”La muerte es un caballo
que llega a nuestra puerta
y comienza a golpear
la tierra con sus cascos.”

Carlos Augusto León


Naturaleza secreta

1

Hay hojas que niegan sí
y otras que afirman no.
Cuánta contradicción en esta calma
de hojas que mueve el viento.

2

Orión está en el copo del árbol.
Ahora
son frutas sus estrellas.
Las frutas inasibles.

3

Nadie sabe el secreto
que roen las ardillas
sentadas en una rama,
en sus manos de fruta.

6

Hay hombres
tan hondamente sordos
que creen que nada dicen
Las hojas que caen. 

7

También árbol,
una vez
creí que yo estaba seco.
Y era sólo
Un cambio de hojas.

10

Un pedazo de cielo
es todo el cielo.
Y la hoja de un árbol
es la naturaleza.
De tal modo
todo está hecho
en igual forma

12

no es cierto
no regresa nunca la ola
sino muere en la playa.
Pero es eterno el mar.

13

Insiste
me dice el mar
insiste
como él insistió yo
Hace milenios.
Insiste en ser azul
y verde y ocre y gris
y transparente.
Siempre igual y distinto.

Carlos Augusto León



Yo canto a Lenin

1

Yo canto a Lenin cuando otros se contunden
y dicen: ya no es ese el gran pueblo de Lenin,
ha cambiado su senda.
No, Lenin: sé que estás más que nunca en los tuyos.
Odio a los que injurian tu familia de pueblos,
los que intentan cubrirla con capa de mentiras.
Pero no es nuevo esto. ¿Tú recuerdas?
¡Si eras para ellos solamente
el gran capitán de los “bandidos”,
todo tu pueblo en pie era una “horda”…
Así ladraban,
así ladran ahora, todavía
prosiguen sus ladridos

2

Pero todo ha pasado, Camarada,
como tú lo decías.
Primero creció solo,
cercado por doquier y conmovido.
mas firme en su crecer,
segura flecha
al blanco dirigida,
el árbol de tu pueblo,
libre y junto,
del ruso, del tadzikio, del turcmenio…
Mas, luego,
surgieron —todo un bosque— nuevos árboles,
de Pekín hasta Praga,
de Mongolia a Bulgaria…
Es que todo ha pasado, Camarada,
como tú lo decías.

Y los otros, los que tú combatías,
han seguido derecho hacia su muerte
como tú lo decías.
Aún ladran, aún maltratan, aún saquean,
porque marchan derecho hacia su muerte,
como tú lo decías.
Y los pueblos todos de la tierra,
cada vez más erguidos y despiertos,
sacúdense los yugos
de uno y otro imperio porque saben
que hay un país, un mundo ya, con ellos.
poderosos, fraternos.
Porque todo ha pasado, Camarada,
como lo ibas diciendo.

3

Hace una vida ya que te conozco, Lenin,
que camino a tu sombra… Y a mi hijo
yo le he dado tu nombre.

He crecido contigo, Maestro, Camarada.
Yo tengo la edad de la Revolución.

Tan cerca he estado siempre
que aunque no te vi nunca yo bien contar podría
cómo era tu sonrisa, cómo eran
tu mirada vivaz, tu ser inquieto.
Sé que eras
río que se vuelve torrente.
Sé que eras
tierno como el arroyo pero fuerte
igual que la tormenta.

Y lo que más admiro en ti, Maestro
tanto como tu clara inteligencia:
eras un árbol que sabe ser espiga:
Cómo entre los tuyos trabajabas,
uno más entre todos, como oías
al mujik y al soldado; tú sabías
que los ojos de muchos, unidos, ven más lejos,
que los brazos de todos, unidos, son más fuertes.

Yo he crecido contigo, entre la infamia
que ronda nuestro mundo. Yo recuerdo:
cuando era un niño apenas me mostraban
a los niños hambrientos de tu tierra
y decían: he aquí lo que perpetran
allá los bolcheviques.
No decían que aquella hambre arrancaba
—que era un río de sed— de los palacios
del zar y de los suyos… Me mostraban
estampas de valientes campesinos
asesinados por los “guardias blancos”
diciéndome: esto hacen
allá los comunistas…
Ellos no cambian, Camarada Lenin,
no cambia el enemigo.
Tu país ha crecido, pero ellos
afirman que sus muros son de hambre
tu tierra es limpia y clara, pero ellos
—los que nutren con sangres populares
sus armas y sus máquinas—
quieren hacernos ver que es sólo sombra.
Ellos no cambian, Camarada Lenin,
nuestro siempre enemigo.
En Budapest ahora asesinó patriotas
y nos mostró sus víctimas diciendo:
esto han hecho
allá los comunistas …

Ellos no cambian, Camarada Lenin.
La vida que yo llevo de luchar y cantar
y el tiempo mismo
que tu Revolución tiene de vida,
ellos lo llevan de preparar Kolchaks
y Denikin para agredir de nuevo… En vano, en vano:
cada día son más débiles
—con bombas, sí, con armas a montones
y montones de dólares—
y cada día más fuertes
somos tú y yo, los pueblos de la tierra.
No se corrigen ellos, nunca cambian,
—¡si son los mismos lobos!—
por nada se convencen que deben dejar paso
a quienes hoy tenemos que edificar la historia.
Una vez atacaron… Era Hitler, ya polvo en la memoria,
crimen en la memoria, ya nada más, del mundo.
Y hace poco quisieron que volviera:
sus cenizas
fueron a despertar y sus soldados
lanzaron contra Hungría…
Pero ésta no fue suya, Camarada.
Tus gentes —tus hermanos, tus hijos
de la patria soviética—
al lado de los húngaros de veras
allí otra vez han rechazado el monstruo,
han liberado al Hombre.

Carlos Augusto León
Fragmento











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