Morir ¡ay Dios!...

Morir ¡ay Dios! cuando en el noble foro
la Justicia sus palmas te ofrecía,
y a tu elocuencia varonil abría
la ley severa su inmortal tesoro.

Y cuando el crimen vergonzoso lloro
tu poderosa voz verte hacía,
y la hollada inocencia sonreía
al recobrar por ti su alto decoro.

Abrasaba tu rápida existencia
sed de justicia, sed devoradora;
y ¡oh inescrutable y santa Providencia!

Hoy el sol de Justicia eterno dora
el cielo para ti, y a su presencia
tu alma feliz estática le adora.

Manuel Villar y Macías

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