El Llanero

Despierto el ojo, la nariz hinchada,
la frente erguida, trémula la crin,
tascando el freno, el suelo golpeando,
la oreja atenta al eco del clarín;

tal el noble caballo; y el llanero
mal vestido, tostado por el sol,
sacudiendo la lanza y con la vista
clavada en el ejército español.

Al frente un cuadro ve, la señal oye,
hace sentir la espuela a su corcel,
encórvase en la silla, centellean
sus dos ojos de rabia y de placer.

Un instante no mas! sangre chorrea
la roja banderola; en sangre está
tinto el nervudo brazo, y el caballo
sangre hace con sus cascos salpicar.

Mario Valenzuela

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