Convite sin anillos

No hay que llenar el pecho con anillos
ni encerrar el convite en la costumbre
para nido un clavel la cisne cumbre
para cumbre un laurel en los tobillos.

Eterniza tus caderas en rompeolas
y lanza tu cintura a los confines.
A los astros, los robles y delfines
entrega tus vaivenes de amapolas.

Y déjame beberte en la abundancia
y que tu sur inunde mi rivera
admíteme en el viento y la pradera.

En la trilce cadencia de tu infancia,
en los mirlos de cirios y fragancia
respirame en tu norte y primavera.

Mario Enrique Mayo

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