"Bibiana Prats no sabe cuánto es la voluntad... ¿Veinte céntimos? ¿Cincuenta?... Marcelo dice siempre que las propinas deben ser el diez por ciento del consumo. Natalia dice que eso del diez por ciento es propio de espíritus miserables que lo cuentan todo, que lo miden todo, que no quieren quedar mal ante la gente, pero tampoco tienen la generosidad de proporcionar una alegría con su esplendidez. O se da algo, o no se da nada. José dice que la propina es un acto antisocial, que es inmoral, como la limosna. El hombre tiene todos los derechos y, entre ellos, el derecho a trabajar y a que se le pague justamente su trabajo, sin humillarle con una limosna, que la propina humilla al que la da y al que la recibe. Pero el caso es que la gente anda tan mal de dinero que la humillación no le importa mucho. Xenius da lo que tiene sin razonar. Es como Natalia, aunque tal vez no proceda así por las mismas causas.
Bibiana Prats baraja confusamente las opiniones de todos los miembros de su familia al tratar de valorar «la voluntad» de su propina a la mujer del Metro. Pero impone su criterio.
Si ha tomado un billete a la mujer que los vende a la entrada, por favorecerla, y la mujer es vieja y le tiemblan las manos, la voluntad de Bibiana Prats es darle una peseta.
Bibiana Prats le abona la peseta, importe del billete, y le da otra peseta de propina. El ciento por ciento.
[...]
El andén de la estación de Bilbao es una amenaza. Por muchos que salgan, serán más los que entren. Eso piensa Bibiana: le conviene acercarse a la puerta, preparándose para salir en su estación.
Los viajeros que salen no han preguntado a Bibiana cuál es su estación y la empujan hacia afuera. Bibiana grita, protesta, intenta agarrarse a algo para quedar dentro. Todo es inútil. Sale del vagón y, cuando quiere volver a entrar, ya no tiene sitio. No se aventura a meterse a presión cuando la puerta empieza a cerrarse y se queda en tierra."

Dolores Medio
Bibiana



“[Con la República] mi mundo era ya otro: el Ateneo, el Centro Obrero, los compañeros y camaradas de ideas más amplias.”

Dolores Medio


"Fue la noche de San Juan, cuando el mozo de Ca Martín, el de la Alameda, estuvo a punto de enloquecer por mor de una xana. ¡Brava comedia!, comentaban los vecinos de la aldea, decir que una xana… Y en estos tiempos, en los que nadie cree ya en esas cosas… Vaya patrañas… Claro está que lo de enloquecer bien pudiera ser cierto, que el mozo más de una vez ha dado señales de no estar muy en sus cabales, pero de eso a decir que una xana lo ha enmaridado…"

María Dolores Medio Estrada
La última xana (narraciones asturianas)
Tomada del libro Hadas de Jesús Callejo Cabo, página 233


"Irene Gal mira en torno suyo con desaliento. He aquí el panorama con el que ha de enfrentarse en su segunda etapa de maestra: Dolor y miseria.
La escuela, más que ningún otro edificio de la aldea, denuncia el paso de la guerra. Su aspecto no puede ser más desolador: los cristales rotos, sucias las paredes, el techo ahumado, goteras, el suelo cubierto de excrementos de animales... Prisión, cuartel, cocina, cuadra... eso ha sido la escuela. La casa de la maestra no ha corrido mejor suerte. Los chicos también acusan el paso de los dos ejércitos en sus trajes negros, hechos de prendas usadas, algunas tan viejas que en tiempo de paz no las recogería un mendigo si las encontrara tiradas en el camino. La moneda con la que hasta ahora cobraron los aldeanos la venta de los productos de sus tierras, no tiene ya valor y hasta que se recoja una posible nueva cosecha no habrá dinero en la aldea.
Con todo, esta miseria física, esta miseria material, no tiene para Irene Gal la importancia del problema moral que se le plantea. Guerra civil, hermanos contra hermanos, el mayor azote que Dios puede enviar a un pueblo... En los bancos de la escuela han de sentarse juntos los hijos de los caídos en los dos frentes, los hijos de los que luchan en los dos frentes, los hijos de los fusilados en los dos bandos. Para cada muchacho, su padre es un héroe. Su causa, la buena causa. Su dolor, justo...
No, ciertamente, no es fácil la labor de Irene Gal. Convencer, sin vencer, sin lastimar los sentimientos de nadie. De los niños y de sus familias... No, ciertamente, su labor no es fácil. No se atreve a gritar contra los que gritan, pero está decidida a seguir sosteniendo su punto de vista y a seguir fiel al lema de su vida: «Donde no halles amor, pon amor y encontrarás amor»... Ahora más que nunca lo necesitan. ¿Puede equivocarse?
Cada muchacho va llegando a la escuela con su cargamento de noticias extraordinarias. Se sienten hombres porque han vivido la guerra."

Dolores Medio
Diario de una maestra


"La hora grande de Madrid acaba de sonar en todos los relojes. Por una vez en el día parecen haberse puesto de acuerdo para regular —sístoles y diástoles de un corazón gigante— el latido de la ciudad.
Madrid tiene horas estrechas, limitadas, horas que encierran en el espacio breve de sus minutos una pequeña faceta de la vida humana: la hora de los traperos al amanecer; las de la madrugada, que barren con desgana hacia sus casas a los últimos trasnochadores… Por contraste, como todas las grandes urbes, tiene Madrid horas repletas en las que la vida se le desborda en las calles con la efervescencia caliente y ancha de una corriente de lava. Una de ellas, especialmente, engancha entre sus engranajes a los muchachos que salen de los colegios y a los adultos que van camino de los espectáculos; a los profesionales que dejan sus despachos y a los obreros que abandonan su trabajo; a las mecanógrafas que vuelven de las oficinas y a los dependientes que acaban de cerrar sus establecimientos; a las muchachas que se dirigen a los cafés donde las esperan sus novios, y a las mujeres que tratan de pasar inadvertidas para llegar al piso de sus amantes; hombres de negocios que buscan a otros hombres importantes en las barras de las cafeterías, y hampones que empiezan con el anochecer sus trapicheos; damas que llegan en sus coches a las parrillas de los hoteles elegantes, y muchachas de servicio que, pretextando un quehacer urgente, abandonan el fogón para entrevistarse con sus amigos… Todos se mueven dentro de esa hora gigante, van y vienen, se cruzan y se separan, sin un punto de reposo. Coches, tranvías, autobuses y trenes subterráneos transportan de un extremo a otro de la ciudad su cargamento humano.
[...]
Pero ya no son microbios pululando en un rayo de sol. Ahora es la luz del neón su caldo de cultivo. Se han acabado las restricciones: anuncios luminosos por todas partes, escaparates bien alumbrados, focos potentes. Y ruidos que producen a Pablo la sensación de una luz intensa. ¿O es la luz la que llega a su cerebro como un estruendo?
Recuerda un cuadro que ha visto en alguna parte: «Alegoría de la vida moderna». Y era eso: focos intensos, claxons, timbres, campanas, orquestas de viento, multitudes enfebrecidas que corrían tras sus afanes. Y en primer plano, un pelele balanceándose atolondrado, a punto de entregarse a la locura."

Dolores Medio
Funcionario público



"Lena, con las mejillas encendidas por la emoción, se despidió de su amigo. Sentía deseos de abrazarle. Pero su madre decía que a los hombres sólo debía tendérseles la mano, sin permitirles otras efusiones. Y Lena se portó en aquella ocasión como una señorita.
Sólo, naturalmente, mientras estuvo en presencia del señor Areval. Porque al salir del despacho y enfrentarse con el recto y empinado pasamanos no pudo resistir a la tentación de deslizarse por él, como cordial despedida. Sí. El pasamanos la tentaba y aquella tentación era más fuerte que cualquier consideración que pudiera hacerse. Dio un salto, se encaramó sobre él, y a los cuatro segundos aterrizaba sobre un saco de cebada. Al levantarse, vio en lo alto de la escalera al señor Areval, que la despedía con la mano. Areval reía como un chiquillo...
Azorada, tropezando con las carretillas, salió a la calle y emprendió una veloz carrera a lo largo de la muralla, hasta que dobló la esquina de San Vicente. Entonces, todavía encendido el rostro, jadeante, cansada, fue a sentarse sobre las escaleras del convento de San Pelayo y estuvo largo rato sin moverse acariciando entre sus dedos doloridos el sobre blanco que contenía seis billetes de cincuenta pesetas, una moneda de plata... ¡y el recibo de una cuenta liquidada!"

Dolores Medio
Nosotros, los Rivero



“… mi infancia concluyó (...) cuando murió nuestro padre; perdimos nuestro comercio y nuestra forma de vida cambió radicalmente. Y lo mismo mi hermana Teresa [+ 1989], que acababa de cumplir diez años, que yo, con mis doce a cuestas, tuvimos que empezar a trabajar para sacar la casa adelante.”

Dolores Medio


“… mi primera novela larga, escrita cuando yo tenía once o doce años [nunca publicada]…, era una deliciosa novelita rosa, influenciada también por mis lecturas de El Castillo de Terciopelo y otros folletones de la Ilustración Católica que yo leía cuando me encerraban en el desván.”

Dolores Medio


“Novelar es mezclar realidad y ficción.”

María Dolores Medio Estrada



“Yo he defendido siempre lo autobiográfico en la novela, porque, si bien encierra pocas dificultades para el autor, y por tanto resta mérito a su trabajo, valora en cambio a la novela como documento humano, dándole un sentido de autenticidad, de precisión indiscutible, que puede faltar en una obra puramente imaginativa.”

María Dolores Medio Estrada











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