Al anochecer

Ya muere el claro día
tras la cumbre empinada de los cerros,
y en rústica armonía
saludan su esplendor que se despide
los sencillos pastores.
Los zagales y perros
conducen el ganado a la majada;
el tardo insecto que la tierra mide
de su morada oscura,
por gozar de la brisa
de la noche, a salir ya se apresura.
Ostenta su hermosura,
en medio al tachonado firmamento,
la cándida lumbrera
que desde su alto asiento
refleja suavemente
la luz que esparce la encendida esfera.
¡Ay, de cuán refulgente
brillo refleja ufana
su tersa faz galana!
¡Mírala, Clori! En su belleza mira
la imagen del hechizo lisonjero
que tu semblante inspira.
¡Qué lánguido suspira
el céfiro ligero
que los arbustos mueve,
mientras sus ramas baña
el fresco aljófar que la tierra embebe!
Allí la blanda caña
hacia la fuente su cabeza inclina,
y a la avecilla que en su mimbre posa
su propia imagen sin cesar engaña
retratada en el agua cristalina.
Cierra la tierna rosa
su cáliz perfumado,
y esconde ruborosa
el ámbar deseado;
¡ay, cuanto más se oculta es más hermosa!

Vamos a la colina
que baña suave la sidérea lumbre,
al pie de aquella encina
que erguida allá se empina,
coronando del cerro la alta cumbre,
o allá donde el torrente,
saliendo de la breña,
por el peñón tejado se despeña.
Allá nos sentaremos, Clori mía,
y disfrutando las tranquilas horas
que mece en su regazo la alegría,
nuestro tímido acento juntaremos
a las voces canoras
con que el bosque resuena;
allí repetiremos
la tierna cantinela
que afables entonaron los pastores,
cuando, concluida mi gravosa pena,
coronó la fortuna mis amores.

Luis Vargas Tejada


Doraminta 

Ya todos tus deberes has llenado,
infeliz corazón, ¿por qué suspiras?
¿por qué quieres con bárbaros recuerdos
renovar el dolor de tus heridas?
Es tiempo de olvidar eternamente
dulces instantes y soñadas dichas
que mi  pecho engañado embelesaban
y un feliz porvenir le prometían.
Volaron a la nada para siempre
de un amor inocente las delicias,
y el cielo ha reprobado unos afectos
más puros que la fuente cristalina
que brotando del seno de una roca
en doradas arenas se desliza.
¡Ay! arroyo infeliz de mi ternura,
llegaste al mar de mi fatal desdicha,
y tus ondas se pierden en tu seno
en amargas espumas convertidas.

Luis Vargas Tejada



Esperanza frustrada

Yo vi brillar un rayo pasajero
de esperanza, contento y alegría,
recibióle con ansia el alma mía,
sintió aliviar los males de que muero. 

Mas, ¡Ay de mí! Qué rápido y ligero
vi que al instante de mi pecho huía,
y tornó la fatal melancolía
a dominarme con rigor severo. 

Así el atribulado caminante
que en noche tenebrosa errando vaga,
ve lucir un relámpago brillante; 

un momento de luz su vista halaga;
mas ella solo dura un corto instante,
y en las tinieblas su esplendor apaga.

Luis Vargas Tejada



Mi asilo

De un bosque enmarañado en la espesura,
bajo un peñasco inmóvil y musgoso,
negra mansión del búho pavoroso,
hubo una cueva, aunque pequeña, oscura.

En las entrañas de la tierra dura,
aquí mis manos con afán penoso
cavaron un asilo tenebroso,
de un ser viviente triste sepultura.

Un giro anual el sol ha completado
desde que ausente y solitario moro
en mi lóbrega tumba confinado.

Aquí mi amarga situación deploro;
y cuanto tiempo en tan fatal estado
he de yacer, ¡ay infeliz! ignoro.

Luis Vargas Tejada



Recuerdos

Fue un tiempo en que mi lira resonaba
con himnos de placer y de victoria,
y en que mi frente de Helicón la gloria
y el verde lauro con afán buscaba.

Mas ahora ¡ay, Dios! del infortunio esclava,
repasa triste la fatal memoria
de mi perdido bien ¡Qué transitoria
fue la dicha que entonces me halagaba!

Huyeron como el humo aquellos días
en que de mirto y flores coronado
brillaba entre festines y alegrías.

Y hoy ausente, proscrito y desterrado,
lloro las penas y las ansias mías,
en mi lóbrego asilo confinado.

Luis Vargas Tejada


Resignación

No importa que el poder y la venganza
para labrar mi ruina se coliguen,
y encarnizados contra mí persiguen
cuantos recursos su furor alcanza. 

Los crueles dardos que su mano lanza
penetrar a mi asilo no consiguen;
y por más sangrientos me persiguen,
no agotan en mi pecho la esperanza. 

Porque supe ser hombre, como a fiera
la sociedad me arroja de su seno;
mas la virtud su imperio recupera, 

y con su influjo,  de constancia lleno,
sabré burlar la proscripción severa,
o hasta el cadalso caminar sereno.

Luis Vargas Tejada



"Si a Bolívar la letra con que empieza
y aquella con que acaba le quitamos,
oliva de la paz símbolo hallamos.
Esto quiere decir que la cabeza
al tirano y los pies cortar debemos,
si es que una paz durable apetecemos."

Luis Vargas Tejada




"Yace aquí la convención del pueblo colombiano
que muere con honor después de actuar en vano,
su corazón vi herir con puñal asesino
por el mismo enemigo que a su recinto vino,
pero ¡renacerá!,
no pierdo la esperanza más grande y más ilustre...
... del día de la venganza."

Luis Vargas Tejada







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