacer, y la yermada arena
présago iluminaba de mi pena
fúnebre rayo de sangrienta luna.

Trueno de muerte me arrulló en la cuna
cuando Castilla, al sacudir la ajena,
forjaba ya la bárbara cadena
que dio al Corso tirano la fortuna.

Mi primer tierno involuntario llanto
unióse al llanto de la patria mía
y mis ojos lloraron su quebranto.

De entonces miran en la luz del día
lúgubre antorcha de dolor y espanto;
y amo a mi patria, y lloro su agonía.

Mariano Roca de Togores



"Tiempo fue este, á que hemos llegado, muy recio para aquellas pobres monjas, que, con los litigios de doña Francisca Romero, se habían quedado en extrema pobreza, como dice la Crónica. De temer era que se turbase algo la paz en una Comunidad en donde contaba la Fundadora con favorecidas; parientas y amigas; y lo cierto es que al cabo les faltó hasta el auxilio, pequeño ó grande, que con buena ó mala voluntad les daba la patrona, Llegando al extremo de que con la aguja y su aplicación ganaban para sustentarse y también para los grandes gastos de los pleitos.
Guardaban, sin embargo, los mortales restos de aquel pobre inválido, del redimido de Argel, que con sus visitas, con la narración de su trabajosa vida y con el ejemplo de su santa resignación las confortaba y divertía."

Mariano Roca de Togores
La sepultura de Miguel de Cervantes

















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