Canción

Hermosa mía, lloro
a más de enamorado, agradecido,
porque tú del tesoro
de amor, allá en mi pecho oscurecido,
sacaste la pasión con que te adoro!

Miguel de los Santos Álvarez



¡Cuán bella sale...!

¡Cuán bella sale la naciente aurora,
del fresco seno de los claros mares!
¡Cuán bello sol se inclina en los altares
de la noche feliz que la enamora!

¡Cuán bella es la vespertina hora
cuando al son de los rústicos cantares,
vuelve el pastor a sus agrestes lares
y lágrimas de amor la luna llora!

¡Cuán bello el cielo azul dora amoroso
a la luz de sus astros nuestra vida!
Mas qué hallará que le parezca hermoso

el que guarda en el alma dolorida,
que halló feo y vacío, y mentiroso
el corazón de una mujer querida!

Miguel de los Santos Álvarez



"El diablo, por jugar, una mañana
se puso una sotana,
y se fue a decir misa
sin casulla y en mangas de camisa;
pero al llegar al atrio de la iglesia,
se convirtió en estatua de magnesia.
¡No te burles jamás del ritual,
porque esto sale casi siempre mal!"

Miguel de los Santos Álvarez
Fábulas



"Nada de eso: mi objeto no es otro sino el sacar partido del modo particular de morirse que se puede emplear en la corte, que como la vida que en ella se hace, es algo más variado que el que suele emplearse en ciudades menos populosas, donde la vida es más clara y la muerte menos oscura. Lo que pienso, pues, publicar con este título, no es otra cosa sino algunos modos de morir, entre los cuales, como conocen los lectores, los habrá más o menos graciosos, y hasta puede haber alguno que haga reír a carcajadas, y que si no produce este efecto, más será por falta de estilo mío, que porque en el fondo no tenga él tanta sal y donaire como la cosa más alegre.
Como hasta ahora no se ha observado que nadie haya muerto, sin vivir de una manera o de otra, puede que alguna de estas agonías toque de refilón alguna parte de la vida del moribundo, y pique por consiguiente en historia. Filosofía y talento es lo que le pido a Dios, que buena falta me hace, y como él me lo conceda, de mi cuenta corre hacer de las agonías de la corte una lectura sabrosísima y entretenida. Y ahora, sin pensar mucho en el modo mejor de empezar, y sin curarme de que sea mejor o peor la primera agonía que yo cuente, que las otras que iré contando, porque al fin mis agonías han de tomarse una con otra, y a ojo de buen cubero, voy a enterar a los lectores de los últimos instantes de la vida de un buen hombre, que a haber muerto en otros tiempos, mejor cuenta le hubiera tenido, y a quien la poquedad de ánimo, y la confusión de la corte, han hecho morir con tanta oscuridad, que nadie sabría una palabra de tal cosa, si afortunadamente no estuviera aquí yo para alumbrarla."

Miguel de los Santos Álvarez
Tentativas literarias



Un gato enamorado con exceso
de una ratona, quiso darle un beso,
mas apenas besóla, que tragóla,
sin saber lo que hacia, hasta la cola;
y tragada una vez, por compasión
hizo de ella una buena digestión.
¡Amado Teotimo, no te aflijas
y haz leer esta fábula á tus hijas!

Miguel de los Santos Álvarez
Fábulas




"Un gato y un ratón se convinieron,
y recíprocamente se comieron.
¡Efectos de la gula, mal pecado,
que debes evitar, Teotimo amado!"

Miguel de los Santos Álvarez




Un perro catalán y un gato griego,
los dos apasionados por el juego,
y los dos arruinados
por las fatales suertes de los dados,
se hallaron ambos por acaso juntos
en casa de uno de los mil difuntos
que por razón de su carácter serio
habitaban un triste cementerio,
y era el difunto (aunque advertencia vana,
pues de difunto el nombre
indica vaina de alma siempre de hombre),
era el difunto de la especie humana.
Como eran tres, el caso era sencillo,
armaron una mesa de tresillo;
y en el difunto hallaron perro y gato
la horma de su zapato;
si ellos jugaban toda su fortuna,
que, afortunadamente, era ninguna,
él, más ciego, jugaba en la partida.
¡tal era su pasión! su propia vida.
No hay que decir que al fin de la velada,
aquel que más ganó, no ganó nada.
¡Teotimo, por Dios, nunca en tus cuentas
cuentes con las pasiones vïolentas!

Miguel de los Santos Álvarez



Un Rey encontró un día
a un clérigo manchego, que leía;
saludó el Rey, y el cura saludó,
y el Rey pasó, y el clérigo pasó.
¡Sé urbano y comedido con las gentes,
y probarás mil gozos inocentes!

Miguel de los Santos Álvarez



"Y... ¡quién lo diría! al mismo tiempo, hay en las mujeres instantes sublimes de amor, manifestado á sus amantes, que el diablo me lleve, si no son sublimes todas las horas de amor, que ellas tienen á sus solas.
¿Cómo no ha de haber entusiasmo y abnegación de sí mismo en un ser espirituoso, delicado y volátil, que ama, que necesita amar, que no puede hacer bien ninguna cosa sino amar, porque para amar sólo vive, y que del amor y sólo del amor se alimenta y saca todas las satisfacciones de su vida?...
Yo no sé si esto será bastante pero por lo menos, á primera vista parece que hay razón suficiente para creer, á pesar de todo, que las mujeres aman con delirio cuando están ellas solas, pensando... ¿en qué pueden ellas pensar sino en sus amores ó en sus vestidos ó en otras cosas así, muy enlazadas con sus pasiones?
Todas estas reflexiones las hago aquí, acaso sin venir á pelo, á propósito de que en este paseo que Rafael dio por la corte se enamoró de él una joven y lindísima muchacha, que puesta á un balcón, de una calle por la cual, nuestra ya conocida pareja, a la sazón pasaba, tuvo la fortuna de encontrar en Rafael todo lo que necesitaba para enamorarse. Cuentan, pues, que le vio y que al punto de verle se prendó de él; pero dicen que se guardó muy bien de dar á entender de ello ni la más mínima cosa, y que antes de dar á Rafael la pequeñísima satisfacción de mirarle con buenos ojos, que no era mucho hacer, atendiendo á que ella estaba frita en pasión y rebozada en deseo, de resultas de esos súbitos bofetones de Cupido; se retiró ella con muy buen cuidado del balcón, con más muestras de enfado que de gusto apenas notó que Rafael, de muy distinta manera, y con muchísimo de interés en el semblante, la flechaba sus dos ojos negros, que con tanto placer se hubiera estado contemplando cuatro ó seis días la enamorada niña.
¿Y quién se lo impidió?... Nadie. En su mano estaba el cumplimiento de su deseo, que era bueno generoso, social, filantrópico y otra porción de cosas más, sin que al mismo tiempo faltara ni en el canto de un duro á la debida compostura y honestidad. ¡Vamos es cosa de desesperarse!"

Miguel de los Santos Álvarez
La protección de un sastre













No hay comentarios: