"Algún día todo lo que aquí con mi voz te acabo de decir,
Por sí mismo, sin que Dios los haya venido a instruir.
Tus semejantes lo sabrán. Los humanos, tus semejantes
Encontrarán infalibles caminos hacia adelante."

André Chenier



"El arte no hace más que versos; solo el corazón es poeta."

André Chénier
Élégies, XX


El sol de Mayo

¡Oh pórticos! ¡Oh mármoles vivientes!
¡Oh bosques de Versalles!
¡Sitios más deleitosos y rientes
Que los Elíseos valles!

Los dioses y los reyes á porfía,
Recinto almo y sereno,
Tesoros de hermosura y lozanía
Vertieron en tu seno.

Frescura, al verte, y suavidad recibe
El pensamiento mío,
Y como hierba lánguida revive
A quien bañó el rocío.

No anhelo de París la varia escena:
Quiero ver á mis Lares
Bajo tu sombra reposar amena
En rústicos hogares,

De donde al campo, yo, circunvecino
Llevar tranquilo pueda
Los pasos, estrechándome el camino
Tresdoblada alameda.

¿Dónde están de ciudad armipotente
Las regias maravillas ?....
Regalas tú con aromado ambiente,
Con trofeos no brillas.

El apacible sueño, el manso olvido,
El estudio y el arte,
Castas divinidades, han venido
Por suyo á consagrarte.

¡Ay! ociosa indolencia me devora,
Y cosechar no intento
El fruto sazonado que elabora
Activo entendimiento.

Consumido de tedio me abandono;
Ni gárrula alabanza,
Ni públicos favores ambiciono;
Ha muerto la esperanza.

Y sólo ya la sombra taciturna
Dulce parece á un alma
Desengañada; la quietud nocturna,
La solitaria calma.

Si es vivir mi destino, en paz profunda
Calladamente viva;
Cebe amor de mi antorcha moribunda
La llama fugitiva.

Amo, ¡oh placer! Y tú, rincón florido,
Aquella imagen pura
Conoces; aquel nombre tú has oído
De inefable dulzura,

Que á tu silencio tímido confío
Cuando de tarde vengo,
Y en pensar que la he visto me extasío
O que de verla tengo.

Si por ella mi labio amor suspira,
Tus umbríos boscajes
En ecos dignos de celeste lira
La ofrendan homenajes.

Por ella la onda sacra de armonías
Que tierra y cielo inunda,
Hoy de mis labios como en otros días
Torna á correr fecunda.


¡Oh! si el que ama el honor y la justicia,
Cuando el malvado impera
De olvidar y vivir á la delicia
El pecho abrir pudiera,

Tu silencio, Versalles, tus risueños
Asilos de verdura,
Nido fueran de cándidos ensueños
Y de perenne holgura.

Mas tus alegres ámbitos, el verde
Césped, la fresca gruta,
Todo sus galas ¡ay! súbito pierde
Y á mis ojos se enluta;

¡Y de un pueblo inocente, acuchillado
Por tribunal sangriento,
Pasar veo delante el no vengado
Espectro macilento!

André Chénier


Invocación a la poesía

¡Ninfa tierna y bermeja, oh joven Poesía!
¿Qué bosque en este día elige tu retiro?
¿Qué flores, tras la onda en que se van tus pasos,
bajo pies delicados, se inclinan suavemente?
¿Dónde te buscaremos? Mira la estación nueva:
sobre su blanco rostro, ¡qué purpúreo destello!
Cantó la golondrina; Céfiro está de vuelta:
regresa con sus bailes; amor renacer hace.
Sombra, praderas, flores son sus gratos parientes,
y Júpiter se goza contemplando a su hija,
esta tierra en que dulces versos, apresurados,
brotan, por todas partes, de tus dedos graciosos.
En el río que baja por los húmedos valles
para ti ruedan versos dulces, sonoros, líquidos.
Versos, que en masa se abren por el sol descubiertos,
son las fecundas flores de cáliz encarnado.
Y montes, en torrentes que blanquean sus cimas,
lanzan versos brillantes al fondo del abismo.

André Chenier


La joven cautiva

Se alza la espiga naciente
Y hoz no la toca impaciente,
Y el pámpano en la ladera
La estación disfruta entera
Que el cielo le concedió.
También soy bella, estoy joven;
No es tiempo de que me roben
La vida; y aunque mis ojos
Sólo ven ruinas y abrojos,
Aun no quiero morir yo. 

Arrostre el estoico fuerte
Con faz enjuta la muerte:
Yo, mujer, lloro y espero;
Si vendaval sopla fiero,
Me encojo, y cubro mi sien.
Si horas hay de amargo llanto,
Otras son tan dulces, ¡tanto!
¿Qué bien no tuvo sus penas?
Ondas que duermen serenas
Guardan borrascas también. 

Breve trecho andado queda
De esta frondosa arboleda
Del camino de mi vida;
¡Tan distante la salida
Que aun no se descubre allá!
Al festín en este instante
Sentada, el labio anhelante.
Entre la festiva tropa,
Apenas llegué a la copa
Que en mis manos llena está. 

Hoy luce mi primavera;
Cual astro que su carrera
Consuma, y llega a su ocaso,
Quiero gozar, paso a paso.
De todo lo por venir.
Hoy es mi primer mañana;
Yo flor esbelta y lozana,
De que el jardín hace alarde,
Ver de mi vida la tarde
Quiero, y entonces morir. 

Así se queja y suspira
Cautiva joven que mira
El amago de la muerte,
Y mientras llora su suerte,
Torna mi lira a soñar.
Cautivo, postrado, mudo,
El desaliento sacudo,
Y vierto en medido canto
Aquel candoroso llanto,
Aquel dulce lamentar.

 André Chenier



La joven tarentina

Llorad, dulces alciones, oh pájaros sagrados,
Llorad, dulces alciones, de Thetis bien amados.
Supo Myrto de vida, la joven tarentina.
Llevábala la nave a playas camarinas.
Lentamente himeneo, canciones, la sonante
Flauta conducirla debíanla a su amante.
La llave vigilante guardó hasta ese momento
En el cofre de cedro su ajuar de casamiento,
Y el oro que habría sus brazos adornado
Y para los cabellos aromas preparados.
Pero, sola en la proa, invocando a los cielos,
El impetuoso viento que echa velas al vuelo,
La envuelve. De repente se ha quedado sola,
Y grita y cae y se hunde en el seno de las olas.
Al seno de las olas la joven tarentina.
Su bello cuerpo cubre la hondonada marina.
En hoyos pétreos Thetis no cesa de llorarla,
De monstruos voraces se apresura a ocultarla.
A sus órdenes pronto las Nereidas ornadas
La elevan por encima de húmedas moradas,
Y en ese monumento cercano a la ribera
La dejan dulcemente, del Céfiro a la vera.
Después a grandes gritos llaman a sus hermanas,
Y ninfas de los bosques, de riscos, de fontanas,
Golpeándose los senos, un gran luto llevando,
Un “¡ay!” en torno suyo repiten sollozando.
¡Ay, ay! Hasta tu amante ya no serás llevada
Y no tendrás las galas que visten las casadas.
El oro no dará a tus brazos sus destellos,
Ni pregnarán los dulces perfumes tus cabellos.

André Chenier


"La tormenta de la revolución apaga la antorcha de la poesía."

André Chenier
Tomada del libro El secreto de la vida: Ensayos de Oscar Wilde

"Pensad que hasta para ser dichoso hay que acostumbrase."

André Chenier



"Se va a buscar muy lejos, mucho antes que morir algún pretexto amigo de vivir y sufrir."

André Chenier




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