Hoy ha venido el sol

Hoy ha venido el sol y ha besado mi alma
(sol de invierno con ansias de besar una flor)
y ha prendido una loca inquietud tan extraña
en mi ser, que he creido me ha besado el amor.

No más agua dormida bajo un rayo de luna:
no más tardes serenas ungidas de oración.
En las locas mañanas, por las aguas del río
bajo este beso de oro, reirá mi canción.

Ya no más esperar , con angustia en los ojos
que florezca el rosal en mi jardín dormido,
sí una rosa de luz llevo aquí, a flor de labio,
que perfuma, en palabras con blandura de nido.

Hoy ha venido el sol y ha besado mi alma,
flor inquieta que ignora en qué tallo nació,
y ha prendido una loca inquietud tan extraña
en mi ser, que he creído me ha besado el amor.

Miriam Elim, seudónimo de María Preuss


Imprecación

Me quedaré sola. No huyo este dardo!
Como que mi carne sale del temblor
del sollozo largo, que deja en los labios
la palabra buena o la imprecación.

He de darlo todo: La vida lo quiere!
como da en Otoño el árbol sus hojas;
más queda esperando que en la Primavera
serán su aguinaldo flores olorosas.

Yo no espero nada y he de darlo todo:
lo que era dulzura y era claridad.
Doy mi oro de Otoño, me abrazo al Invierno;
no habrá Primavera, ni Estío vendrá.

He de darlo todo! Me duele... me duele
entregar así mi parte de amor.
La palabra buena huirá de mis labios;
será mi sollozo una imprecación.

Miriam Elim



Los ojos extasiados

En la dulzura de esperar, se me han quedado
los ojos extasiados.
Otro sol y otra luna han de venir
y habrán de hallarme así:
Quietas las manos, antes flores de ruego
sombreadas las pupilas de misterio...
Otro sol y otra luna han de tornar
sin que se canse mi anhelar!
En la dulzura de espera, se me han quedado
los ojos extasiados.

Miriam Elim

Por qué amo yo la muerte

¿Verdad que tú no sabes por qué amo yo la muerte?
Porque es el fin piadoso de esta jornada loca
en que es una sentencia el jamás poseerte
ni como a aquella flor que con unción se toca.
Porque la piedra fría con que oculte al mundo
la caridad consciente de algún piadoso hermano,
a mis huesos dará un calor más humano
que el que me den tus ojos de mirar tan profundo.
Tan profundo y mezquino...
ni una lágrima vierte de sus entrañas nunca.
El sol de su mirada mi jardín floreciera.
Por faltarme su luz está mi vida trunca.
¿Verdad que ahora sabes por qué amo yo la muerte?
Porque aunque tú me niegas todo cuanto te pido,
es muy cruel agonía el ir siempre temiendo
que despiertes mis ojos, puedan dejar de verte.

Miriam Elim





















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