Abrí mi corazón...

Abrí mi corazón, de amar ansiosa,
a una ilusión, como al nacer el día,
recogiendo las perlas que le envía,
abre su cáliz la purpúrea rosa.

Sobre mi corazón vertió amorosa
mi mágica ilusión luz y alegría
y de esa luz el resplandor veía
resbalar mi existencia venturosa.

Mas la rosa que al alba sonriente
abre su cáliz de frescura lleno,
del sol la abrasa luego el rayo ardiente.

Mi corazón, que de temor ajeno
a una ilusión abrí, luego inclemente
del desengaño lo abrasó el veneno.

Mercedes de Velilla y Rodríguez


¿Adonde voy? No sé... sólo me resta,
hendiendo espacios, para mí sombríos,
cual solitaria ráfaga perdida,
cruzar la tierra en invisible giro.

   ¡Y emprendo ya mi senda de amargura,
y el dolor, siempre fiel, está conmigo;
que del dolor los vientos me arrebatan
y está el dolor donde mi planta fijo!

Mercedes de Velilla y Rodríguez



Alma sublime...

Alma sublime, de virtud modelo,
vida honesta, en el hogar honrada,
dulce cantora, por la fe inspirada,
fuiste, Isabel, en el mezquino suelo.

En pos dejando lágrimas y duelo,
tu espíritu estregaste, resignada,
y tu frente en la tierra laureada,
mejor corona ceñirá en el cielo.

Nos abandonas, por fatal destino
y en crespones se envuelve la poesía,
que engalanó tu númen peregrino.

¡Mi alma te llora y con dolor te envía,
al despedirte en el postrer camino,
un tristísimo adiós, hermana mía!

Mercedes de Velilla y Rodríguez



Cantares

La soledad voy buscando,
y yo no puedo encontrarla:
en mi soledad más grande
siempre el dolor me acompaña.

Con la risa de mis labios
voy ocultando mis penas;
porque he visto que en el mundo
nadie al que sufre se acerca.

Mi nombre escribí en la arena,
y lo borraron las olas:
¿serán de arena las almas
donde el cariño se borra?

Voy andando, voy andando,
y atrás los ojos volviendo;
que no he de volver a hallarme
lo que en el camino dejo.

Dicen que la vida es sueño,
y todos quieren soñar:
sueño yo cosas tan tristes,
que quisiera despertar.

Mis pensamientos son nubes,
y mi corazón es hielo;
mis penas son tempestades,
por que es mi vida el invierno.

Yo no quisiera cantar,
y llorar tampoco quiero,
y el que no canta ni llora
es que vive como muerto.

¡Aquí escribió juramentos
y promesas escribió!
¡Lo que conserva un papel
se borra de un corazón!

Por no perder la costumbre
voy a escribir una copla;
que una copla es la compaña
del alma que vive sola.

En el mar de la esperanza
eché la red del cariño,
y la saqué cargadita
de desengaños y olvido.

Ya no cantaré más coplas,
si no las quieres oír;
que es razón que mis penitas
queden sólo para mí. 

Mercedes de Velilla y Rodríguez



Safo

Una mujer, como visión o hada,
en la roca de Léucades se agita;
retrátase en su faz pena infinita,
la desesperación en su mirada.
Es Safo, la poetisa enamorada
que el arpa hiere con doliente cuita,
y en su última canción llora y palpita
la pasión infeliz y desdeñada.
Tú fuiste, oh mar, de su dolor testigo,
y en tu seno aquel cuerpo recibiste,
que al sacro numen y al amor dio abrigo.
Así, en tu inmensidad tumba le diste;
en tus amargas olas, llanto amigo,
y en tu eterno rumor, funeral triste.

Mercedes de Velilla y Rodríguez


Si al pesar mi último día
durmiese mi polvo humano
en la tierra extraña y fría
del cementerio aldeano,
lejos de la tierra mía,
      hermanos, ved lo que os pido:
no me dejéis siempre sola
en mi sepulcro escondido,
porque me espanta la ola
quieta y mansa del olvido.
      Me espanta que a mi alrededor,
entre sepulturas huecas,
brame el viento mugidor,
y cubran las hojas secas
mi tumba sin una flor.

Mercedes de Velilla y Rodríguez






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