A mi casa

¡Pobre casa de mis antepasado!
Si pudiera comprarte, si pudiera
restaurar tus balcones y tejados,
y por el caracol de tus escaleras
subir a tus salones empolvados,
para en tu soledad, casona austera,
revivir episodios olvidados,
teniendo en tu zaguán loro y portera...

Luis Carlos López



A mi ciudad nativa

Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas…
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín… Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada…
–¡Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.
Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a los zapatos viejos.

Luis Carlos Bernabé del Monte Carmelo López


Adiós

...abandonémis lares
marcando rumbo hacia
remotos climas.

Núñez de Arce

¡Adiós, rincón nativo!… Me voy y mi pañuelo
parece un ave herida que anhela retornar,
mientras singla el piróscafo bajo el zafir del cielo,
cortando la infinita turquesa de la mar.
¡Nunca podré olvidarte, noble y heroico suelo
de mis antepasados!… No te podré olvidar
ni aun besando a una chica que sepa a caramelo,
ni aun jugando con unos amigos al billar…
Pero al imaginarme que yo no pueda un día
tomar a tu recinto, ¡con qué melancolía
contemplóte a lo lejos, romántico rincón!…
Porque, ¡ay!, todo es posible, no exótico y extraño,
si el destino de pronto me propina un buen baño
para darle una triste pitanza a un tiburón…

Luis Carlos López


Fabulita

¡Pax vobis!
Wilson

«¡Viva la paz, viva la paz!»…
Así
trinaba alegremente un colibrí
sentimental, sencillo,
de flor en flor…

Y el pobre pajarillo
trinaba tan feliz sobre el anillo
feroz de una culebra mapaná.
Mientras que en un papayo
reía gravemente un guacamayo
bisojo y medio cínico:

—¡Cua cua!

Luis Carlos López





Fresco amanecer

Sobre una giba de la cordillera
surge la faz clorótica del sol,
de idéntica manera
que hace siglos de siglos. Un farol
macilento se apaga en una esquina
del barrio. Flota en el amanecer
fuerte olor de cocina
que insufla ganas de comer…
Y hecho un ovillo a sombra de tejado
Plañe un ciego en su flauta. El infeliz
Como aspira un perfume a pollo asado.
Cierra los ojos y abre la nariz…

Luis Carlos López



Los zapatos viejos

Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...

Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín... Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
¡Ya no viene el aceite en botijuelas!

Fuiste heroica en los tiempos coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.

Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos...

Luis Carlos López


Medio ambiente

—Papá, ¿quién es el rey?
—Cállate, niño, que me comprometes.

Swift

Mi buen amigo el noble Juan de Dios, compañero
de mis alegres años de juventud, ayer
no más era un artista genial, aventurero…
—Hoy vive en un poblacho con hijos y mujer…

…Y es hoy panzudo y calvo. Se quita ya el sombrero
delante de un don Sabas, de un don Lucas… ¿Qué hacer?
La cuestión es asunto de catre y de puchero,
sin empeñar la Singer que ayuda a mal comer.

Quimeras moceriles —mitad sueño y locura;
quimeras y quimeras de anhelos infinitos,
y que hoy —como las piedras tiradas en el mar—

se han ido a pique oyendo las pláticas del cura,
junto con la consorte, la suegra y los niñitos…
¡Qué diablos!… Si estas cosas dan ganas de llorar.

Luis Carlos López




Mi Burgo

Señor ten piedad de tu pueblo
y sálvalo de la ruina”
Los mismos rudimentos de hace tres siglos...Nada
de una protesta. Todo completamente igual:
callejas, caserones de ventruda fachada...
Pobre tierra, caduca tierra que tanto quiero.
Que hoy rumia mansamente su estolidez, venero
de las intransigencia del medio parroquial,
que aún vive ,-si es acaso vivir en la atonía
de lo incurable-,...

Luis Carlos López


Mitin

Se salió de plomada
la colectiva estupidez, camino
del rebenque, del tajo y la picota.
Apóstol del Derecho, un petardista
de frac y cubilete,
volcó sobre la turba
de los descamisados
todo un cajón de frases…
Su vibrante discurso
causa fue de apoplético entusiasmo,
que tuvo que sangrar tranquilamente
la científica guardia pretoriana
con el cañón y con la bayoneta.
Y yo, del caballete de un tejado,
miré la rebujiña
–como no soy Apóstol del Derecho–
con toda la frialdad de un erudito.

Luis Carlos López






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