Ahora, ¿adónde?

"Ahora, ¿adónde? El torpe pie
quisiera llevarme a Alemania.
Mas la razón, prudente, mueve
la cabeza, como diciendo:
Es cierto que acabó la guerra,
pero quedan cortes marciales,
y dicen que escribiste antaño
cosas que te hacen fusilable.
Eso es verdad, poco agradable
sería verme fusilado.
No soy un héroe, me faltan
los patéticos ademanes.
Me gustaría ir a Inglaterra,
de no haber humos de carbón,
¡y los ingleses!… Ya su olor
me produce espasmos y vómitos.
A veces tengo la ocurrencia
De embarcarme hacia Norteamérica,
gran cuadra de la libertad
con sus brutos igualitarios.
Pero me da miedo un país
de gentes que mascan tabaco,
que, sin rey, juegan a los bolos,
y sin escupidera, escupen.
Rusia, ese imperio tan hermoso,
posiblemente me agradase,
pero en invierno no podría
soportar allí los azotes.
Con tristeza miro a lo alto,
donde hacen guiños miles de astros;
sin embargo, mi propia estrella
no la diviso en parte alguna.
En el áureo laberinto
del cielo se perdió tal vez,
como yo mismo me he perdido
en la terrena agitación."

Heinrich Heine



"Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres."

Christian Johann Heinrich Heine

“Bien mirados, todos nos ocultamos, completamente desnudos, en los vestidos que usamos.”

Heinrich Heine


“Construye tu cabaña en el valle, pero nunca lo hagas en la cima.”

Heinrich Heine


Corazón, corazón, calla y espera;
Sufre sin quejas el destino eterno:
Renacerá otra vez la primavera
Tras el áspero invierno.

Aún no agotó la vida sus mercedes:
¡Bello es el mundo, luminoso el día!
Y todo aquello que te plazca, puedes
Amarlo todavía.

Heinrich Heine



“Cuando el sol se hunde susurrando en el mar, y se alza la noche con sus grandes y apasionados ojos, ¡oh:, entonces el verdadero placer estremece todo mi cuerpo, las brisas acarician mi corazón inquieto como trémulas doncellas, las estrellas me hacen guiños y yo me levanto y lloro por la tierra minúscula y por los pensamientos mezquinos de los hombres.”

Heinrich Heine



“Cuando las mujeres escriben, siempre tienen un ojo sobre el papel y el otro sobre un hombre.”

Heinrich Heine


"Cuando una mujer nos cautiva, ¿cómo discernir dónde empieza su sonrisa y dónde termina su boca?"

Heinrich Heine


"Debemos perdonar a nuestros enemigos, pero nunca antes de que los cuelguen."



Heinrich Heine


"Dios me perdonará: es su oficio."

Heinrich Heine


"Dios nos ha dado la lengua para que podamos decir cosas amables a nuestros amigos y duras verdades a nuestros enemigos."

Heinrich Heine


"Dime: ¿Qué significa el hombre? ¿De dónde viene? ¿Adónde va? ¿Quién mora en la altura, sobre las estrellas doradas? Las olas susurran su murmullo eterno, el viento sopla, vuelan las nubes y las estrellas parpadean frías e indiferentes, mientras un loco espera la respuesta."

Heinrich Heine


“Donde se quema a los libros, también se quema a los hombres.”

Heinrich Heine


"Donde se quiere a los libros también se quiere a los hombres."

Heinrich Heine


“El cura católico habla como si el cielo le perteneciera; el pastor protestante, como si lo tuviera arrendado.”

Heinrich Heine



“El historiador es un profeta que mira hacia atrás.”

Heinrich Heine



"El inteligente se percata de todo; el tonto hace observaciones sobre todo."

Heinrich Heine



"El matrimonio es una alta mar para la que no se ha inventado todavía brújula alguna."

Heinrich Heine



“El pensamiento precede a la acción como el relámpago precede al trueno.”

Heinrich Heine



“El que en su vida nunca fue necio jamás fue sabio.”

Heinrich Heine


"En tiempos oscuros la gente es guiada mejor por la religión, como en una noche negra como boca de lobo un ciego es el mejor guía; conoce los caminos y senderos mejor que un hombre que puede ver. Cuando llega la luz del día, sin embargo, es una tontería usar hombres viejos y ciegos como guías."

Heinrich Heine


Epílogo

"Enterrar quiero mis cantos,
Quiero enterrar mis quimeras;
Féretro insondable quiero,
Fosa necesito inmensa.
Ha de guardar muchas cosas
El ataúd bajo tierra;
Quiero que tenga más fondo
Que el tonel de Heidelberga.
Buscadme féretro duro,
De planchas fuertes y espesas,
Aun más largo que el gran puente
Que hay sobre el Rhin en Magencia.
Y buscad doce gigantes
De más vigor y más fuerza
Que el enorme San Cristóbal
Que hay de Colonia en la iglesia.
Que lo arrojen al profundo
Seno de la mar inmensa;
Que tal ataúd, tal fosa
Es necesario que tenga.
¿Sabéis ¡ay! por qué es preciso
Que enorme el féretro sea?
Porque en él enterrar quiero
Mis amores y mis penas."

Heinrich Heine




“Era yo joven y orgulloso, y me complacía mucho saber por Hegel que no es, como creía mi abuela, el buen Dios que reside en el cielo el dios verdadero, sino que yo mismo, aquí en la tierra, soy el buen dios.”

Heinrich Heine



"Es muy fácil perdonar a nuestros enemigos cuando no tenemos los medios de aniquilarlos."

Heinrich Heine



“Es una antigua historia que resulta siempre nueva.”

Heinrich Heine


¡Estad tranquilos!

"De Bruto con el sueño dormimos confiados;
Mas despertó, y a César hirió con su puñal;
Que los romanos eran malsines desalmados,
Insignes tiranófagos sin ley y sin piedad.
No vive entre nosotros romano peligroso;
Fumamos buen tabaco; tocó a cada nación
Una grandeza; Suavia, es el país dichoso
Que la mejor morcilla a fabricar llegó.
Nosotros somos probos, germanos que dormimos
Con sueño sano y dulce, con sueño sin doblez;
Al despertar es cierto que a veces sed sentimos,
Mas nunca de la sangre de nuestros reyes es.
Como la vieja encina, como el añoso tilo,
Nosotros somos fieles y fieros a la par:
Del tilo y las encinas en el país tranquilo,
Seguramente un Bruto no nacerá jamás.
Y si es que por acaso un Bruto aquí naciera,
En vano, en vano un César buscar pudiera aquí;
En cambio tenemos, en vez de su alma fiera,
Pasteles con especias, que no hay más que pedir.
Reyes y reyezuelos, que altivos se presentan
(No es una cifra enorme), tenemos treinta y seis.
Estrellas protectoras sobre su pecho ostentan:
De marzo por los Idus no tienen que temer.
Y padres les decimos, y patria apellidamos
A este país honrado, que como herencia real
Fue a nuestros reales padres: también idolatramos
Las berzas con salchichas, magnífico manjar.
Cuando a los tales padres hallamos distraídos,
Nuestros sombreros ruedan ante sus reales pies:
No es la Alemania inmunda caverna de bandidos;
Romanos tiranófagos jamás podremos ser.
Cebamos nuestros reyes, mas no los devoramos
No es nuestra ley pagana, cristiano es nuestro afán
Nuestro sabroso pato por San Martín matamos,
Y lleno de castañas a nuestro vientre va."

Heinrich Heine




"Fabrica tu cabaña en el valle, y nunca en la cumbre."

Heinrich Heine


"Fausto se sorprendió ante la aparición de la siniestra figura de la bailarina, pero se sintió atraído por su esbelta y coqueta sonrisa. Ella tenía una vara en su mano, y todo lo que tocaba se transformaba en algo más divertido, sin destruir por completo la forma original de los diversos objetos de la sala, ya que las imágenes oscuras de los planetas brillan en su interior con colores refulgentes, de las copas monstruosas se alzaron bellas aves, lechuzas que ostentaban candelabros en su pico y un sinfín de bajorrelieves, espejos venecianos y arte áureo. Todo un caos, sin embargo, majestuoso."

Heinrich Heine
El doctor Fausto


“Hablar de locura de amor es un pleonasmo; el amor en sí ya es locura.”

Heinrich Heine


"Hasta después del llanto más sublime siempre acaba uno por sonarse."

Heinrich Heine


Intermezzo. Canto VI

Quisiera que mi alma amante
guardara de un blanco lirio
la corola perfumada,
y que la flor anhelante
entonara en su delirio
una canción a mi amada.
Temblar la canción debía
y en círculos palpitantes
agitarse misteriosa
como el beso de ambrosía
que en horas ¡ay! ya distantes
me dio su boca de rosa. 

Heinrich Heine




La fortuna

¡Ah, señora Fortuna! inútilmente
desdeñosa te muestras. Tus favores
conquistaré con ánimo valiente
como todos los bravos luchadores.
En la reñida lid caerás domada;
ya forjo el yugo al que serás uncida;
pero al verte a mis plantas desarmada,
siento en el corazón mortal herida.
La roja sangre brota en largo río
y el dulce soplo del vital aliento…
y cuando el triunfo que anhelé, ya es mío,
ceder mis fuerzas y morir me siento.

Heinrich Heine


“La Fortuna es una muchacha voluble que no permanece a gusto en el mismo sitio; te acaricia el pelo sobre la frente, te da rápido un beso, y huye. La señora Infortunio, por lo contrario, te ha estrechado fuerte y amorosa contra su corazón, dice que no tiene ninguna prisa, se sienta junto a tu canta y se pone a tejer calceta.”

Heinrich Heine


"La muerte es la noche fresca; la vida, el día tormentoso…"

Heinrich Heine
Tomado del libro Historia de la eternidad de Jorge Luis Borges, página 47



"La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca."

Heinrich Heine




“La vida es una enfermedad; el mundo, un gran hospital; y la muerte, el médico que nos cuida a todos.”

Heinrich Heine



“La vida y el mundo son el sueño de un dios ebrio, que escapa silencioso del banquete divino y se va a dormir a una estrella solitaria, ignorando que crea cuanto sueña...”

Heinrich Heine



"Las mujeres tienen un solo modo de hacernos felices, pero treinta mil modos diferentes de hacernos miserables."

Heinrich Heine


Las ratas errantes

Hay dos clases de ratas:
las hambrientas y las hartas.
Las hartas se quedan a gusto,
pero las hambrientas van por el mundo.
Recorren miles y miles de millas,
sin pausa, sin descansar.
No tuercen el rumbo en su marcha,
ni vientos ni lluvias las pueden parar.
Escalan las alturas,
los lagos a nado cruzan.
Muchas se ahogan o quedan desnucadas.
Las vivas dejan muertas a las abandonadas.
Tienen estos bichos
terroríficos hocicos.
Llevan cabezas rapadas, iguales,
bien radicales, bien raticales.
Las jaurías radicales
no saben nada de Dios.
Su prole no llevan a bautizar,
las hembras son propiedad comunal.
No quieren más que comer y beber
la muchedumbre ratil y carnal.
Mientras están comiendo y bebiendo, no piensan
que nuestra alma es inmortal.
Esta raza salvaje
no teme a los gatos, no teme al infierno.
Nada suyo tiene, no tiene dinero
y el mundo quisiera repartirlo de nuevo.
¡Dios santo! Las ratas errantes
se acercan a nuestra región.
Avanzan. Las oigo chillar.
Su número es legión.
Estamos perdidos, ¡ay!
ante las puertas ya están.
Menean la cabeza alcalde y senado,
a nadie se le ocurre un recurso adecuado.
Los burgueses empuñan las armas,
los curas tocan las campanas.
Peligra el santuario
del Estado decente que es la propiedad.
Ni las oraciones, ni las campanadas,
ni los ampulosos decretos del senado
ni los numerosos cañones pesados,
buenos muchachitos, les valdrán de nada.
Las mallas verbales tampoco ayudarán
de las oratorias sin actualidad.
No se atrapan las ratas con trampas silogísticas,
ellas saltan sobre las más sutiles sofísticas
El estomago hambriento admite solamente
sopa de lógica con albóndigas concluyentes,
sólo razones de vacas asadas
con citas de embutidos acompañadas.
Un mudo bacalao, con bastante manteca,
a los rojos radicales contenta
mucho mejor que un Mirabeau
y todos los tribunos después de Cicerón.

Heinrich Heine



"Los ángeles le llaman cielo; los diablos infierno; los hombres amor."

Heinrich Heine



“Los griegos todo lo decían a medias. Desde liego, “conócete a ti mismo” s el secreto de la sabiduría; pero “desconócete a ti mismo” es el secreto de la felicidad.”

Heinrich Heine



“Los hombres escriben en pro o en contra de algo, en pro o en contra de una idea, en pro o en contra de un partido; pero las mujeres escriben siempre en pro o en contra de un hombre determinado, o, para ser más exactos, a causa de determinado hombre.”

Heinrich Heine


"Los perfumes de las flores son sus sentimientos."

Heinrich Heine


"Los romanos nunca habrían tenido tiempo de conquistar el mundo si antes hubiesen tenido que aprender latín."

Heinrich Heine


“Los sabios emiten ideas nuevas; los necios las expanden.”

Heinrich Heine


"Me duele, querido lector, separarme de ti. El autor acaba por acostumbrarse a su público, como si éste fuera un ser razonable. A ti también parece entristecerte que yo deba decirte adiós; estás agitado, querido lector, y preciosas lágrimas corren por tus mejillas. Pero tranquilízate, volveremos a vernos en un mundo mejor, donde también pienso dedicarte libros mejores. Doy por sentado que ahí se repondrá mi salud, y que no me ha mentido Swedenborg. Este refiere que en el otro mundo proseguiremos tranquilamente nuestros quehaceres terrenales, que ahí conservaremos nuestra individualidad y que la muerte no produce ningún trastorno apreciable en nuestra evolución orgánica. Swedenborg es incapaz de mentir y son del todo fidedignos sus informes del otro mundo, donde él vio las personas que han jugado un papel en nuestra tierra. Casi todos, dice él, siguen invariables y se ocupan de los mismos asuntos que antes los ocuparon: quedan estacionarios, anticuados, un poco rococó, lo que puede resultar algo ridículo. Así, por ejemplo, nuestro querido doctor Martín Lutero se quedó detenido en su doctrina de la Gracia, sobre la cual hace trescientos años que diariamente escribe los mismos argumentos mohosos —igual que el difunto barón Ecksteien, que durante veinte años publicó diariamente en la Allgemeine Zeitung el mismo artículo contra los jesuitas. Pero no todas las personas vistas por Swedenborg persistían rígidas como fósiles; muchas habían empeorado o mejorado… La casta Susana, que antes resistió con tanta gloria a los ancianos, fue seducida por el joven Absalón, hijo de David. En cambio las hijas de Lot se habían reformado; en el otro mundo eran ejemplos de decencia. Por absurdas que parezcan estas noticias son tan importantes como agudas. El gran vidente escandinavo comprendió la unidad y la inseparabilidad de nuestra existencia y reconoció con toda razón los derechos de la invariable individualidad del hombre. La perduración después de la muerte no es para él un carnaval, donde el hombre y el vestuario siguen invariables en él. En el otro mundo de Swedenborg se sentirán cómodos los pobres esquimales, que preguntaron a los misioneros daneses que querían convertirlos, si en el cielo cristiano había focas. Cuando les respondieron que no, confesaron tristísimos que aquel cielo no servía para esquimales, que no pueden vivir sin focas. ¡Cómo se estremece nuestra alma al pensar en la aniquilación eterna, en la cesación de nuestra personalidad! El horror al vacío, que se atribuye a la naturaleza, es innato en el sentimiento del hombre. Consuélate, querido lector, hay una perduración después de la muerte, y en el otro mundo volveremos a encontrar nuestras focas. Y ahora, adiós, y si algo te debo, mándame la cuenta.
Escrito en París, el 30 de setiembre de 1851."

Heinrich Heine
Tomada del libro El libro del cielo y del infierno de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares




“Mejor que el talento es el carácter.”

Heinrich Heine



Mi alma se parece al mar

Mi alma se parece al mar:
tiene olas y tempestades;
pero en sus profundidades
muchas perlas se han de hallar.
Cuestiones.
A orillas del mar desierto,
Junto al piélago intranquilo,
Un joven lleno de dudas
Se detiene pensativo,
Y así a las ondas inquietas
Dice con aire sombrío:
-«Explicadme de la vida
El arcano no sabido,
Enigma que tantas frentes
Ardieron por descubrirlo;
Cabezas engalanadas
Con adornos pontificios,
Frentes con mitras hieráticas,
Con turbantes damasquinos,
Con birretes doctorales,
Con pelucas, con postizos
Cabellos, y tantas otras
Cabezas que el escondido
Enigma saber quisieron,
Decidme, yo os lo suplico:
¿Qué es el hombre? ¿de dó viene?
¿Adónde va su camino?
¿Qué habita en el alto cielo
Tras los astros encendidos -»
El mar su canción eterna
Murmura triste y dormido;
Sopla el viento; huyen las nubes;
Los astros en el vacío
Fulguran indiferentes
Con sus resplandores fríos,
Y un demente una respuesta
Espera en tanto intranquilo.

Heinrich Heine


"No hay hombre más infeliz que aquél para quien la indecisión se ha hecho costumbre."

Heinrich Heine



"No hay nada más silencioso que un cañón cargado."

Heinrich Heine


"¡No seas un ateo, un oso impío que reniega de su Creador, un oso sin Dios! Sí, el universo tiene un creador. En lo alto el sol y la luna, las estrellas también (con o sin cola) son el reflejo de su Omnipotencia. En lo profundo, el mar y la tierra son el eco de su gloria, y toda criatura celebra sus esplendores. Hasta el piojo más pequeño, que en la barba del peregrino participa en sus piadosos trabajos, canta la alabanza del Eterno. Ahí arriba, en la estrellada bóveda, sobre un trono de oro, un enorme oso blanco rige majestuosamente los mundos. Inmaculada y blanca como la nieve resplandece su piel; ciñe su testa una corona de diamantes, que ilumina todos los cielos. En su rostro están la armonía y las mudas proezas del pensamiento; apenas levanta su cetro las esferas retumban, cantan. A sus pies reposan los osos bienaventurados que en la tierra padecieron con resignación; en las venerables patas ostentan las palmas del martirio. A veces uno salta, otros lo siguen, como impelidos por el Espíritu Santo; y, he aquí, todos bailan el minué más solemne. ¿Yo, indigno Atta Troll, participaré alguna vez en esa ventura y ascenderé del Valle de Lágrimas al alto reino de la dicha? ¿Yo, indigno pecador, ahí arriba, en la bóveda estrellada, danzaré, borracho de cielo, con la aureola, con la palma, ante el trono de Dios?"

Heinrich Heine
Tomada del libro El libro del cielo y del infierno de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares



“¡Oh, las mujeres! Mucho debemos perdonarlas, porque aman mucho, y a muchos. Su odio, en realidad, sólo es amor vuelto del revés.”

Heinrich Heine


"Pero mucho más lúgubre y desconcertante que estas imágenes, que pasaban moviéndose en silencio como sombras chinescas, eran los sonidos que, por otra parte, atravesaban mis oídos. Eran unos sonidos metálicos, roncos, desgañitados, un clamor desatinado, un chapoteo angustioso, un sorber desesperado, un gemir y quejarse, un ruido indescriptiblemente doloroso y frío. El estanque del Alster estaba helado, sólo próximo a la orilla había un gran espacio horadado en la capa del hielo, y los espantosos sonidos que yo entonces percibía provenían de las gargantas de las pobres criaturas blancas que nadaban allí dentro y gritaban en su espantoso miedo a la muerte; ¡ay!, eran los mismos cisnes que en otro tiempo conmovieron mi alma tan alegre y dulcemente. ¡Ay! los bellos cisnes blancos, les habían cortado las alas para que no pudieran volar durante el otoño hacia el Sur; ahora el Norte les aprisionaba en sus oscuros fosos de hielo -el camarero del pabellón decía que allí se encontraban muy a gusto y que el frío les sentaba bien-. Pero esto no es verdad, uno no puede encontrarse bien cuando se está encerrado en un charco frío, casi helado, y le han cortado a uno las alas y no puede uno volar hacia el hermoso Sur, donde las flores bellas, los dorados rayos del sol y los azules lagos..., ¡ay!, tampoco a mí me va mucho mejor y de hecho en aquel instante comprendí el tormento de los pobres cisnes, y cuando se fue haciendo cada vez más oscuro y las estrellas titilaron claras allá arriba, las mismas estrellas que antaño, en las hermosas noches del estío, habían coqueteado con los cisnes, pero ahora los miraban tan invernalmente frías, tan gélidamente burlescas...entonces comprendí que las estrellas no son seres amantes y comprensivos, sino sólo brillantes engaños de la noche, eternos espejismos en un cielo soñado, mentiras doradas en la oscura nada."

Heinrich Heine
Memorias del Sr. Schnabelewopski




"Perseguir al que no piensa igual que nosotros, ése ha sido en otro lugar el privilegio de los religiosos."

Heinrich Heine



"Qué horripilante libro es un Código, al derecho que se toma como modelo y a sus códigos y a los códigos romanos los he aborrecido siempre. Los muy bandidos querían poner a buen recaudo su botín y se esforzaban por garantizar con leyes lo que habían robado con la espada: el romano era a la vez soldado y jurisconsulto. Y a aquellos ladrones les debemos el Derecho Romano, que está en oposición —por eso es asombroso que goce de tanta estima— con la religión, la moral, la humanidad y la razón."

Heinrich Heine
Tomada del libro de Ángela Vallay, El arte de amar la vida página 51




“Quien sabe. Quien sabe. Tal vez el alma de Pitágoras ha entrado en el cuerpo de un pobre examinado que fracasa en el examen por no haber sabido demostrar el Teorema pitagórico, mientras que en los señores que examinan viven las almas de los animales que un día sacrificó Pitágoras a las divinidades, gozoso por haber descubierto su teorema.”

Heinrich Heine


“Quizá la poesía sea una enfermedad del hombre, lo mismo que la perla no es otra cosa que la sustancia producida por la enfermedad que sufre la ostra.”

Heinrich Heine



“Se fueron ya los juegos de la infancia, voló para siempre la juventud. Atrás quedó la belleza del mundo y el amor, la fe y la verdad.”

Heinrich  Heine


"Si bien lo consideramos, todos estamos desnudos dentro de nuestros vestidos."

Heinrich Heine



"Si quieres viajar hacia las estrellas, no busques compañía."

Heinrich Heine



Sueños

Soñé una vez con ardientes amores
con bellos bucles, mirtos y resedas
dulces labios y palabras acerbas
tristes melodías de tristes canciones.
Disperso e inerte ha mucho está mi sueño
disperso está ya el más querido en sueño
sólo queda en mí lo que algún día
con indómito ardor vertí en tiernas rimas.
¿Quedas tú, huérfana canción?
Disípate igual y busca el sueño que ha mucho perdí
y si lo encuentras salúdalo por mí.
A la volátil sombra le envío un soplo volátil.

Heinrich Heine



Todas las noches, en mis tristes sueños,
Sonriendo te miro,
Y caigo, amante, suspirando loco
Ante tus pies queridos.
Me miras con tristeza, sacudiendo
Tu cabecita rubia,
Y por tus ojos de tu amargo llanto
Corren las perlas húmedas.
Y me dices muy bajo una palabra,
Y de rosas me entregas blanco ramo,
Y al despertar el ramo ya no existe
Y la palabra aquella he olvidado.

Heinrich Heine



“Todavía no se ha descubierto la brújula para navegar en la alta mar del matrimonio.”

Heinrich Heine



“Todo delito que no se convierte en escándalo, no existe para la sociedad.”

Heinrich Heine



“Todo se te perdonará, excepto que sea un genio.”

Heinrich Heine



“Un amigo me preguntaba por qué no construíamos ahora catedrales como las góticas famosas, y le dije: "Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión".”

Heinrich Heine


“Vieja Alemania, tu sudario helado
Ya tejen en la sombra nuestros dedos,
Y en el tejido vil, los labios mezclan
De maldición y cólera los ecos.”

Heinrich Heine



"Y no dejamos de preguntarnos, una y otra vez, 
Hasta que un puñado de tierra 
Nos calla la boca… 
Pero ¿es eso una respuesta?"

Heinrich Heine








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