Azorado

Quité el velo de mis ojos,
allí logré observar
que dentro del silencio
todo es posible.

Limpié mis heridas en sal
Y los días de sol fueron eternos.

¿Como contener el grito de la serpiente
la misma que muerde
E introduce su veneno dulcemente?.

Caballos alados rozados por el viento
cabalgan detrás
Y el pecho que antes fue uno
Ya no existe.

La acción,
solo violenta al crimen del deseo
que inundado de aromas
viaja en torrentes de lagrimas.

Mauro González Quarti


¿Cuál es la realidad?

"Todo lo recuerda. Su mente ha hablado. Tomo su cuerpo recorriéndolo con su húmeda y suave lengua, no dejando que su piel sintiera frío o calor. Sus manos suaves como copos felinos, ocasionando diferentes y extrañas sensaciones al cuerpo desnudo de ella. Recorrió sus piernas. Absorbió su néctar. Ella volaba sin estarlo. Él disfrutaba en lo llano. Ella y sus pechos duros y excitados como rocas acariciadas por olas que suelen dejarse caer y volver a levantarse repitiendo esta acción como si la roca lo pidiera. Ella se torna endiablada tomando el cuerpo de el y lo apresa. Toma su miembro, erecto y excitado. Es un buen falo deseoso de sumergirse e indagar nuevas sensaciones, esos placeres que un hombre nunca negaría. Sus cuerpos envueltos, mutados o fundidos, bella imagen de observar. Sudados frotan sus pieles tratando de aligerar sentidos. Esta vez ambos vuelan. Ambos jadean. Ambos vibran a la misma melodía. A todo se llega, una y otra vez. Cuanto más se rozan, mas se desean. Todo se ha sentido. Todo se ha disfrutado. Todo se ha agotado. Como lo dije anteriormente, todo lo recuerda. Su mente ha hablado. Su casco ha dejado a un lado. Se levanta de su silla todo mojado. Es así, la mente ha hablado y la realidad virtual lo ha matado."

Mauro González Quarti



De la vida a la muerte

Así se encuentra el cielo junto a las estrellas,
lejos de perderse
Y pronto a encontrarse

Como péndulo que desplaza sentimientos
Me arrojo al tormento de la pasión
con suspiros que marean la llegada
de relámpagos en un verano sin razón.

¿Que dolor tomar cuando el recipiente del placer
Conserva su temperatura?.

¿Cómo sostenerlo?
lejos de la cabeza quemada
que lleva Hombrecillos en la mente
transportando ideas
Que Forjan peldaños,
donde pocos subirán
y muchos giraran sus rostros por temor.
Ocultando en su mediocridad
el valor a superarse,
a perderse,
a viajar mas allá de la vida.

De la vida
a la muerte.

Mauro González Quarti


Perecer desnudo

Un relato delicado
como brisa que desgarra
la natura de tu cuerpo
Que desnudo aun me habla.

Permisivo, dialogo ardiente
acantilado en tu híbrida boca
la colmena de tu vientre apasionado
una esencia,
que melosa me enamora.

He aquí,
dormido y acongojado
dispuesto a servirme en celo
Expuesto en desiertos vanos.

Lejanía en un perecer agnóstico
de cultivos vibrando al deseo
imantado en tu peregrino vivir
Maniatado de tu profundo sentir.

Mauro González Quarti


Resaca social 

Crecí educándome a dicha y siniestra. Viendo televisión todo el día. Sentí este día la necesidad de destruir mi vida como a la de los demás. No tengo respuestas. No tengo preguntas. Solo impulsos, violentos impulsos emergidos de una mente o más aun una sed asesina incontrolable. Nunca me han visto médicos capaces, pues tampoco nunca he dado motivos. Exploto mi cabeza, se quemo. Se agotaron los deseos, expire. El único deseo disponible era de acarrear vidas, no-solo la mía. Nadie tiene una respuesta. Tampoco nunca escuche preguntas. Lo único que sentí fue un impulso arrollador, incontrolable y hasta persuasivo a la vez. Sentí detenerme, si la obligación de detenerme, pero no pude. Una música de bellas melodías hacían girar mas mi cabeza. Escucho a Mozart, mi único aliado, cómplice y confidente. Sin pensar tome del cajón de la mesa de luz del cuarto de mi padre un fierro frío y pesado. Ese objeto el cual gran parte de la gente al observarlo, solo al observarlo nomás, experimenta una sensación de miedo aterrador que inmoviliza gran parte de los miembros del cuerpo. Con el objetos me dirigí a una plaza, donde muchas personas van vienen y se detienen. Plaza San Martín, el lugar, zona de retiro de Buenos Aires. Me detuve unos minutos como concentrándome, para luego desenfundar el maldito objeto y descargar sus sonidos letales a transeúnte de cualquier edad, sexo o color de piel. Ver pedazos de carne inmóviles o semi inmóviles cubiertas de rojo profundo lograban hacerme sentir gran éxtasis. Los gritos apabullantes, otra gran obra de arte de mi música vanguardista y las corridas como si estuviera en San Fermín, pero esta vez solo un toro suelto. Descargada la ultima gota letal mi instinto cobarde obligo a mis piernas a moverse lo mas parecido al viento. En la lejanía sonaban numerosas sirenas, seguramente la respuesta al gran sacrilegio realizado. La brisa me dibujaba una leve sonrisa en la carrera. Corrí hacia el río. Llegue a la estación de trenes, refugiándome en un antihigiénico baño de la estación Bartolomé Mitre. Lugar perfecto, pense, para el fin de un endemoniado sujeto. Comencé a divagar. Trace titulares en los diarios como por ejemplo: Clarín “Demente asesino en Plaza San Martín” o Crónica ”El anticristo existe” o La Razón “Gran masacre en Plaza San Martín”. Mi mente explayaba la imaginación, seguramente seria porque no vería aquellas primeras planas. Los sonidos de sirenas se acercaban. Dentro de un box del asqueroso baño donde escribo esta carta. Doy razones puramente sociales. Esta vida me ha llevado a este final. Jamas me he considerado loco. Quizás este equivocado. Ahora solo siento sudor como si una tenue lluvia me hubiera alcanzado en mi huida. Pido perdón a las familias o amistades de los pobres transeúntes, pero alguien siempre tiene que pagar. No los elegí fue el destino. Todo es el destino como mi propia vida. Ahora tomo el legado de mi padre, le coloco la munición que me acompaño en mi bolsillo. Cargo la recamara. Llevo la punta del caño a mi boca y escribo “chau”.

Mauro González Quarti











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