El duelo

¿Qué cómo fue, señora?
Cómo son las cosas cuando son del alma.
Ella era muy linda y él era muy hombre.
Y yo la quería y ella me adoraba.
Pero él, hecho sombras, se me interponía.
Y todas las noches junto a su ventana
fragantes manojos de rosas había.

Y cuando las sombras cubrían las cosas
y en el ancho cielo la luna brillaba,
de entre las palabras brotaba su canto
y como una flecha llegaba a su casa.

¡Cómo la quería!
¡Cómo le cantaba sus ansias de amores
y cómo vibraba con él su guitarra!
y yo tras las palmas con rabia le oía
y entre canto y canto colgaba una lágrima,
lágrima de hombre, no crea otra cosa,
que los hombres lloran como las mujeres
porque tienen débil como ellas el alma.

No pude evitarlo... la envidia es muy negra
y la pena de amor es muy mala
y cuando la sangre se enrabia en las venas
no hay quien pueda, Señora, calmarla.

Y una noche oscura ¡lo que hacen los celos!
Lo esperé allá abajo junto a la cañada.
Retumbaba el trueno, llovía y el río,
igual que mis venas, hinchado bajaba.
Al fin a lo lejos lo vi entre las sombras.
Venía cantando su loca esperanza.
En el cinto, colgado el machete.
Bajo el brazo, la alegre guitarra.

Se acercó a mi lado, tranquilo, sereno;
me clavó en los ojos su fría mirada.
Me dijo: –¿Me esperas?
Le dije: –Te espero.
Y no nos hablamos ni media palabra.
¡Qué era bravo el hombre!
¡Bravo cual los machos!
¡Y los hombres machos pelean, no hablan!

¿Cómo la quería?
El machete dijo su amor y sus ansias.
Roncaba su pecho, brillaban sus ojos;
y entre golpe y golpe ponía su alma.
No fue lucha de hombres, fue lucha de toros;
eso bien lo sabe la vieja cañada.
Pero más que el amor y el ensueño
pudieron la envidia y la rabia.

Y al fin mi machete lo dejo tendido
sobre su guitarra...
No tema, Señora, son cosas pasadas.
Todavía en el suelo me dijo llorando:
¡quiérela, qué es buena,
quiérela, que es santa,
quiérela, como yo la he querido,
que aunque muero, la llevo metida en el alma!

Y tuve celos, Señora, del que así me hablaba;
tuve celos de aquel que moría
y aún muriendo la amaba.
Y la sangre cegó mis pupilas.
Y el machete en la mano temblóme con rabia
Y lo hundí en su pecho con odio y con furia
y rasgué su carne buscándole el alma.
Porque en el alma se llevaba mi hembra,
y yo no quería que se la llevara.

Manuel Mur Oti


Será una clara noche

Florecerán los lirios…
Abrirán las magnolias sus corolas de nácar…
Las rojas y brillantes amapolas
poseerán selváticas fragancias,
y será en el jardín hasta ahora dormido
cual si la primavera desplegara sus alas…

Más azul será el cielo,
y tendrá más estrellas en su capa,
y más blanca será la blanca luna,
y más alba será su luz de plata…
Será, cual si mirásemos la noche
al refulgir de una turquesa clara…

Ha de ser aún más límpida,
el agua transparente que vierte la fontana…
Más brillante aún sus perlas líquidas
y más áurea su música, tan áurea,
que será, cual si el chorro de la fuente
tuviese entre sus álveos un arpa…

Será grande el silencio…
La voz del mundo llegará apagada
cual si viniera de un lugar lejano…
La voz del mundo, sonará tan rara,
que al mirar la fontana, creeremos
que es el ruido de besos que hace el agua…

Todo será perfume…
Los miosotis de flores azuladas,
las eglantinas, cual la sangre rojas,
las azucenas, cual la nieve blancas,
se abrirán en la noche, florecidas,
cual si la primavera las besara…
Pero habrá más perfume
en ti que en la floresta, y aun más clara,
ha de ser la mirada de tus ojos
que de los cielos la azulada capa,
y será tu silencio más hermoso
y habrá más armonía en tus palabras…

Manuel Mur Oti




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