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Y tengo guardada en un rincón
La sencillez de mis primeros pasos.

En el polvo perdidas: las ilusiones,
Los primeros sueños; u olvidada:
La sonrisa.

Una peluca vieja que me adorna
Corona la cabeza. – ¿Dije cabeza? –

¡Es raro – hace algún tiempo
Que no le encuentro uso –
Quiero saber mi nombre:
(es un mensaje lanzado al infinito)
Para poder llamarme de alguna forma.

Estoy mandando un S.O.S. a los cometas:
Quisiera un nombre para no perderme:
¡Son tantas las estrellas!

La Vía láctea está quieta:
No hay tráfico esta noche.
(¡Algo estará fallando en la Florida!)

!En fin!

Mejor será dormir… ¡Hasta otro día!

(un esquimal de Júpiter sonríe
Y se burla de mí tras la cortina)

Cuando despierte, todo será mejor:

¡Hasta otro día!

Marta Mena


Ángel

Yo pude ser ángel para ti.
Pero estas mis dos alas,
estas mis crestas áureas,
nadie puede cortarlas sin hacerme morir.

Tú -forjadora de ángeles –
forjaste tu rebelde,
y mi camino de acre
me tendiste a los pies.

Deja el Coro que cante,
deja a tus ángeles de risa hueca
¡reír, reír!

Yo, pues, si tú lo quieres,
seré entre tus arcángeles,
como aquel gran rebelde:
me llamaré Rubén.
Tal vez -deja que sueñe mi narcisismo loco-
yo soy entre tus ángeles,
el más bello también.

No me llames a juicio,
porque a su gran rebelde
ni Dios, que es Dios, no Madre,
lo quiere sobornar.

Marta Mena




Me estoy volviendo amargo
como la sal del tiempo

Marta Mena



Me tengo y no me tengo
me escapo de mí mismo.
¿Qué es mejor para el hombre
ser estrella o abismo?

Marta Mena


No sé, ya no distingo bien con estos ojos,
me los voy a arrancar para ir al cine.

Marta Mena


Tiempo cálido y anhelado

Cuánto quisiera en ti dejar, amado,
para hallarte en el pecho peregrino,
para ser lucecilla en tu camino,
para tender mis tiendas a tu lado.

Para que fuera mi alma tu hospedaje,
habitación tranquila mis dos ojos,
amarte sin temor y sin enojos
y ser compañera de tu viaje.

Ser grumete en tu nave decidida,
que se lanza a la mar de los sargazos
y al oleaje violento de la vida,

entre la niebla azul besar tus pasos
y naufragar sin brújula, atrevida,
en la playa redonda de tus brazos.

Marta Mena




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