"Atreverse es una virtud que pocos poseen."

Manuel Ortiz Guerrero


Canción de ensueño

El verso puro de fragancia suave
Con un desmayo sensual me gusta;
Mezclo en mi canto la canción del ave
Con la del bosque de cadencia augusta. 

De noche en mi jardín, hace retreta
Parlero surtidor, perlas en fiesta,
Y el nardo y el jazmín y la violeta
Preludian, muda, una olorosa orquesta. 

En mi ventana abierta junto al cielo
Y llena de un azul de lontananza,
Vienen querubes a cantar, en vuelo,
Una inmortal canción a la esperanza. 

Algún fracaso de mi buena suerte
Bendigo por el bien; nunca me asusta;
Que el beso frío de la misma muerte
Halle en mis labios la canción robusta. 

Seda de ensueño que bordé, de viaje
Por el imperio azul de la quimera,
Son mis estrofas; se dijera: encaje
De tibios besos en mi primavera. 

La flor sangrante del, martirio llevo
Puesta en mi ojal sobre mi pecho izquierdo,
Y así, soñando con un canto nuevo,
Entre la espesa multitud me pierdo. 

Canta la abeja en el vergel florido
Empapada de miel y polen tibio;
Yo que soy del dolor fatal ungido
Hallo en la estrofa mi mayor alivio. 

Bajo mis sauces de canción doliente
Vive una virgen beatitud pagana;
El mundo necio, la creerá serpiente,
Una serpiente de cabeza humana.

Ebria gaviota sobre el mar en vuelo
Sobre París y sobre Grecia avanza
Audaz v lírica, esa es mi anhelo:
Loca gaviota que a la mar se lanza! 

La frente al sol y con la herida al viento
Paso cantando indiferente al premio,
Vive en mis labios, con mi propio aliento
La rubia estrofa de un marqués bohemio. 

No matarán las nieves tantas flores
¿Que ha alimentado la locura mía?
Y mis vigilias, como mis dolores,
¿Daranme tiempo y sueños todavía? 

Mi juventud parece que ya mengua
Y aún duerme intacta la secreta lira,
La palabra inmortal calla la lengua
Y atrás la noche contra mí conspira. 

Lento maduran del ideal los frutos
¡Hombro mío: tu cruz carga y soporta!
Que en el dolor son vastos los minutos
Y para el bien, la vida siempre es corta. 

Ignoro el metro y la cadencia loca
Para la estrofa melodiosa y trunca
Que hay en mi boca y morirá en mi boca
Porque su ritmo no he de hallar ya nunca. 

Porque no tenga mi canción acento
No espere el mundo que me desespere,
A impulsos de alas viajaré en el viento
Y he de ser cisne que cantando muere ...

Manuel Ortiz Guerrero



Del fuego eterno

Sobre las brasas vivas del amor, la esperanza,
arden como de aceites el dolor y el placer;
así la vida inflama su llama de luz, que danza
de júbilo ardoroso…¡El vivir es arder!

La llamarada alegre que danza, no se cansa
hasta que un día cualquiera, en que así debe ser,
las brasas se consumen y la vida se lanza,
volátil, hacia arriba… ¡Morir es ascender!

Loado una y mil veces este ardor que consume:
nos destila en rocío, nos liberta en perfume,
juramentos y deudas de pasión hace trizas,
los problemas del oro nos resuelve en cenizas,

y nos deja a los vivos la óptima enseñanza
de arder eternamente de amor y esperanza.

Manuel Ortiz Guerrero


"El error es propio del hombre pero solo es propio del torpe permanecer en el error."

Manuel Ortiz Guerrero


"En el lodo hay el secreto de la dicha humana."

Manuel Ortiz Guerrero





La cita

Por la puerta entreabierta de mi rancho de paja
entra la luna –hostia de mi sonambulismo–
y dentro de mis ojos su lividez se cuaja,
a modo de un asiduo fantasma de mí mismo.

Tras ella entra la Novia –madona o simple maja–
sus ojos fosforecen con luz de cataclismo,
con perlas dolorosas de lágrimas se alhaja,
y hay en su aliento el tufo terrible del abismo.

Al desnudarse el cuerpo, de núbiles cosquillas,
(en la caricia, diestro y en la machihembra, fuerte)
me deslumbra el teclado de sus blancas costillas,
y su vientre desierto…Era ella…¡la Muerte!

Tómame mi osamenta, si por eso te arrimas:
yo voy bajo los mirtos a recitar mis rimas.

Manuel Ortiz Guerrero


Nostalgia

Purísimo lirio, blanco lirio mío
hecho de sonrisa de amor y de luz:
en la noche suave mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.

Y no sé ni dónde te abrirás, fragante
lirio que perfumas mi imaginación,
pero soy tu extático devoto y amante,
tú haces de mi vida, arte y religión.

Por ti esta nostalgia de dulzura antigua
que en versos rosados me hace suspirar,
por ti siento a veces la ansiedad ambigua
de llorar a mares y... beber el mar.

Eres flor de un alma que está triste y sola,
por quien sufre mi alma, loca de ansiedad:
tus pétalos tienen pálida aureola
que hasta mí difunde tenue claridad.

Hace veinte años, salió una mañana
llena de perfumes y de tornasol,
mi reina sabina, con su caravana,
rumbo hacia tu oasis de vida y de sol,

portando en la giba de sus dromedarios
oro de mis versos, miel de mi canción,
sueño y esperanza de mis incensarios
y las piedras rosas de mi adoración.

Hace veinte años que mi sueño, errante
caravana blanca de mi devoción,
te busca, mi lirio remoto y fragante,
blanco lirio, lirio de mi corazón.

Ignoro qué clima, qué región remota
tu perfume aspira, purísima flor;
a mi alma llega tu fragancia ignota
y a tu nombre digo mi oración de amor.

¿Es tu principado la Groenlandia, fría?
¿En tu savia llevas sangre de mujer?
Soñador perpetuo, ¿te hallaré algún día,
lirio inmaculado que adoro sin ver?

En mi misma vida tu raíz se esconde,
flor insigne y rara, lirio del amor,
y tú, lirio mío, te abres no sé dónde
para que de hinojos te ame un pecador.

¿Abres tu corola de luz y sonrisa
al sol de la India o Suecia de tul?
¿Eres de la España sonora y castiza,
o vives a orillas del Danubio azul?

¿Cuándo he de besarte, blanco lirio mío,
con sed infinita de fragancia y luz? ...
Yo no sé si existes: mi oración te envío
puesto de rodillas, mis manos en cruz.

Manuel Ortiz Guerrero



"Pedir el precio de un favor que hiciste, si fue favor de cierta cuenta, no existe."

Manuel Ortiz Guerrero


Rogación (1)

Eterna Esperanza todopoderosa,
Madre del Ensueño, del Dolor esposa,
Tutora inefable de los mutilados y ciegos de amor;
Perpetua abogada de los afligidos,
Las tristes princesas, las rosas, los nidos
Que en esta cruzada de vida y de sueño te claman favor.

Nos, los tus ahijados, madrina Esperanza,
Tañemos la grata lira en tu alabanza:
Ceñidas las frentes de espinas y rosas, bendecímoste.

Y gloria a ti sea durante que exista
Un beso en el mundo, un lirio, un artista,
Que lleve en el alma como un solitario diamante, la fe.

Naciste en la cuna del hombre, Señora,
Y siempre aliviaste sus hambres de aurora.;
Tú diste a las aguas del Ganges sagrado tu azul bendición;

Por ti florecieron Bagdad, Babilonia
Y Nínive y Tiro, también Macedonia,
Y Menfis, la ilustre, la Tebas radiante, la altiva Sión.

Tus trenzas celestes mojaste en el Indo,
Besaron tus sienes olivos del Pindo,
Las palmas de Egipto, los mirtos del Asia, de Epiro el laurel;

Remaste cantando con los argonautas,
Al son jubiloso de liras y flautas,
Y, Cólquida siempre, las manos de Fidias llevaste al cincel.

Cuando discutían los sabios de Atenas,
De túnicas largas, sedosas melenas
Y lenguas floridas con ellos Tú estabas bajo el Partenón:

A Homero, el divino señor de las griegas
Cigarras de oro, vendaste las ciegas
Pupilas y entonces, de siglo a otro siglo voló su canción.

Posaste en el Lacio donde, de topacio,
Zafiro y diamantes tuviste un palacio,
Que alzaran tus novios Virgilio y Horacio y Ovidio Inmortal.

Temblaste en Pompeya de horror al estrago,
En Roma venciste, lloraste en Cartago;
¡Tú viste las flores enormes y extrañas del bien y del mal!

Del Puerto de Palos de histórica arena,
Soplaste tres velas, de largas antenas
Que invictas llevara por sobre los mares tu nuevo Jalón:
Tú misma una tarde mostraste el señuelo
De blancas gaviotas marinas en vuelo...
¡Y fue un nuevo Mundo, la aurora siguiente, que diste a Colón!

Perpetuo celaje de la lontananza,
Aquí renovaste, Señora Esperanza,
La Cólquide tuya, tu Hespérides misma, gracias tu virtud.
Tuviste, "Eldorado" que el sueño arrebata,
Tu "Sierra de Oro", tu "Río de la Plata";
Con Ponce tuviste la "Fuente imposible de la Juventud".

Por ti una danzante legión de quimeras
Se va por el mundo tras de tus banderas
Regando el efluvio de las primaveras por sobre el erial;
Por ti se padece, por ti se combate,
Se llora y se canta, se sueña y se late:
¡Por ti estos capullos de rimas, en fresco manojo floral!

Invicta eres, Fénix de sonambulismos,
Triunfante apareces sobre los abismos,
Igual que la luna, te levantas... creces... hostia de ilusión,
Y como la luna también, languideces...
Te adelgazas... ¡mueres!... ¡si mueres cien veces!
¡Las cien, y mil veces! Siempre resucitas en el corazón.

Pues bien, Esperanza, todopoderosa,
Madre, del Ensueño, del Dolor esposa:
Rodando en el río de las multitudes que vienen a ti,
Oscuro trovero de amor también llego,
Las vívidas brasas del verso y del ruego,
Señora, en los labio ... No vengo a pedirte favor para mí.

Si todo he perdido, nada desespero.
Fue allá en un recodo del grato sendero,
Clavóme su acero feroz Infortunio, Señora, a traición:
Torpe bandolero, rompió mi florero

De lirios celestes... ¡Robóme el lucero!
No tengo ya nada sino esta bandurria de trémulo son.

Que a mí me taladren la peste y duda,
Y aunque acribillado viva sin tu ayuda,
No importa, no importa con tal de que alcancen otros tu merced;
Bendita Esperanza: yo vengo a implorarte

Por los que en el vasto Sahara del Arte,
Cargado de ensueños y exhaustos de fuerzas, se mueren de sed;
Por los cincelistas fogosos y raros
Que un día iniciaron la marcha hacia Paros,
Y desatinados vagan para siempre por el Boulevard:
Las brochas cargadas de un cárdeno intenso,
Y van por seis lustros que esperan el lienzo,
El lienzo inefable que nunca, ya nunca podrán realizar:

Por el nocheriego violín que desate
Su lluvia de perlas en la serenata
Cuando tartamudo sus versos de oro recita el flautín;
Por los que vertieron su acíbar secreto
En el venenoso panal de un cuarteto,
Dejándonos toda su herencia divina de sueño y de esplín.

No es cierto, Señora, que en el mundo ha muerto.
Tu luz, ni tu canto, no es cierto, no es cierto.
Ceñidas las frentes de espinas y rosas bendecímoste.
Y gloria a ti sea durante que exista
Un beso en el mundo, un lirio, un artista
Que lleve en el alma como un solitario diamante, la fe.

Manuel Ortiz Guerrero



Tarde glauca

Dejan la torre con melancolía
vibrantes pájaros que van de viaje...
Pasan, aleteando su armonía
la oración sobre el alma del paisaje. 

Por los flecos purpúreos del celaje
sangrantes rosas de oro, se diría,
en el combo de un cielo hecho de encaje
y no sé qué divina orfebrería. 

A lo lejos, nevada garza en vuelo
parece la blancura de un pañuelo
que agitase su adiós desesperante,
y entre el césped, laguna musicante
semeja, sobre un verde terciopelo
olvidado en la tarde, un gran diamante.

Manuel Ortiz Guerrero







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