El vuelo

Íbamos, por la umbría de los pinos,
hacia un pedazo de la tarde clara,
antes de que en el cielo se apagara
la pira de los fuegos vespertinos.

Ya, de ninguna suavidad avara,
la paz llegaba en todos los caminos;
y eran los éxtasis del bosque finos
como una emanación fragante y rara.

Entre tanta quietud sin pensamiento,
nuestro humano pensar ¿fue acaso un viento
portador de quietudes ignoradas?

Porque, de pronto, se agitó el paisaje,
y hubo en la fresca hondura del follaje
un vuelo de palomas asustadas

Margarita Rosa Josefina Abella Caprile



La tarde

Cielo de suaves tintas cuya gris resolana
platea y diafaniza la inmensidad del río.
El puerto, donde anclaron la neblina y el frío,
tiene una acongojada placidez cotidiana.

El agua cenicienta, del agua azul hermana,
resigna sus quietudes y consuela su hastío
ahora que la quilla salobre de un navío
le cuenta los prodigios de la hondura lejana.

Un resumen de patrias sobre los diques flota,
y mezcla el alma blanca de la nieve remota
al recuerdo del ocre relumbrón tropical.

Un vapor se despide, y en la tarde agorera
parece, al alejarse, que sin rumbo partiera
a un incierto destino misterioso y fatal.

Margarita Abella Caprile


Pausa Urbana

Una isla de calma
sobre el mar de la urbe
de pronto se levanta.

Una quietud de cumbres
con su aliento de ausencia
la jornada interrumpe.

Murieron las sirenas
en campos de horizonte
y cesó la estridencia

de rieles y motores,
derrumbes y bocinas,
campanas y pregones.

Como si de puntillas
sostuviera su alma,
la multitud camina.

La multitud avanza
entre los suaves fieltros
de la tarde sonámbula.

Ahora que el silencio
ha podido asomarse
apagando el estruendo,

con espanto se sabe
que hay escondido siempre
un silencio en el aire,

pegado a las paredes,
tendido en las aceras,
calzado en los relieves;

un silencio que acecha
la tregua del bullicio
para elevar su inmensa

catedral de infinito
cuyas flechas señalan
el margen de los siglos.

Por las calles calladas
y con andar sin eco
la muchedumbre vaga,

diciéndose entre sueños
y de oído en oído
un terrible secreto.

Ahora que el continuo
murmurar ha cesado
se sabe que los gritos,

los golpes y los cantos
de la ciudad violenta
sólo han sido inventados

para ignorar la fuerza
irreductible de una
misteriosa presencia;

de una presencia muda
que detrás del desorden
con paciencia se oculta;

pero que en cuanto el hombre,
partido en la tarea
de asaltar vibraciones,

desfallecido ceja,
surge otra vez indemne,
renacida y entera.

Ahora que el paréntesis
hacia el mundo inmutable
de lo sin fin extiende

su proyección, se sabe
que siempre hay un silencio
diluido en el aire,

aguardando el momento
de imponer su dominio
tentacular y eterno

al humano espejismo
que obstinado despeña
los peñascos del ruido.

Un silencio que acecha
calzado en los relieves,
tendido en las aceras,
alto en los capiteles.”

Margarita Abella Caprile



Soneto de la liberación

¡Ah, perderse a si mismo por aceptar la vida
que a interpretar absurdos personajes condena!
Verdad se vuelven, tanto mentir sobre la escena,
las falsas actitudes y la dicción fingida.

Y el alma insospechada, muriendo inadvertida,
ahogada entre el tumulto que alrededor atruena,
llanto aprendido llora, ríe con risa ajena,
y porque otros pensaron su pensamiento olvida.

Pero yo he de ver libre mi nativo tesoro.
de adheridas escorias iré limpiando el oro
hasta arrancarle toda bastarda agregación.

Hollando sugestiones, romperé la maraña,
para salir del bosque de la opresión extraña
y encontrar el camino del propio corazón.

Margarita Abella Caprile













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