Arpegios en sinfonía

Auroras vespertinas
que preludian osadías...
Brisas celestinas
componiendo melodías.

El sol cultiva caricias,
viste la tarde fantasías.
Arpegios en sinfonía,
de dos almas en armonía.

Sostiene el diapasón
la epidermis unida,
mécese con la sinfonía
tu cintura y la mía.

Marcelo D. Ferrer



Del dogma al psicópata

La contemplé desnuda... prohibida,
en pecado concebida, endemoniada...
excitadamente
maldecida.
—Profana tú mi temblorosa carne
pero evita
el alma condenarme...
—Instintos repugnantes
que
harán
luego lacerarme.

Seguía fresca,
blasfema...
tentando mi carne que
quema.

Luego de
tocarle... —apenas—
junté
valor
para evitar
condena...
y empuñando
apocalíptica daga de
santo jinete,
le abrí el pecho
y el vientre hasta verle inerte.

He dejado otro
demonio tieso
que en su pecaminoso lecho
turbó mi alma por pocos
pesos.
Salvé mi cuerpo y
el espíritu de
incautos muertos,
para que
vague en el infierno
hasta la redención de los
cuerpos.

La tentación no lacera
mi legado
de inquisición suprema
disponiendo de mi daga
contra toda
blasfema.
Largas cabelleras y
delicados pliegues...
cuidadas manos y
aromas que queman
urden
engaños
bajo sedosos paños...
donde habita el
diablo en
peregrinación terrena.

Marcelo D. Ferrer



Dejarse llevar

Si la tarde cae o se levanta...
¿no da igual?

Hay razones pensables
para que esta bella soledad
sature de encantos esta tarde
y su pausado reposar...

La espontaneidad arrasa
la consistencia del tacto,
se masifica el espíritu
con la tarde que apenas cae.

La penumbra nos borronea la vista...
En abstracto se conectan las almas,
tu vestido..., mi camisa.
comienza el dulce juego
de las almas cuando se acarician.

Si soltar pasiones es fusionar en éter corazones,
piel, pollera y pantalones,
que dormiten fuera los rosales
o que el tilo mude sus amarillos invernales...

¡Que anochezca!

¡Que amanezca!

Que se sature el aire del roce incansable de tocarse
¿hace eso la diferencia al expresarse?
Fusionar y dejarse llevar...
calentar el aire y flotar,
buscar una huella en tu cuerpo
y comenzarla a andar...
Amarnos en esta tarde
de caída leve pero magistral...
hasta que el ángel de esta
tan complaciente soledad
nos diga que hemos a la tierra
de regresar.

Marcelo D. Ferrer


Despedida

Y por ese sendero
donde nuestro amor juramos
volveremos a caminar...
sin tomarnos de la mano,
mirando hacia abajo,
casi sin hablar.

Donde la naturaleza viva
con su canto,
querrá hacernos soñar...

Pero lo que antes dijimos
ya no se repetirá,
pues no somos los mismos
que antes por aquí pasaron,
sellando con un beso,
lo que hoy destruimos
sin ni siquiera hablar.

Marcelo D. Ferrer


Si amar es...

Si amar es un latido inconsciente en ese lugar
entre las costillas y la espalda
que se agudiza aún más por la distancia.

Si amar es esta necesidad inmaculada
de gozar por un instante la paz de tu mirada.

Si amar es dártelo todo!
y que me parezca nada.

Si amar es perderme entre tus piernas
sintiendo que beso tu alma.

Si amar es darte espacio para que recuperes el aire
y esperar en calma tu regreso a casa.

Si amar es libertad
fortalecida en confianza.

Si amar es verte a lo lejos, distraída en nada
y admirarte como cuando estás concentrada.

Si amar es esta sensación
de volver a creer en mi ángel de la guarda.

Si amar es fusionarme a vos
con sólo aspirar tu perfume sobre la almohada.

Si amar es extrañarte tanto
hasta que se me caigan las lágrimas.

Si amar es aún desearte en el infinito momento
en que estás a mi abrazada.

Si amar es todo esto y todo lo demás
que mi inspiración no desgrana,

gracias !
por ser mi amada.

Marcelo D. Ferrer



Sino lunar

Dibuja la luna
su cara
en la superficie del agua,
o deambula solitaria...
por
valles
o
nevadas montañas.

Su sino la persigue:
ser única
en las noches estrelladas
y
etérea
al despuntar
la madrugada.

Luna sonámbula,
tenue luz del alba,
por unos días...
descansa...
te veré nueva
como espectro en el alma.


Su cabello como alas

Un aire de golpeteo lento
transformó
su cabello en
alas...
Y
antes de que se evaporara,
junto con
la brisa...
llevándose
mi
alma!
petrifiqué esa imagen para no olvidarla...

¿Qué razón importó más
que el amor que nos profesáramos?
¿Acaso no era
amor lo que de nosotros esperaban?
¿Quién determina
que pasará mañana
de
manera tan arbitraria de regalar
dicha
para
después quitarla?

Sí comprendiera el plan
que sobre nosotros se traza...
o
alguien me dijera:
¡espera! ¡volverás a besarla!
sabría
que al
pasarme la vida
volvería a encontrarla...

Quizá ella me aguarda...
o me mira desde el cielo
con la pena de no poder decirme nada...
Ojalá supiera que
soy esperanza...
Este plan, que es amor a ultranza,
debe concebir que de nuevo la
encontrara.

Aquí, en un limbo de ausencia,
por donde hurguetean
brisas furtivas que evaporan vida,
merodea un esqueleto deshabitado de
alma...
Tiene, la secreta esperanza, de
que sus cabellos... ¡como alas!
vuelvan a
la
vida
su imagen petrificada...

Marcelo D. Ferrer









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