¡Pobre corazón mío...!

¡Pobre corazón mío, marchitado
del doliente penar y la tristura!
¿Por qué huyes, infeliz, de la ventura
y buscas los pesares, desdichado?

Perdiste a la mujer que has adorado
porque lo quiso así la desventura
y hoy vuelves, ¡miserable!, a la amargura
tristísima de amar sin ser amado.

¿Por qué, ¡insensato!, la pasión te lanza
a zozobrar, sin porvenir, perdido
en ese mar sin playas ni bonanza?

A la mujer, respondes que he querido
y que hoy amo infeliz sin esperanza
he de adorar hasta el postrer gemido.

Mariano Ramallo

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