A Ponty

A Eva Dobos
y Andras Simor

“¿De dónde vienen estos caballeros
tan gentiles? —pregunta la gitana.
La sopa humea y huele a hierbas finas.
La cuchara vacila entre sus dedos.
Ella sólo conoce las caminos
de la Puszta: venimos de otro mundo.
“El Danubio no pasa por La Habana,
por eso estáis sentados a mi mesa””
—advierte o recrimina, no sabemos.
“Ya la sopa de carpa no me sabe;
pero nada me sabe, ni con páprika.
Tampoco tengo gusto por la vida:
gitano solo es nadie” —dice y deja
a un lado la cuchara. “Para otros
aderezada estoy, como la carpa
en el gulyas: la páprika picante
y roja qué le importa. ¡Qué me importa
el nudo de caminos de la Puszta!
Mi gente dice que el Danubio lleva
a todas partes: si yo fuera carpa,
iría al mar en busca de la muerte.
El Danubio no pasa por La Habana,
por eso estáis sentados a mi mesa.”

Luis Marré


Aislado diálogo

En el centro de lo cerrado,
uno frente a otro, estamos sentados;
en lo cerrado, donde, sin embargo, penetra
la paloma ciega rompiéndose,
resbalando deshecha por las paredes.
La paloma se rompe para que veamos:
el polvo de su ruina alumbra el cerrado claustro.
La taza japonesa, sus sentadas figuras
-un hombre y una mujer.
Uno frente a otro, en el centro de lo cerrado.
A veces no nos conocemos; tu mirada solo dice
“un hombre”. Un hombre. Y tú, ¿Quién eres?
Pero ¿a quién busca el hombre frente a él?
¿Oyes mis palabras, sientes su asedio?
Veo tus labios, las palabras
en ellos prendidas como mariposas a la madera.
Tu rostro se asoma al mío; en él te miras.
Mi rostro se asoma al tuyo; en él miro un hombre.
La taza japonesa, sus sentadas figuras
-el hombre, la mujer, su inconmovible diálogo.

Luis Marré




Canción

Compañero, tus ojos
no pueden ser cerrados.
Que tú veas el sol
sin nubes, si yo caigo.

Compañero, mi madre
no ha de perder su patio.
Que no le falten rosas
ni albahaca, si yo caigo.

Compañero, el fusil
no temblará en tus manos.
Que no se quede mudo
mi fusil, si yo caigo.

Luis Marré


Día perdido

Ya se han ido, dejaron
entrejunta la hoja a la riente niña.
Ella, primero, acecha por los nudos,
encendiéndolos. Ya
retoza por el cuarto, brinca
en los lechos vacíos, ríe
entre las sábanas revueltas, toca
los objetos y dice mesa, libros, zapatos,
repasando la página de ayer en su cartilla.

No me había olvidado, viene,
su cabello derrama sobre mis ojos. Tras
el rubio enredo, qué triste mi cuerpo.
Ya se han ido, a esta hora
hombro con hombro van. Ya otro
ocupa mi lugar sin preguntar por mí.

Luis Marré


“El premio no me va a hacer mejor ni peor poeta, ahora que estoy al final de mi vida. No voy a ser mejor militante, ni  mejor  revolucionario, porque siempre he tratado de serlo."

Luis Marré
Cuando en 2008 recibió el Premio Nacional de Literatura


En el paseo del prado

Éramos cuatro jóvenes poetas
descontentos.
En este mismo sitio,
bajo estos mismos álamos,
nos reuníamos.
Uno
tenía vocación de médium
y soñaba con verle aquello a Isis
—su celestina era
Madame Blavatsky.
Otro miraba de manera que
no se notara
su ojo
estrábico.
El tercero no sabía
si su voz era la de una flauta
náhuatl o árabe.
Y el cuarto era yo,
siempre en otra parte
rezagado y pendiente
del ómnibus de medianoche.

Hoy estamos
más o menos contentos.
Uno
ya está muerto,
es decir,
ya goza de la desnudez de Isis
—puro huesito.
Otro lleva espejuelos calobares.
El tercero trastea la bandurria
con gran éxito —hasta canta puntos.
Y el cuarto soy yo.
Me he quedado atrás.
En el mismo lugar
donde hace quince años nos reuníamos
un joven poeta
está leyéndome
sus versos.
Y esta vez he perdido
el ómnibus de medianoche.

Luis Marré


Hoy

¡Que dura y cierta esta luz del día!
Lejos de mí he vivido,
Tan lejos
Que ni siquiera sé quién soy yo mismo.
¡Ay, qué triste es palpar estas cenizas
Y no saber si alguna vez ardimos!

Luis Marré



Juicio

He aquí que de pronto recuerdo,
y me digo: He vivido.
Aquí, en mí, tengo que decírselo
a alguien, a fin de que corrobore mi certeza.
Una y otra vez digo: He vivido.
Y el incrédulo desmiénteme, replica:
—Conozco cuanto sueñas,
niño mío. Ya
iremos a conocer la vida, a comprobar
los frutos:
quiero de ti un testigo lúcido.

Luis Marré



Pequeña canción diurna
(Para Minerva Salado)

Voy a hablar de la dicha
no de sueños ni cábalas.

Voy a hablar de la dicha
—perdona si no dejo
a un lado mi tarea.

Voy a hablar de la dicha.
Más que discurso es canto
de labor:
óyeme
mirándome a las manos.

Luis Marré



Propósitos del asno de oro

Voy a decir que no
no tiro más del carro

Voy a lanzar la albarda
no llevo más al amo

Voy a dar un rebuzno
porque ya no me callo

Voy a sacar la verga
cuando pasen las hijas
de Claudio
y luego me daré
de rosas un hartazgo

¡Fuera la piel de asno!

Luis Marré



Sed

A veces me imagino
que soy un puente viejo
y siento la tortura
de ver el agua limpia
pasar entre mis piernas
por el musgo comidas,
sin que esa agua se lleve
la roña aborrecida.
¡Oh dolor de ser puente,
pena de no poder
bajar la agua limpia!

Luis Marré


Simpatía

¡Alegría! ¡Alegría!
—dice mi corazón.
Todo arde y vibra con
mágica simpatía.
Llama de sangre mía
enciende el flamboyán
y hasta los muros dan
—tañe mi pulsación—
cálida melodía
¡Alegría! ¡Alegría!
—dice mi corazón.

Luis Marré


Versión apócrifa

(De Oscar Wilde, a la memoria
de Dulce María Loynaz)

Me sorprende el rosal
con su primera rosa
(la veo desde el cuarto
abierto a la mañana).
No me alcanza el olor
y sin embargo siento
que me punza una espina
ignorada mas cierta.
¿Es mi sangre quien da
su color a la rosa?

Luis Marré










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